Zabriskie Point no es una obra maestra. Bergman, su providencial compañero de ruta al embarcarse aquel fatídico 30 de julio con Caronte, decía que Antonioni tan sólo realizó dos obras maestras y que no valía la pena molestarse con sus demás películas. El sueco se refería a La notte y Blow-Up. Me permito disentir, y colocar a la «trilogía de la incomunicación» en su integralidad como el aporte mayúsculo y definitivo que el director italiano legó a la historia del cine. Sin embargo, cuando aparentemente la nada ocurre, Zabriskie Point nos regala un cúmulo de instantáneas que radiografían, con la inaudita belleza formal a la que arriban únicamente los verdaderos autores, el estado de situación que vivía Estados Unidos, y por añadidura el sistema capitalista, en los tardíos años sesenta.
Estrenado en 1970, el largometraje comienza con una serie de planos cortos internándose en las vaguedades de una asamblea estudiantil. Mark es un joven involucrado en el activismo político de tintes un tanto radicales. Jaqueado por confusos episodios con muertes de por medio, pues el compromiso estudiantil y las protestas degeneran en violentos enfrentamientos con la autoridad policial, emprende una desconcertada fuga, no tanto del “orden policíaco” como del caos urbano (que Antonioni presenta como una metáfora de la sociedad de consumo ante la cual se rebelan los jóvenes nihilistas). El protagonista entonces hurta una avioneta, y se encarrila hacia el desierto californiano, donde el azar lo topará con Daria, una secretaria veinteañera que va conduciendo para encontrarse con su jefe. Allí Zabriskie Point se transforma, por momentos, en una road-movie al mejor estilo de la prácticamente simultánea Easy Rider. El desierto, y más precisamente el punto que confiere el título al film, donde Mark y Daria coinciden, aparece como un remanso de libertad y paz; en su continuo silencio y en su vasta extensión se produce la comunión de la contracultura, se respira la eternidad, contraponiéndose a los cientos de carteles publicitarios y a las maquetas de la vida idílica ultramoderna y prediseñada que atestan las calles de la ciudad.
Es cierto que el desarrollo de la historia, lejos de ser consistente y uniforme, sufre algunas inconexiones ostensibles, y ello no debe ser motivo de sorpresa teniendo en cuenta que el guión pasó por una media decena de libretistas, incluidos el propio Antonioni y Sam Shepard. No obstante, estimo que Zabriskie Point tiene un valor más significativo y perdurable como ejercicio documental que como ficción propiamente dicha. Avalando dicha impresión, no es anecdótico mencionar que el dúo protagonista no tenía experiencia ni formación previa en materia de actuación cinematográfica (Mark Frechette se retiró a vivir a una comuna, pero acaso signado por la tragedia, al igual que su personaje, fue arrestado al intentar asaltar un banco poco tiempo después del estreno de la película, y falleció en extrañas circunstancias mientras purgaba su condena en la prisión).
Con el pleno dominio de la técnica del séptimo arte que siempre lo caracterizó, esto es, del movimiento, del color, del plano, pero infundido por esa tenacidad que lo conducía a ser actual y subversivo, alejado de los procedimientos clásicos, en su primera y única experiencia estadounidense, el cineasta italiano consiguió algunas secuencias admirables. Destaco muy especialmente la del onírico acto sexual en la aridez del Valle de la Muerte, que desemboca en una idealización colectiva del amor libre y universal por medio de un montaje que constituye en sí mismo una pieza de arquitectura sensorial. Claro que toda esta continuación de imágenes que configuran una experiencia visual inenarrable, vienen a ser complementadas por una banda sonora que, en sintonía con la excusa argumental, también trasluce las tensiones socio-políticas y los manifiestos culturales de una época signada por Vietnam y la explosión psicodélica. Se suceden, en consecuencia, composiciones de Pink Floyd, Kaleidoscope, Jerry Garcia y su banda Grateful Dead, quizá el prototipo mismo del sonido psicodélico.
Se afirma habitualmente que las cintas de Michelangelo Antonioni, rigurosas y modernas como eran (o son), diseccionaron en algún punto la alienación, la angustia y el desconcierto del hombre contemporáneo. Si bien Zabriskie Point podría resumirse como la mirada desencantada de un europeo sobre una Norteamérica en crisis más axiológica que bélica, en el fondo el tema sigue siendo el mismo: la condición humana como territorio inabarcable, descripta con menos respuestas que preguntas. Hasta que todo explota al son de “Careful with That Axe, Eugene” y la opresión del individuo sumido en la dimensión económica como única esencia de su ser (Marcuse dixit), aunque sea por un instante, y en medio de un collage de imágenes surrealistas, parece desaparecer.
Zabriskie Point (EE.UU., 1970).
Director: Michelangelo Antonioni.
Intérpretes: Mark Frechette, Daria Halprin, Rod Taylor, Paul Fix, Bill Garaway, Kathleen Cleaver. .
Calificación: 7.