¿Que es lo que impide que millones de ciudadanos no sean capaces de ver el hundimiento y la degradación de España, a pesar de que los síntomas son evidentes y que la verdad está delante de sus narices? ¿Por qué nadie denuncia que España ya no es una democracia y que la arbitrariedad y la corrupción en las administraciones públicas ha llegado a niveles de nausea? ¿Por qué nadie advierte a los ciudadanos que están siendo arruinados por su gobierno, que es incapaz de adoptar medidas sensatas frente a la crisis y que, incapaz de renunciar a sus privilegios, siguen endeudando más y más al país, comprometiendo su prosperidad y su futuro?
Nos creemos libres porque podemos expresarnos con libertad, pero en realidad somos mentes controladas por el poder. Delante de nuestros ojos se está hundiendo la nave y somos pocos los que vemos el naufragio y el inmenso dolor que produce. ¿Que está pasando en España para que la sociedad entera camine hacia el matadero sin protestar? ¿Por qué ni siquiera los intelectuales y periodistas, obligados a convivir con la verdad, denuncian el desastre?
La única explicación es que en la España de Zapatero se están desplegando con un éxito casi absoluto las estrategias del "Estado Cínico", consistente en utilizar todos los recursos del poder para engañar, mentir, confundir, debilitar y desarmar a la ciudadanía, logrando que el pueblo, con la mente nublada y el alma acorralada, no perciba que su democracia ha sido asesinada, que sus riquezas están siendo despilfarradas y que todas las defensas y cautelas frente al poder han dejado de funcionar.
Zapatero es hoy el líder mundial que aplica con mayor maestría y destreza las estrategias del Estado Cínico, el dirigente que está demostrando a diario que para esclavizar a un pueblo y someter a toda una nación es mejor utilizar el dinero público, la propaganda, la mentira y la sonrisa que el fusil, el garrote y otros métodos clásicos de la represión y la opresión.
La tesis central de los partidarios del cinismo estatal es que no es necesario reprimir y doblegar las libertades y derechos, como se hace en Cuba, Marruecos, Venezuela, Irán y otros países violentos del mundo porque se obtienen mejores resultados y el dominio de las "castas" queda igualmente garantizado si se utiliza la propaganda para engañar, el debate falso para confundir, la mentira para desorientar y el dinero para corromper y comprar voluntades y lealtades.
La Historia está demostrando a diario que Zapatero tiene razón y que sus métodos incruentos son más eficaces y seguros que los que utilizan sus amigos dirigentes de China, Cuba, Venezuela, Irán, Siria, Marruecos y otros países totalitarios. Guste o no, lo cierto es que Zapatero, sin perder la vitola de "demócrata", sin reprimir abiertamente la libertad de expresión , sin tener que soportar una rebelión ciudadana interna y sin causar un solo muerto, está consiguiendo doblegar a los españoles mejor que Castro domina a los cubanos o que el gorila Chávez aplasta a los venezolanos.
Frente al cinismo elevado a política de gobierno, no existe otra receta que la verdad. La verdad es tan contundente y clara que disipa el engaño y aporta cordura, decencia y libertad allí donde antes reinaban las tinieblas, la mentira y la confusión. Ante el vergonzoso dominio del engaño, la mentira y el cinismo, impuestos por el poder, la única salida que le queda a España es una rebelión cívica que restituya la verdad y la decencia, encabezada por intelectuales y periodistas. Sólo con la ayuda de intelectuales y periodistas es posible devolver a los ciudadanos la luz, la cordura y el vigor que España necesita para sacudirse la corrupción, recuperar la verdadera democracia, abandonar el foso de la decadencia y regenerarse.
¿Por qué periodistas e intelectuales se niegan a denunciar la corrupción y la incomprensible ineficacia del Estado a la hora de solucionar nuestros problemas? ¿Por qué no denuncian abiertamente el asesinato de la democracia y su sustitución por una dictadura de partidos políticos?
La única respuesta válida es que los intelectuales y periodistas se han dejado "comprar" por el poder cínico, que ha logrado amordazar la verdad. Hay cientos de periodistas que parece que son críticos pero que nunca sobrepasan las líneas de seguridad. La mayoría de los críticos, cuando hablan en tertulias y debates periodísticos, jamás se atreven a arremeter contra el sistema. Todos temen que el poder les represalie, que no vuelvan a llamarles para hablar en público, que dejen de pagarles los cuantiosos estipendios, que el gobierno retire la publicidad, que el poder les condene al ostracismo.
Conozco a varios tertulianos importantes de este país y todos admiten en privado que no pueden ni deben ser demasiado radicales en sus tertulias. Justifican su posición de verdades a medias y de críticas suaves diciendo que no hay que escandalizar a la audiencia, pero, si les aprietas, confiesan que si dijeran la verdad con crudeza perderían la tribuna y dejarían de "salir en pantalla" o quedarían "sin micrófono".
El Estado Cínico utiliza métodos de persuasión y control más emocionales que racionales, que ni siquiera habían sido previstos por Orwell, que jamás descubrio el control no violento del pensamiento. Consisten, básicamente, en crear ilusiones falsas pero necesarias y útiles para el poder, como que existe una prensa libre, que la verdad es respetada, que al poder le preocupan los derechos sociales, que los políticosse interesan por el bienestar ciudadano o que la crisis afecta a todos por igual, entre otras muchas. Esas falsas convicciones generan una nebulosa mental que impide ver lo que cualquier niño vería en condiciones normales: la arbitrariedad del poder político, la corrupción galopante, el favoritismo, los prejuicios y otros manejos idecentes del poder.
Son los métodos del Estado Cínico, dominados a la perfección por Zapatero y su gobierno, cuyo producto es un país que se hunde sin percibirlo, una economía que retrocede, una nación que se desintegra, un Estado tan hinchado y repleto de parásitos que es insostenible y un gobierno que expolia, endeuda, despilfarra y despliega arbitrariedad a diestro y siniestro. Verdades todas ellas ignoradas y camufladas bajo el manto de la mentira, de la propaganda y de la más vergonzosa autocensura de intelectuales y periodistas.