“Un sueño que sueñas solo es sólo un sueño. Un sueño que sueñas con alguien es una realidad.” John Lennon (1940-1980)
Esperaba que mi marido llegara con una flor y me dijera: Amor, quiero tener un hijo…( ¡Cuánto daño nos hace el cine!!). Sufría unos cabreos impresionantes, me enfrentaba a él, le acusaba de estar primando otras cosas en la vida, de ser egoísta, de ser un Peter Pan, hasta de no quererme!! Me angustiaba el deseo de ser madre, me dolía su postura y para rematar, nos estábamos haciendo daño con tanto enfrentamiento…en seis años de pareja nunca habíamos discutido así, ni me había sentido tan “mujer herida”. Por suerte o por iluminación divina un día me puse a pensar fríamente que así no íbamos a llegar a buen puerto, que lo estaba alejando con tanto reproche y acabaríamos por deteriorar la relación, así que fui tomando otra postura, leyendo mucho sobre el tema y para mi sorpresa descubrí que eso les sucede a la mayoría de los hombres, ellos no suelen tener instinto paternal hasta que no sienten al bebé, o hasta que no lo ven por primera vez, son muy pocos los hombres que toman la iniciativa de tener hijos o sienten ese deseo antes que sus parejas. Nosotras cumplimos un rol más emocional y sentimental y ellos social y culturalmente están obligados a procurar estabilidad económica, a ser un modelo para sus hijos…es por eso que nunca o casi nunca ven colmadas sus expectativas laborales y económicas como para que sea el momento oportuno, aunque sobradamente lo sea. También resulta que los hombres cambian con la paternidad, se vuelven menos competitivos, menos exigentes y eso puede suponer un freno en su carrera, además del temor a que la relación de pareja como tal pase a segundo plano, a recibir menos atención por parte de la mujer y a perder su libertad, su individualidad…Pobre mío, estaba empezando a verlo como un demonio, como mi adverso por no cumplir mi sueño y parece ser que es de lo más habitual que suceda ésto.
Pedí consejo a un profesional y me recomendó que en primer lugar lo hiciera partícipe de la anticoncepción, así que le dije que tomar la píldora para mí suponía envenenarme, hacer algo en contra de mi voluntad y que las dejaba…ahora le tocaba a él ser el encargado por un tiempo…lo aceptó de buen grado, así que tras planteárselo me tomó de la mano, me miró a los ojos y me dijo: ya no te la vas a tomar más, todo va a estar bien; con ese tono indulgente y magnánimo que impostan los cabeza de familia ( ya se iba metiendo en el papel, jeje). Mi cara de descrédito y mis lágrimas eran una estampa, ¡No estaba soñando!.
Al parecer, ese mismo día había escuchado una conversación durante el almuerzo entre compañeras de trabajo sobre la llamada de la maternidad, que fue clasificadora y surtió un efecto repentino, me llamó por teléfono para decirme que tenía un regalo para mi…al llegar a casa me lo ofreció: la decisión de dejar de tomar anticonceptivos. Verdaderamente fue un regalo maravilloso, me ilusioné como una niña…pero no soy una niña y sabía que una vez abiertos el papel y el lazo de la sorpresa habría que salvar algunos escollos…
Hemos elegido la Clínica que nos gusta ( en este sistema de salud privado y privativo hay que elegir clínica como si fuera un hotel), hablamos de las fechas en las que tenemos programados viajes, por los cambios que tuviéramos que hacer…me habla de nombres de niña…me habla de sus miedos con ternura, antes lo hacía con determinación y siento que me mira con otros ojos…sabe que cualquier mes puede suceder y me confiesa que será una noticia maravillosa.
En casa por fin se respira ilusión. Solamente hay que aceptar las cosas como vienen y afrontarlas con ternura, con comprensión y con generosidad.
Autor Lina Martinez
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