Revista Cine
Directora: Lucrecia Martel
Sensaciones encontradas me ha dejado la última película estrenada por Lucrecia Martel, que al final no fue la malograda adaptación de El Eternauta (una verdadera lástima). "Zama", basada en la novela de Antonio Di Benedetto, la cual no he leído así que no hablaremos de su calidad como adaptación. Fundamentalmente, "Zama" me parece un notable experimento cinematográfico, lo cual no sorprenderá a quienes hayan visto la filmografía de la directora argentina y, por tanto, experimentado sus experiencias (me van a perdonar las redundancias) sensoriales, atmosféricas, psicológicas, con especial cuidado en la construcción sonora como vínculo entre personaje y paisaje, entre espectador y universo dramático. "Zama" no se aleja de ello en lo absoluto, Lucrecia Martel abraza de nuevo su visión del cine, y en la ocasión nos cuenta el calvario de Diego de Zama, funcionario de la corona española ubicado en alguna parte de Argentina (o de Paraguay, dicen otros), que quiere ser transferido a otro lugar con más gente, con gente más civilizada quizás, con su familia primordialmente, en todo caso alejarse de la monotonía y el aislamiento y el sopor vital, pero que debe soportar la absurda seguidilla de acontecimientos (burocracias, malditas burocracias) que no hacen más que posponer dicho traslado, minando su estabilidad psicológica y su relación con la realidad, que paulatinamente pierde todo sentido y lógica. Así las cosas, "Zama" se sustenta en la puesta en escena de Lucrecia Martel, puesta en escena vigorosa y de tremenda fuerza expresiva, y en la genial interpretación de Daniel Giménez Cacho, que compone a un Zama agobiado, perdido, rendido, otro despojo de hombre humillado por la realidad, reducido a burdo y lamentable estropajo.
Entonces, ¿por qué lo de sensaciones encontradas? Cosa mía, claramente, pero más allá de la potente visión de Lucrecia Martel y de lo incisivo de su cine, de su cámara, de su manera de narrar (de capturar personajes, o mejor dicho relaciones, lazos, miradas, conflictos furtivos, historias subyacentes y tragedias latentes pero no por ello menos punzantes, lacerantes; el suyo es un cine sutil, al que hay que prestar atención porque su narrativa no te regala nada, no te facilita respuestas ni interpretaciones delimitadas), siento y pienso que a "Zama" le falta algo, una idea o concepto base, aglutinante, que eleve este magnífico ejercicio (ejercicio que devora al argumento) de agobio y desgaste psicológico que construye de manera tan firme y consistente, o que, no lo sé, justifique el escenario, que aproveche más su aspecto histórico (no todas las historias "de época" son históricas, ojo) y los aspectos sociales y políticos que vienen con ello, que se adentre un poco más en la naturaleza de sus personajes, que explore más en la personalidad del protagonista, no sé... Porque entiendo que poco a poco el tal Zama lo va perdiendo todo, es probable que ni él mismo se pueda reconocer (¿qué ve un burócrata cuando se mira al espejo?), que haya olvidado los motivos iniciales de sus deseos de partir, pero aparte de su familia, a la que desea volver a ver, ¿qué más hay en este hombre tan agobiado, tan cansado, tan desgastado?, ¿qué hay en ese espacio que lo rodea, además de absurdas burocracias?, ¿qué hay en su tormento, además de guiños al cine de terror y al western? Seguir haciendo preguntas es andar en círculos, así que comencemos a concluir esto de una vez...
Que no se diga que a "Zama", en todo caso, le faltan méritos, porque méritos le sobran y siempre es refrescante y estimulante cuando nos llegan propuestas tan audaces y singulares, especialmente en estos tiempos de atontamiento cultural y artístico provocado por productos fabricados en masa por obra y gracia de esas inmensas factorías de ideas (ja, ja... de ideas) y/o fábricas de salchichas, salames, toda clase de embutidos hechos con la más nauseabunda mierda disponible. Y bueno, mañana se viene un estreno de netflix, así que hay que estar preparados digo yo...