Uno de los propósitos de este año, es escribir más, y para esto, sin ir a cursos de escritura creativa o actividades similares, me voy a obligar a una serie de ejercicios que me obligarán a practicar mi narrativa.
Según observo las entradas pasadas, a este buen propósito de escribir más, se antepone la terca realidad, y no es otra que muchas de las publicaciones de este año, las he hecho al borde de "la campana", los días 29, 31 del mes que sale publicada, es decir, a última, ultimísima hora. Me temo que este año, ya agonizante, no va a ser el del punto de inflexión de mi creación literaria, pero al menos publicare el primero de estos: yo nunca...
Yo nunca...
He tenido un abrigo de paño color camel. Sé que es el ingrediente de todas las salsas, muy estiloso y que combina muy bien con azules y vale tanto para compromisos serios, como más relajados. Pero chico, a mi no me termina. Prefiero mil veces el clásico gris, o más oscuro, o azul marino, o un Barbour, o cualquier otra cosa que este camel, que siempre me ha parecido un poco estomagante. Así que efectivamente, un abrigo de color camel, no ha tenido nunca su sitio en mi armario y sinceramente, a estas alturas de la feria, no creo que ya lo haga nunca.
He hecho windsurf. No me ha dado por ahí. Los hermanos Iglesias, Julio José y Enrique, eran de sobra conocidos por Tarifa y por esas playas ventosas, por su afición a ese deporte y también a las juergas nocturnas (toma no, tenían la edad, estaban en el sitio y eran Iglesias). Conocí de primera mano este deporte, por que durante un tiempo compartí espacio vital con un habitante de Tarifa que lo practicaba y la verdad es que molaba, la estética era tremenda, y tenía un glamour deportivo y estético que eclipsaba cualquier otra tribu urbana. Eran finales de los ochenta, no te digo mas. Pero la verdad nunca me picó el gusanillo, el viento y yo, yo y el viento, nunca hemos casado bien, así que el surf a secas, sin el wind sí me ha molado, pero el otro, no gracias, para otros.
He hecho submarinismo. Tengo un amigo que está encantado con esta afición. Incluso la utiliza de escusa perfecta para escaparse a islas y playas paradisiacas de todo el mundo, rodeado de otros solteros como él, con la intención, de en esos viajes "pescar algo", ya me entendéis el guiño, guiño, del doble sentido. En los destinos caribeños es un reclamo habitual, la verdad, de momento tampoco he estado en el Caribe. Hay escuelas en los lugares más insospechados y alejados del mar posibles, hay unidades especiales de ejército, hay cursos periódicamente, pero, no me llama, conforme avanzan los años, me alejo de poder practicar algo más profundo que no sea el snrokel de andar por casa. Ahora bien, en esta ocasión yo nunca he practicado submarinismo, pero no se si en alguna ocasión me lanzaré a hacerlo, abro la duda razonable.
He tenido una aventura con un peluquero. Ojo cuidao, que esto puede parecer algo imposible, pero no es algo tan extraño. Aún me atrevería a afirmar que todos conocemos algún caso de alguien ,que con una vida intachable, respetable, de una trayectoria si mácula, de repente algo se cruza en su mente y decide romper con todo y acaban fugándose con su entrenadora personal, con la mulata de turno, con un peluquero o vendiéndolo todo y gestionando una cas rural o un puesto hippie en Caños de Meca. Yo no se si me dará nunca la "turuntela" de hacer algo así, lo que si tengo claro, es que de todas las opciones que hay, y a pesar de su buena conversación, de acabar siendo un poco el oráculo de Delfos, por la cantidad de información que manejan o incluso, la promesa, de tener corte de pelo gratis para toda la vida, yo nunca me fugaría con un peluquero.