Revista Cultura y Ocio

"Yo que tanto te quiero", de Marta Querol: buen cierre para una estupenda trilogía

Publicado el 12 diciembre 2016 por Lidiacasado
tanto quiero
tanto quiero
Título: Yo que tanto te quiero
Autora: Marta Querol
Editorial: autopublicado
Género: novela contemporánea
Páginas: 448
Publicación: diciembre 2015
ISBN: 9781519565181
tanto quiero
Valencia, 1977. En España se celebran las primeras elecciones generales tras la muerte de Franco. Lucía, una niña de once años, no es ajena al nuevo torrente de ideas y manifestaciones culturales, pero tampoco a la ruptura del matrimonio entre sus padres, a sus engaños, traiciones y misterios.
  Lucía narra la historia de su familia tras compartir la última guerra de Elena Lamarc, su madre. Es la primera de muchas otras que ahora le toca librar a ella convertida, a su pesar, en moneda de cambio entre sus padres y en el mayor peligro para los intereses de una ambiciosa mujer.
  A través de intrigas empresariales, traiciones familiares, celos, erotismo y una misteriosa carta como hilo conductor, Yo, que tanto te quiero nos pasea por la época fascinante y convulsa de la Transición con la música de los ochenta como banda sonora.
   Después de leer El final el ave fénix y Las guerras de Elena tenía muchas ganas de acabar esta trilogía y cerrar la historia. La verdad es que esta última entrega me ha parecido diferente a las demás no por la historia, que continúa de una novela a otra sino por el estilo y, sobre todo, por la elección de una primera persona narrativa (encarnada en Lucía, la hija de Elena Lamarc, protagonista de la trilogía) que aporta mucho a la novela pero también resta alguna cosas.
  ¿Qué aporta? Aporta un nuevo punto de vista. El narrador en tercera persona omnisciente de las dos entregas anteriores se esfuerza por hacernos llegar las historias de Elena y Carlos (los padres de Lucía) por separado, en el momento en el que se enlazan y cuando se vuelven a separar. Sí creo que Elena tiene mayor peso en toda la trilogía pero las dos ramas de este árbol quedan bien retratadas, tanto en lo que les ocurre, como en lo que sienten y piensan. Y también se esmera por hacernos llegar las vivencias de otros personajes importantes, como Vero, la segunda esposa de Carlos, y la propia Lucía, con lo que el resultado final es bastante equilibrado y casi diría ecuánime.
  Ahora, en esta tercera entrega, descubrimos una nueva perspectiva de la historia: la que nos brinda Lucía en primera persona. Así, descubrimos otros puntos de vista desde los que mirar a Elena y Carlos (¡y a Vero!) y, sobre todo, conocemos las consecuencias que tienen sus peculiares caracteres y las decisiones que van tomando en la vida.
  La narración de Lucía en primera persona también aporta cercanía, puesto que vemos a los dos personajes centrales a través de los ojos de su hija y de lo que ella siente respecto a ellos. Además de esta doble perspectiva, la elección de esta voz narradora nos permite también conocer a la propia Lucía, personaje importante en la segunda entrega pero que no había alcanzado todas sus posibilidades como tal. Ahora sí las alcanza: al tiempo que va creciendo y madurando (y sufriendo y amando y entendiendo), se va convirtiendo en protagonista absoluta de la historia. No en vano, en realidad esta es su vida: en esta tercera entrega nos cuenta su trayectoria, sus miedos, sus frustraciones, sus golpes, cuántas veces se ha levantado después de un envite del destino, sus logros... Pero, como no podía ser menos en esta saga familiar, su narración concluye cuando fallecen sus dos padres.
   Algo que ya sabíamos desde el primer libro. De hecho, el prólogo de aquel y el epílogo de este (como muy bien hace ver la autora en la nota final, en la que también explica, precisamente, por qué cambió de persona narrativa -y sus razones me parecen totalmente lógicas y justificadas. Y efectivas literariamente, diría yo-) son un todo, forman parte del mismo capítulo de la vida de esta saga familiar que llevamos casi diez años conociendo, queriendo y entendiendo.   
   A pesar de que me parece una buena voz narradora y de que alabo la decisión de la autora a la hora de decantarse por ella en esta tercera entrega, creo que sí que resta algo a la trilogía: al convertirse Lucía en protagonista y dueña de la historia, he tenido la impresión de que Elena se desdibujaba un poco. Ahora vamos descubriendo qué le va ocurriendo a través de los ojos de su hija, es decir, a través de lo que Lucía sabe, intuye, escucha o ve. Sí, lee sus diarios íntimos (y gracias a ellos y alguna conversación furtiva podemos seguir ahondando en el corazón de una mujer tan peculiar como Elena) pero creo que el lector que solo leyera esta entrega o que se acercara a toda la trilogía a través de este último libro se llevaría una imagen errónea de nuestro ave fénix.
   Porque Elena, no vamos a negarlo a estas alturas, es un personaje complicado. Es una madre muy difícil que siembra la reflexión sobre las personas que quieren y no saben demostrarlo, sobre quienes amargan (e incluso cambian para mal la vida de sus hijos) con su personalidad y sus propias inseguridades. Pero quienes conocemos a Elena de entregas anteriores la comprendemos, sabemos el porqué. No es que la justifiquemos (para qué engañarnos, Elena se convierte en un personaje insufrible en esta tercera entrega, cuando la vemos a través de los ojos de su hija) pero sí sabemos las razones que hay detrás de esa forma de ser.
    He de decir que también me ha dado mucha pena que Elena no haya aprendido a querer y, sobre todo, a ser querida en toda su vida. Es la sensación que he tenido al final: ha tenido amor pero no ha sabido disfrutarlo nunca, encerrada en sus propias inseguridades y en unos sentimientos negativos que no ha sabido arrinconar para disfrutar de los buenos momentos. Y para una mujer fuerte y un ejemplo en muchas cosas como ella, me ha parecido un tramo final quizá demasiado amargo. Pero creo que la vida es así, que hay personas que no aprenden a querer jamás; que la justicia poética de las novelas y las películas no siempre se da en la vida real y que hay personas que se quedan solas únicamente porque no han sido capaces de dejarse querer, de aceptar el amor de otros sin cuestionarse nada, sin pedir más de lo que dan, sin exigir compensaciones y sin medir cada paso dado por cada una de las partes para descubrir quién da más, quién quiere más (sobre todo porque quienes son así siempre piensan que quieren más y, por lo tanto, el amor del otro no es suficiente, nunca podrá serlo).
     Sí que me ha gustado retomar al personaje de Carlos, que creo que se quedó un poco más olvidado en la segunda parte. Aunque su trayectoria vital también es amarga y su final también deja el mismo regusto agridulce que el de Elena. Un personaje no menos complicado que ella y que exhibe en esta tercera entrega su cara más paternal y humana.
    Así pues, Querol mantiene buena parte de los elementos que más me gustaron en las obras anteriores (la profundidad de los personajes, la acción imparable, la fuerza de la personalidad de los protagonistas) y añade un punto de vista que unifica y cierra a la perfección una trilogía que merece la pena descubrir.
   Nos seguimos leyendo.
tanto quiero
   Incluyo este libro en los siguientes retos:
  • Reto Autores de la A a la ZQ 24/26

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