En este ocaso de Zapatero, los medios informativos de izquierdas le afean a los de derechas que lo traten con desprecio, incluso que lo insulten, olvidando que antes de marzo de 2004 lo habían hecho ellos, y aún lo hacen, con Aznar.
"España y yo somos así, señora" decía Eduardo Marquina, en “En Flandes se ha puesto el sol”. Trataba sobre la derrota de los Tercios en la Guerra de los Ochenta Años, en los que España combatió por el catolicismo para derrotar al protestantismo.
En gran medida la historia se repite: guerra entre católicos y protestantes, no importa quiénes sean unos u otros. Su enemistad es dogma de fe, y unas veces los del PP son los católicos, y otra protestantes, y a la inversa los del PSOE.
Como no están en tiempos para guerras, se insultan. A Aznar llegaron a llamarle asesino y maleante en los periódicos de izquierdas que ahora le reprochan a sus competidores de derechas, o incluso de centro, que le llamen a Zapatero ignorante económico, y felón político por su entrega a Bildu.
El notable periodista y editor prosocialista Manuel Cruz, ha escrito en “El País” que “Alguna vez habría que encerrar a los que insultan en el ring de su insulto, a ver cómo salen de él, cómo consiguen escapar del aire pútrido de su chantaje”.
¡Encerrar!, dice. Qué pulsión estalinista. Olvida que durante los mandatos previos a Zapatero, ese Aznar de aspecto a veces tenebroso, como del Greco, y con la fanfarronería de un capitán de los Tercios de Flandes, sufrió los mayores insultos que pudieran leerse u oírse divulgados por los medios como el del mismo Cruz.
Así fue, y así será. El insulto como forma contemporánea de hacer la Guerra de los Ochenta años.
Es el sino español.
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SALAS sólo observa