El Half Dome mide casi 2.700 metros y el Capitán más de 2.300. Ellos son los dos grandes peñascos del Parque Nacional de Yosemite y geniales representantes de su planta y porte. El popular valle donde se encuentran supone en realidad tan solo el 1% de la superficie. Todo, vaya, es tan imponente e inmenso que uno se siente muy pequeño. Ese es uno de los grandes poderes de la naturaleza, unido a ser capaz de hacerte sentir completamente vacío de estrés. Así pasamos dos días allí, que hoy os contamos en estas líneas en modo de qué ver y qué hacer en el lugar.
Sin duda a día de hoy tengo claro que, cada vez más, necesito la naturaleza en mis viajes y en el viaje a Costa Oeste fue de nuevo así. Ya habíamos disfrutado de otros tipos de paisajes, mucho más áridos, pero ahora teníamos ganas de disfrutar de la naturaleza más exuberante. De su lado más verde.
Yendo en pleno octubre, tuvimos la oportunidad de disfrutar de Yosemite con los colores del otoño. En determinadas zonas estaba casi totalmente pintado de amarillo y el clima era ideal para pasear por él sin agobiarnos y sin pasar frío. Si tenéis oportunidad, os recomiendo visitarlo en esta fecha.
Es uno de los hábitats más grandes del mundo y menos fragmentado. La variedad de su flora y su fauna salta a la vista, y lo mejor es que puedes vivirlo en primera persona. Compartir el parque con linces, ardillas y osos lo hacen irresistible; tanto como hacerlo con árboles de más de 3.000 años de edad. Yosemite es uno de los imprescindibles de un viaje a la Costa Oeste y alrededores y fue junto a Gran Cañón y la playera Santa Cruz, mis paradas predilectas de todo el trayecto.
Mammoth Lakes, la antesala de Yosemite
Tras haber pasado la noche en el punto bastante intermedio entre Death Valley y Yosemite (Bishop), tuvimos suerte de poder tomar la carretera estatal 120 California para llegar al conocido parque nacional. No está abierta siempre, por lo que es importante que os informéis antes sobre su estado. Es justo durante estos meses cuando suelen cortarla, pero como hacía buen tiempo, todavía no era el momento. Por si acaso, nos aseguramos en el hotel. Finalmente, no hubo problema.
Al tomar esta dirección, se puede aprovechar además y hacer una rápida parada en los Mammoth Lakes, cuya vista es preciosa y el lugar es algo menos turístico que Yosemite. Se trata de dos lagos gemelos situados a diferentes alturas con montañas y muchos árboles como telón de fondo. Dimos un corto paseo, pero fue suficiente para empaparnos de su encanto. Si os interesa parar más días, seguro que hay rutas chulas que nosotros no exploramos.
Yosemite: un festín natural
Tras parar en Mammoth Lakes, el primer día teníamos la impresión de que no aprovecharíamos mucho nuestra estancia en el valle de Yosemite. Finalmente y para nuestra sorpresa no fue así. Paramos en las inmediaciones del Hotel Majestic y sencillamente, nos aventuramos a tomar el camino que se adentraba hacia el bosque y volver. Después, descubrimos que nuestro pateo improvisado tenía su fin en un lugar en el que habíamos estado interesados: Mirror Lake. Un lago que para nuestra visita no contaba con una sola gota de agua.
Pero en este caso tomó sentido aquel mantra repetido tantas veces de “lo importante no es el destino, si no el camino” y en los caminos frondosos de vuelta al coche descubrimos que perderse en Yosemite tenía un punto terriblemente atractivo. Eran caminos marcados, no obstante. En un momento dado, nos cruzamos con un grupo de indios y uno de ellos nos advirtió en inglés que cerca había un oso. ¡Un oso! Y aunque queríamos mirar, pasamos de largo hasta que encontramos a otra pareja y les dimos el mismo aviso.
Ante nuestra sorpresa ellos respondieron: “Sí, ayer vimos otro; hay muchos osos en el parque”. Y prendados por esa naturalidad, volvimos sobre nuestros pasos para contemplar de lejos al animal. Teníamos miedo de que al sorprendernos viniera hacia nosotros, pero con la debida distancia y sin hacer apenas ruido, no fue consciente de nuestra presencia. Y entonces lo vimos. Con bastante claridad. Una osa cuidando de su osezno. Fue sencillamente mágico.
