Revista Opinión
Lola Sampedro muestra, en “El Mundo”, a una infanta Cristina pueril e infantiloide, hija y hermana de reyes. “Lo de la Infanta Cristina ante el Tribunal –dice– ha sido más decepcionante que la tarta de chocolate de Mercadona. Cuatro años esperando este momento y, al final, fue un bluf superlativo. O peor, mucho peor que un bluf. Durante el poco más de la hora que la vimos ahí sentada, me acordé de Media Markt varias veces. Y pensé que en cualquier momento soltaría al Tribunal: ‘Yo no soy tonta, soy súper tonta’. Esa sí habría sido una línea de guión extraordinaria en este serial soporífero que está siendo el juicio de Nóos”. Un nombre, añado yo, que cada vez que me enfrento con él, me hace romper incomprensiblemente, con su sorprendente acento, con las reglas españolas de la sintaxis española, al ser palabra llana terminando por “ese” que se acentúa. Claro que por algo corresponde a una infanta española…“Se supone que doña Cristina es la hija lista del Rey Juan Carlos. Y la guapa. Pero no; el espectáculo que dio el pasado jueves fue tan bochornoso que lo de menos es que intentara hacerse la (súper) tonta. Lo peor, de lejos, fue verla exhibirse como una mujer sumisa, anestesiada y dependiente de su marido. Representó a la perfección la infantilización de la mujer y nos trasladó directamente a la Sección Femenina. Y todo eso lo hizo, paradojas de la vida, frente a las tres juezas del Tribunal…“Me pregunto –termina Sampedro– qué sentiría su madre, la reina Sofía. Imagino que el sufrimiento de ver a su hija ahí sentada, acusada y acorralada debió de ser tremendo, pero lo intuyo mucho peor si le sumas el dolor de contemplarla exponerse como una boba. Con la de esfuerzo que dedicamos a nuestras niñas para que crezcan como mujeres fuertes e independientes, si yo viera a la mía plegarse así ante un hombre, me entrarían unas ganas terribles de darle un par de tortas. No se las daría, me aguantaría, porque soy pacifista y no serviría de nada. Pero las ganas no me las quitaría nadie”.