El primer libro de la trilogía El amor más allá del tiempo, Rubí, fue toda una sorpresa para mí convirtiéndose en una de las mejores novelas juveniles del pasado 2011 gracias a Gwen, su divertida protagonista, a los interesantes viajes en el tiempo y al misterioso Conde de Saint Germain. Hace pocos meses que pude hacerme con sus continuaciones, Zafiro y Esmeralda. ¿Han seguido el mismo camino que su predecesora?
Si no habéis leído la primera parte, recomiendo que no leáis esta reseña pues contiene algunos spoilers.
Enterarse que era una de las últimas viajeras en el tiempo no ha sido fácil para Gwendolyn. Desde entonces su vida se ha convertido en una carrera contrarreloj. No está sola, tiene a Gideon, quién le hará ver que el amor entre dos viajeros en el tiempo puede deparar sorpresas inesperadas, a su mejor amiga, Leslie, al fantasma de su instituto, James y al espíritu de un gárgola llamada Xemerius.
Gwen y Gideon tienen una importante misión de la que ocuparse: recuperar la sangre de los otros viajeros en el tiempo que ha habido a lo largo de la historia para cerrar el círculo de los Doce y cumplir con los propósitos del Conde de Saint Germain. Para ello Gwen deberá aprender a bailar un minué (algo nada fácil) o a saber el significado de los movimientos de los abanicos. Sin embargo, deberá entender que el amor debe pasar por delante de lo demás, sobre todo cuando caiga en las redes del Conde.
“-Encuentro que si han podido conseguirlo con Keira Knightley, podrán lograrlo conmigo –intervine confiada, Keira Knightley me parece la chica más moderna de mundo, y a pesar de todo, siempre está maravillosa en las películas de época, incluso con las pelucas más estrambóticas.”
Gwen está cansada –igual que yo- de no saber más sobre el cronógrafo, del por qué Lucy y Paul dejaron de ayudar al Conde, del por qué Gideon es tan dulce a veces y otras tan desagradable con ella. No se quedará con lo brazos cruzados y, junto con Leslie, comenzará a investigar y a descubrir secretos que nos dejaron muy sorprendidas (tanto a Gwen como a mí).
Si el final de Rubí abrió varios interrogantes que, sin duda, nos dejaron con ganas de más, Zafiro nos dejará con más. Kerstin Gier abre más incógnitas en cuanto al robo del cronógrafo, la participación de Lucy y Paul en él y sobre el misterioso Conde de Saint Germain. Tantas que me hizo preguntarme si realmente la autora conseguiría cerrarlos y darle un final digno a la trilogía (Ya me he leído Esmeralda y tengo mi respuesta, pero no os diré nada hasta su reseña). Lo que sí es un final increíble es el de este segundo libro que aunque no lo creía posible –por lo que sucede- me ha gustado más de lo que me pensaba y me ha dejado con el corazón en un puño.
He disfrutado mucho de Zafiro, tiene un ritmo completamente trepidante que apenas deja descansar no sólo a los personajes e incluso a nosotros como lectores. Es empezarlo a leer y sentir que se puede parar, hay muchas escenas divertidas y tiernas con las que se consigue coger más cariño si cabe a los protagonistas. Pero el amor ha cambiado un poco a Gwen y me ha decepcionado un poco. Desde que Gideon la besa, Gwen y sus sentimientos me han resultado un poco cargantes, afortunadamente sólo ha pasado en muy pocas ocasiones. Gideon ha mantenido su bipolaridad pero si que ha dejado entrever su verdadera manera de ser y sus emociones. Ha habido más Leslie (adoro a esta chica), más Madame Rossini (lo más importante es la autenticidad) y Charlotte ha mostrado su faceta más desagradable. No puedo dejar olvidado al maravilloso Xemerius que me ha hecho pasar momentos divertidísimos.
Hay algo que me ha molestado bastante y han sido las palabras repetidas, frases sin coherencia ninguna que he tenido que leer varias veces para saber que querían decir, etc. No ha sido una, ni dos, ni tres veces, sino bastantes más. Me ha sorprendido porque es algo que no me había pasado antes con ningún libro de Montena.
Me pregunto qué es lo que realmente hace Kerstin Gier en esta trilogía para que simpatice tan rápido con Gwen, Leslie, Míster George, Madame Rossini y compañía, para que una vez abra sus páginas me sienta transportada a los diferentes Londres que describe. ¿Será Esmeralda un buen final?