A la vuelta, fuimos acertando en el camino de retorno y finalmente, abajo, en la parte inferior del valle, hubo un momento que nos desesperamos por no encontrar un camino que cruzara al lado del hotel donde habíamos dejado nuestro coche. Entonces comenzamos una nueva aventura: cruzar el río gracias a un árbol varado. Y en plena empresa, vi de nuevo los pies de un animal que caminaba despacio y elegante sobre el piso. No podía ser otro que un lince. Yo apenas lo vi, pero descubrirlo me hizo de nuevo sentir una mezcla de miedo e ilusión. Mi chico tuvo la suerte de apreciar mejor su cara.
Ver secuoyas gigantes en Mariposa Grove
El segundo día sí teníamos una ruta y plan definido. Queríamos en primer lugar visitar Mariposa Grove, la zona del parque donde habitan las secuoyas gigantes. Para llegar, hay que tomar un autobús que pasa cada poco tiempo, trámite nada pesado al menos en la época que nosotros viajamos -octubre-. Dependiendo del tiempo que tengas hay diferentes recorridos y nosotros, como casi siempre, elegimos uno de los cortos, para poder dedicar más minutos a otros lugares.
No obstante, en esos cinco kilómetros, hay bastantes secuoyas y uno se queda maravillado con estos árboles.
Este ejemplar llama muchísimo la atención por sus dimensiones, logradas gracias a los muchísimos años que atesora. Algunos tienen más de 2.000 años y alcanzan más de 60 metros de largo. Además, son robustos y su corteza es tan gruesa que eso le hace superar los fuegos y durar aún más años. En algunas ocasiones, la corteza se rompe y se queda sobre el terreno mostrando el potencial del árbol.
Glacier Point: una de las vistas más populares del parque
Otro de los puntos que no queríamos perdernos en Yosemite es el Glacier Point, sin duda uno de los mejores miradores del parque, gracias a que se obtiene desde una altura importante. No se llega nunca a obtener una panorámica 360, pero la vista es maravillosa. El Half Dome domina el paisaje y el gris de la piedra es predominante.
Alguna de las rutas más duras acaba en este punto y seguro que forma recovecos espectaculares. Nosotros tan solo llegamos y contemplamos el lugar, ya que no teníamos mucho tiempo y quisimos repartirnos entre los lugares que ver.
Paseando bajo las imponentes piedras del parque
Por último, volvimos a bajar a ras al punto más bajo para hacer una parte de la ruta circular que va a los dos lados del río Merced. Aunque Yosemite tiene mucha fama, en muchos tramos estábamos completamente solos y rememoramos en muchas ocasiones nuestro reciente encuentro con un oso. Las hojas del otoño, los árboles, los enormes pedruscos, el frescor de la tarde… nos encantó pasear por allí.
Fuimos también al Campo 4, una zona que se hizo muy popular en los 60 porque escaladores de todo el mundo encontraron allí un lugar donde hacer grupo y hacer de la naturaleza y la escalada un modo de vida. Todavía hoy había muchas tiendas de campaña y un ambiente en el que seguro que quien quiera escapar de todo, tiene cobijo. Aunque no paramos mucho, nos hizo cierta ilusión ver, una vez más, un escenario de una película que nos había gustado bastante. Os la recomiendo. Se llama Valley Uprising.
Datos prácticos en Yosemite
Dónde dormir: nuestra elección fue el Comfort Inn Yosemite Area, en Oakhurst, a 20 minutos más o menos del parque. Fue otro motel correcto, muy limpio y amplio, que como el resto, nos resultó muy cómodo para nuestro recorrido. Además, si vais en una época calurosa, tiene piscina y no es muy caro. No está en el propio Yosemite, donde hay pocas opciones y algo caras, pero tampoco está especialmente lejos. Eso sí, el camino está lleno de curvas, así que id con cuidado.
Dónde comer: tampoco hay muchas opciones para comer en el Valle de Yosemite, por lo que lo mejor será planificarlo antes de entrar al recinto. No obstante, nosotros, que no habíamos organizado mucho, elegimos comer en el Majestic, el mítico hotel, que también tiene restaurante. No fue tan caro como pensábamos y optamos por la opción más manida y barata en la zona: la comida rápida.
Otras paradas de viaje: para tener 15 días, no se puede decir que no aprovecháramos el viaje. Después de comenzar rápidamente en Los Ángeles y Las Vegas; disfrutamos del Gran Cañón cerca de dos días; recorrimos en coche Monument Valley; pasamos por Page para ver el Antelope Canyon y la Horseshoe Bend; y nos perdimos por uno de los paisajes más inhóspitos del lugar: Death Valley. Aún nos queda por delante nuestra inmersión en la costa californiana y la visita a San Francisco, pero no es ya más de lo andado. ¡Qué pena!