Revista Cultura y Ocio
Bueeeno, bueno. Últimamente esta cosa va de padres o qué pasa aquí. No sé si por casualidad o porque el destino lo parió así, lo último que me he ventilado, ayer mismo, ha sido el recién horneado por Salamandra, Pasión por el peligro, del californiquero y surfer y alma temararia, Norman Ollestad, libro que un servidor, no obstante, habría traducido a la castellana parla con algo mucho más fiel, o mejor, algo del todo fiel al título original, Crazy by the Storm, como por ejemplo, Loco por la Tormenta, sin ir más lejos. El porqué de esto se entiende si y sólo si se lee el librico entero, así que yo no se lo voy a aclarar ni mucho ni poco, gástense ustedes también los cuartos. Tampoco es una cosa que venga ahora al caso.
Entonces tenemos que Pasión por el peligro de Norman Ollestad, va de la vida de Norman Ollestad, de su infancia jodida, jodidísima, de cuando él fue chiquitito y su padre le obligó a esquiar montañas imposibles y surfear olas asesinas y saltarse a la brava controles de agentes federales mexicanos, cuando al pobre chaval aún no le había nacido ni el primer pelo púbico siquiera: Papá, papáaa, quiero ser un niño normal, normal como los demás niños normales. ¡Anda, calla niño, y surfea, que yo a tu edad no tenía ni monopatín!... Papá, papáaa, el hombre que ahora hace de ti en casa está todo el día borracho y le pega de hostias a mamá cuando discuten... ¡Anda, calla niño, y surfea, ¡surfea, coño!... Además... ¿¡no me has dicho que querías tener una vida como la de los demás niños!?
Sutiles sarcasmos aparte y hablando más en plata, Pasión por el peligro va de dos cosas; la primera son los padres, esto es, los padres chachis y los no chachis; la segunda cosa de la que va el libro es el surf.
Empiezo por la segunda, que en siendo mucho más prosaica empleo menos tiempo. O no.Si ustedes gustan del surf, o incluso si lo practican en sus horas de ocio, entonces seguro que leen y disfrutan este libro como si fuesen tostadas untosas de mantequilla y mermelada de albaricoque con café o sabiduría de los dioses. Si por el contrario no tienen idea de surf ni tienen previsión de querer tenerla, siempre pueden saltarse los párrafos de acción surfera en el agua, que no se entienden ni aunque los releas tres veces, y verse en su lugar la peli aquélla, facha de verdad pero bonita y cachondona donde las hubiere, de la Kathleen Bigelow que aún estaba casada con James Cameron, PointBreak, que aquí no sé por qué cojones titularon Le llaman Bhodi. Película que tiene, aún me río, una de las escenas de persecución más estúpidas de la historia, que es cuando Keanu Reeves persigue a Patrick Swayze a la carrera, atravesando casas, saltimbanqueando vallas y pisoteando jardines ajenos, y entonces Swayze tiene la gran idea, la idea del sigo, coño: el tipo se dice, cucha, voy a pararme aquí a perder toda la ventaja que le he sacado al Reeves y voy a coger este cacho de perrancano y se lo voy a tirar a la cara al menda. ¿¿¿¡¡¡!!!??? Y en efecto: el tipo malote-Swayze coge al chucho gordo y dentado y se espera a que llegue el buenote-Reeves, y en ésas va y le lanza el perraco a la cara. Por spuesto los resultados no son los esperados. Puesto que el perro es un pedazo de pan y apenas le arreguña una poca porción de piel al uno y el otro, en cambio, ha perdido casi toda su ventaja carreril... Esta escena, aunque no tiene nada que ver con el surf, ni con el libro del que empecé hablando, es de sumo interés, pienso, ya que explica por qué hay demasiado gilipollas suelto en el mundo, cobrando sueldo de guionista, cuando su complejo neuronal, está visto, no da ni para hacer de cobaya... Es que además me lo imagino al tipo: ¡¡¡Y si entonces coge y le tira un perraco!!!, ¡eh!, ¡eh!, ¿!EHHHH?!, ¡¡¡un perro así de grande!!!, ¡eh!, ¡eh!, ¿EHHHHH?!... ¡Uf!, ¡qué escena!, ¡Qué grande!, ¡Qué bueno soy!, ¡Voy a escribirla!...
Lo otro de lo que va Pasión por el Peligro son los padres. Norman Ollestad odia a su padre padrastro, Nick, porque le dice lo que tiene que hacer, lo que no tiene que hacer, le castiga y le reprende y le lee la cartilla cada dos por tres. Además, también, porque no es su padre biológico y se folla a su madre la misma noche que le pone un ojo a la funerala. Pero es que Norman Ollestad también odia a su padre, padre, su padre biológico, porque sólo piensa en el surf y en el esquí, y en hacérselas pasar putas, con la mejor de las intenciones, pero putas, putas de verdad. Y además, también, porque el día que descubrió que Nick le había puesto un ojo a la funerala a su madre, el tipo cobarde no dijo ni pío.
Todo esto lo cambia un accidente de avión de camino a una competición para niños superdotados del esquí, del que sólo sobrevive el pequeño Ollestad, según él mismo cree, gracias al durísimo entrenamiento de oleaje y montaña al que lo sometió su padre biológico durante su infancia. A partir de ese momento, Norman Ollestad ya no odia a su padre, padre, al revés, lo quiere con locura, lástima que muriera el tipo en el accidente; y en cambio sigue odiando a su padre, padrastro, no en vano éste sigue vivito y coleante, y sigue, por tanto, desempeñando el rol de padre padrastro, esto es, tocándole las narices al niñato preadolescente.
A mí todo esto me parece muy bien, todo muy chulo, la historia de remembranza paterno-filial con tragedia de por medio y tablas de surf cabalgando olas tubo de fondo. No se piensen que porque hoy me he levantado en plan cabrón no me ha intereseado lo suyo el librico. Sólo me pregunto qué hubiese escrito Norman Ollestad, qué recuerdo le hubiese quedado de su padre chachi-temerario, si del accidente en lugar de con un par de cicatrices en la cara, hubiese salido, por un poner, tullido o tetraplégico de por vida...
Y sí, ya sé que soy malo. Así es más divertido.