
Ilustración de Manel Fontdevilla en Público (me pareció adecuada)
El otro día me comentaba un destacado dirigente socialista que Zapatero “se está inmolando sólo para que quien le suceda tenga una mínima posibilidad” y se pueda saldar la presumible debacle electoral con una derrota digna. El hecho de que no se hayaanunciado un sucesor se debería en ese caso a la estrategia de no ofrecer un blanco fácil al Partido Popular con tanto tiempo por delante. “Zapatero está muerto, es un cadáver político”, me insistía una y otra vez.
Después de la retahíla de recortes sociales con los que nos ha bombardeado en los últimos meses, el anuncio definitivo del retraso a la edad de jubilación y de la ampliación del período para el cómputo de las pensiones no hace sino confirmar que Zapatero está abocado por su propia voluntad a vivir en vida la maldición del fantasma.
Esa crueldad que consiste en recordarlo todo, en ser prisionero del filo de las repeticiones, en conocer al dedillo cuanto vio, supo o escuchó en vida y, lo que es peor, también cuanto no supo ni vio ni escuchó, pero que le afectaba. Lo que sabía de él y lo que de él sabían los demás, pero que él mismo desconocía. La teoría inverosímil que plantea Julián Marías en el sublime relato “Cuando fui mortal”.
Hasta tal punto esto es así que ya no sólo le florecen los disidentes e inconformes entre las filas de la oposición y entre la ciudadanía en general, sino que cada vez son más quienes entre sus correligionarios son incapaces de contenerse y manifiestan abiertamente su disconformidad. Desde los constantes toques de atención del Presidente castellano manchego, José María Barreda, hasta las críticas públicas del diputado socialista por Granada, José Antonio Pérez Tapia, que lo acusade “sucumbir servilmente a los mercados”.
Zapatero parece dispuesto en no dudar ni un ápice a la hora de asestar la penúltima dentellada al Estado del bienestar en un acto de obediencia genuflexa ante esos nuevos líderes mundiales en los que se han convertido los mercados. Y la tendencia, especialmente entre los gobiernos que se autodenominan “socialdemócratas” es algo más que preocupante. Tanto es así que Mario Soares, histórico ex presidente socialista portugués ha saltado a la palestra llamando a los dirigentes de la piel de toro a plantar cara a la UE.
El nerviosismo que se ha instalado entre los socialistas no es descabellado. Muchos de quienes hacen bandera de él se la juegan en las inminentes elecciones municipales y autonómicas y la debacle amenaza con ser similar a la sufrida en las catalanas. A estos dirigentes, las medidas tomadas por el Presidente los dejan con el culo al aire y sin margen alguno para la maniobra. Además, en el horizonte inmediato no se vislumbra ningún indicio de que la cosa vaya a sufrir algún cambio a corto plazo.
Todo este galimatías interno se pone de manifiesto en las actuaciones de la estructura socialista a la hora de afrontar los siguientes comicios. La consigna primordial ahora parece ser la movilización a toda costa de las bases, ante el peligro siempre presente de que buena parte de ellas opten por no acudir a votar. Sin embargo, a este fantasma clásico al que se enfrentan los socialistas cada vez que en el horizonte se dibuja un nuevo plebiscito se le suma ahora la posibilidad real de un trasvase de votantes tanto por la derecha como por la izquierda. Dicho en palabras de Ignacio Fernández Toxo, Secretario General de CC.OO, el Gobierno está dejando libres “sus flancos derecho e izquierdo”.
Como consecuencia, el mensaje que se transmite a las bases es que obran en poder del partido datos que ponen de manifiesto que “los ciudadanos están deseando votarnos, sólo esperan que les demos un motivo para ello”, según manifestó durante una intervención en clave interna una dirigente del socialismo andaluz. La procedencia de dichos datos y su manifestación física en una encuesta no la ha visto nadie. Sin embargo en el mismo sentido se pronunció uno de los candidatos a Alcalde de una capital andaluza poco después.
Así las cosas, esta especie de lenta agonía parece no tener visos de cambio y amenaza con prologarse lentamente hasta el próximo mes de mayo. Lo que ha provocado que la disensión interna se acentúe sobre manera, sobre todo entre quienes ya no tienen nada que perder y aprovechan las últimas convulsiones para sacar el máximo provecho al futuro cadáver.
Es lo que está ocurriendo en Sevilla, donde con un Zoido que ya se ve prácticamente de Alcalde, las maniobras del actual equipo de gobierno de la ciudad, en especial las del Alcalde y algunos de susdelfines, se leen en clave interna como zancadillas intencionadas al candidato para provocar la garantía de un buen retiro para algunos de sus promotores.
Nada de esto parece conmover a un decidido Zapatero, que se muestra inflexible a la hora de seguir por el constreñido sendero de las reformas y los recortes sociales y obsesionado con abocar a su partido a una derrota histórica, a pesar del cacofónico eco de las voces de los que están, y también de los que ya se han ido, gritándole permanentemente en los oídos y sin miramientos lo que piensan de él. Es lo que tiene el poder, el inevitable daño colateral de producir sordera permanente en quienes lo ostentan, a pesar del insufrible ruido de fondo.