Estaba preparando una entrada sobre lo sucedido el jueves pasado, en la Universidad Complutense, y mira por dónde he leído este magnífico artículo de Beatriz Gimeno que ha expresado lo que pienso, de forma inmejorable, por lo que me evita escribirlo. Les invito a que lo lean:
No les respeto
Cuando me enteré de la provocadora acción de unas estudiantes lesbianas y feministas en una capilla que por lo visto existe en el campus de la universidad complutense, lo primero que sentí fue una punzada de nostalgia por la juventud perdida. Después me di cuenta de que gracias a este acto me he enterado de varias cosas. La primera es que convivimos con capillas católicas en las universidades públicas, la segunda que hay estudiantes (sobre todo de económicas) que rezan por las mañanas y la tercera y, para mí la más grave, que se puede cometer un delito contra el sentimiento religioso. Acabáramos, por eso están tan chulos.
Se desató una feroz campaña en los medios reaccionarios, incluido el fascista sindicato Manos Limpias contra esta actuación que fue en todo momento pacífica, reivindicativa, legítima y que no hizo daño a nadie ni a ninguna propiedad. Lo que parecía que acabaría en una multa a las estudiantes o en un expediente administrativo terminó con la policía deteniendo a las participantes en sus propias casas. Y no les han aplicado la ley de partidos, la ley antiterrorista o lo que sea porque a Manos Limpias o al arzobispado de Madrid no se les ha ocurrido, que si no las incomunican y después las ilegalizan. Ya hemos visto lo que ha ocurrido con Garzón, que les tocó un poco las narices.
Antes de que detuvieran a las estudiantes, mucha gente supuestamente de izquierdas se lamentaba diciendo que la acción de las estudiantes era una “provocación innecesaria” y que hay que respetar el derecho de cada cual a sus creencias bla, bla, bla… Ya estoy más que harta, aquí sólo se les respeta a ellos. Yo no les respeto. No respeto a quien no me respeta. No respeto a quienes se enorgullecen, y además pretenden extender, la ignorancia, la incultura, la estupidez, el fundamentalismo, el permanente cuestionamiento a derechos humanos y democráticos que son básicos, a los derechos de las mujeres y de las minorías sexuales. No exagero si digo que la iglesia, todas las iglesias, si pudieran acabarían conmigo, me perseguirían, me prohibirían ejercer mis derechos, me impedirían vivir, como hacen con las mujeres donde aun tienen poder y como han hecho a lo largo de toda la historia. A ellos les gustaría acabar conmigo, a mí me gustaría acabar con cualquier manifestación religiosa en el ámbito público. No les respeto y me encantaría que una ola de indignación popular nos llevase a la ciudadanía a ocupar todas las capillas que están donde no deben; a quitar las cruces de colegios y hospitales públicos, de todos los lugares desde donde me ofenden.
Porque esa es otra. Resulta que existe un delito que es el de “ofensa a los sentimientos religiosos” como si los sentimientos religiosos fueran más respetables de por sí que los sentimientos ateos, no religiosos. Yo soy atea y tengo un fuerte sentimiento ateo que se siente profundamente herido y ofendido cada vez que un cura dice alguna barbaridad de las que suelen decir, cada vez que insultan mi inteligencia o mi dignidad, mi libertad o mis derechos de mujer feminista atea y lesbiana. Que exista ese delito es parte de los incalificables privilegios que disfruta la iglesia católica y su discurso, que goza del privilegio legal de ser intocable.
Nos encontramos ante el sinsentido de que un discurso ideológico basado en valores directamente contrarios a algunos valores constitucionales y democráticos, es especialmente protegido por la ley, mientras que el discurso contrario, el del ateismo, el laicismo, la defensa de la aconfesionalidad, de la igualdad, no goza de protección alguna. Es decir, ellos pueden celebrar una misa en Colón, en un espacio público, para insultarnos pero si les insultamos a ellos, cometemos un delito. Así nos va.
Y todo esto ocurre con la complicidad del PSOE que en sus ocho años de gobierno nos deja una Iglesia empoderada, con más privilegios que nunca, con más dinero que nunca, más intocable que nunca. Ayer mismo cuando el rector Berzosa criticaba los incidentes de la capilla pero tenía la decencia, al menos, de señalar que es una anomalía que existan capillas en las universidades públicas, el Ministro de Educación salía corriendo al quite para defender a la iglesia exigiendo al rector que “se ciñera a los hechos nada más”, es decir, a la terrible acción estudiantil, y que no dijera nada de la anómala existencia de una iglesia en la universidad. El PSOE hace mucho que se dedicó a cavar su propia tumba política pero lo hacen con tanta dedicación que no dejan de sorprenderme cada día.
Claro y rotundo. Por desgracia, es lo que hay. La Iglesia y el Estado siguen unidos, muy unidos.
Salud y República
LOS COMENTARIOS (1)
publicado el 03 abril a las 03:53
Opino que se podria respetar a unos jovenzuelos con ideas socialistas y ateas cuando protestan por una capilla en la universidad, lo que es asqueroso es que un grupito de socialistas se quiten la ropa y se comporten como unas verdaderas groseras sin clase alguna. Eso no se le puede respetar a nadie, da lo mismo si son del PSOE o del PP.