Yo soy de Pablo

“Yo no pude hablarles entonces como a gente madura espiritualmente, sino como a personas débiles, como a niños. Les di una enseñanza sencilla, igual que a un niño de pecho se le da leche en vez de alimento sólido, porque ustedes todavía no podían digerir la comida fuerte. ¡Y ni siquiera pueden digerirla ahora, porque todavía son débiles! Mientras haya entre ustedes envidias y discordias, es que todavía son débiles y actúan con criterios puramente irracionales. Porque cuando uno afirma: «Yo soy de Pablo», y otro: «Yo soy de Apolo», están manteniendo criterios puramente irracionales.”
Desde edad bien temprana tuve la suerte de incluir entre mis aficciones la de la lectura. Hasta tal punto que llegó a convertirse esta en la primera entre todas ellas, mi favorita. Leía cuanto caía en mis manos. En una ocasión cayeron en mis manos las cartas de San Pablo, aquellas que él dirigía a distintas comunidades y amigos.
Ahora entre mis aficciones está la de callejear por la ciudad, perderme entre fachadas y muros, descubrir pasajes y correderas que terminan abriéndose a plazas de impresionante belleza. Mientras lo hago a veces vienen a mi mente textos que he leído alguna vez y que estas calles y lugares por algún motivo se asocian con ellos.
Cada vez que ando por las proximidades de la iglesia de San Pablo me acuerdo, no sé por qué, de estas palabras del santo. Y pienso, por qué si buscamos y queremos lo mismo no nos apoyamos en lo que nos une y sí engrandecemos lo que nos divide. Quizás sigamos siendo como niños, demasiado débiles e incapaces de ser más racionales.