Revista Boda

Yo quiero que Divinity venga a mi casa

Publicado el 02 marzo 2016 por Ta @detrasdeunaboda

Divinity  ha hecho mucho daño.

No vengo a hablar hoy de esos programas sobre novias y bodas que nos han enganchado a todas (y a nuestros chicos, digan lo que digan) sino de esos otros programas de reformas protagonizados por gemelos, o de esos que compran y luego venden o ese en el que el piso lleva a la venta tres semanas y los propietarios están desesperados.

Sí, Divinity ha hecho mucho daño.

Siete años llevaba yo diciendo que cambiaría el salón de mi casa porque no me resultaba cálido, acogedor. Quería eliminar los colores fuertes y hacer una estancia abierta y familiar en la convivirían una zona de estar y una de comedor. ¡Toma ya! Unos cuantos fines de semana viendo los programas de reformas y  el vocabulario lo tengo dominado. Siete años de querer a hacer sin hacer hasta que un fin de semana me puse manos a las obra. Yo sólo quería desempapelar y empapelar. Sólo eso.

No me preguntéis cómo de repente me vi sumida en un mundo de reformas “hazlo tú mismo” y embauqué a mi madre y mi señor marido. Yo tenía las ideas, yo lo veía todo muy fácil y hasta mis amigas se dieron cuenta porque un día me encontré esta imagen en mi muro de FB. Definitivamente, me había venido arriba.

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Lo que iba a ser cosa de un mes se alargó unos dos más y lo que iba a ser empapelar se convirtió en empapelar para luego decidir que ese papel es más feo que otra cosa y arrancarlo de cuajo un sábado noche, tirar parte del mueble porque quería darle un toque menos recargado, pintar el aparador , darle una cera equivocada, darle la cera correcta, pintar ventanas, pedir presupuestos para tapizar el sofá porque ahora no va con los nuevos colores, alucinar al ver los precios y salir corriendo a una muebleria a comprar un sofá nuevo. Y venirse de paso con una mesa de comedor para las cenas con amigos. Pintar el zócalo, comprar marcos, elegir fotos…

Reformar el salón en los ratos libres se alargó más de lo que pensábamos. Reímos y hasta lloramos. Y hoy lo hemos vuelto a hacer.

Porque hoy, dos meses después de aquella carrera a la muebleria nos trajeron la mesa y el sofá. La mesa está rota, por lo que las cenas con los amigos deberán retrasarse y no nos gusta y el sofá no es el que habíamos elegido. Así, tal cual.

Hoy, que los dos tontos que habitamos esos metros cuadrados contábamos con brindar, celebrar e inaugurar nuestro nuevo salón nos hemos quedado con las copas en la mano.

Divinity ha hecho mucho daño. Mucho. Porque yo veo esos programas en los que todo sale bien y en tres semanas tienes una casa nueva reformada y amueblada y me lo creo. Podéis llamarme ilusa pero yo cuando dentro de 30 días sople las velas sólo voy a pedir un paseo: que vengan Jonathan y Drew a tirar paredes y colocar muebles mientras yo me voy de cañas que yo ya he decidido que lo de venirme arriba no es lo mío, que con una vez basta.

Divinity ha hecho mucho daño pero yo no vuelvo a caer. Prometido.


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