Cuando empezó a correrse el telón sobre los asesinatos de los integrantes de la revista francesa Charlie Hebdo, parte de la intelectualidad argentina salió a desmarcarse del repudio generalizado que produjo el atentado terrorista islámico. Como para una parte de los pensadores criollos es peligroso repudiar un ataque a la libertad de expresión, pusieron en claro que no era muy astuto por parte de los dibujantes de Charlie Hebdo gastar a los fanáticos religiosos mulsumanes y algunos censuraron la tentación a la blasfemia que tenían estos muchachos. La frutilla del postre fue un desafortunado comentario del Papa Francisco que se plegó al “sí, pero…” diciendo que si insultaran a la madre deberían aguantarse una piña.
Lamentablemente, debemos decir que no nos extraña de parte de nuestra intelectualidad ese prurito. Porque lo que les molesta, en realidad, es defender la libertad de expresión, uno de los pilares de la democracia. Y una de las principales banderas de Occidente. Llama la atención que los que se dicen pensadores no se ubiquen en la posición de aquellos que son censurados, de aquellos que pagan con su vida por sostener sus ideas. Camuflados en un renovado “en algo andarían”, cargan la culpa en las víctimas en vez de los victimarios. Olvidan lo que ha costado a la humanidad sostener este principio, permitir las voces de los que piensan distinto, sin sufrir represalias por expresarlas.
Sus valores permutan con las víctimas. Algunas víctimas no merecen valores; otros merecen que esos valores sean sobreactuados.
Sinceramente creo que es una muestra más de la decadencia de los intelectuales argentinos que, en su mayoría, han apoyado el discurso autoritario de estos últimos años, dándole letra a los ataques contra la República.
Desde esta página, lejos de esa vereda en la que pegan los rayos de un sol snob, decimos (sin ruborizarnos) que “Yo sí soy Charlie Hebdo”. Y no tenemos ningún miedo de expresar nuestro apoyo a la libertad de expresión y nuestra oposición total y absoluta hacia aquellos que la ataquen, vengan del arrabal ideológico de dónde vengan.
Así que, sí, señores, yo también soy Charlie Hebdo.