Zapatero parece vinculado al terrorismo, al igual que los personajes de la tragedia griega clásica lo estaban a su fatal destino. Del mismo modo que Edipo terminó asesinando a su padre y acostándose con su madre, como habían dispuesto los hados, Zapatero, que llegó al poder aupado por la pila de cadáveres que el terrorismo causó el 11 M, piensa ganar las próximas elecciones gracias a una paz con ETA que ya se está fraguando en las pestilentes cloacas del Estado.
Zapatero, a pesar de que ya es un derrotado en las encuestas, que su nombre resta votos al socialismo y que su política concita el rechazo de toda la España decente, se niega a dimitir y a convocar elecciones, como convendría a España y al bien común, porque dice tener guardada en su manga de jugador ventajista una sorprendente carta que puede otorgarle la victoria. Esa carta no es otra que una paz firmada con ETA en vísperas de las elecciones generales del 2012.
Hay quien dice que su victoria en 2008 también se la debió al terrorismo, ya que el llamado "Proceso de Paz" con ETA fue el elemento estelar de la legislatura, sin olvidar que los terroristas etarras asesinaron a un militante socialista vasco en vísperas de las elecciones, proporcionando así a ZP el "empujón siniestro" que necesitaba para ganar.
El asunto de la paz con ETA está siendo llevado con mimo y secreto por los principales asesores y más estrechos colaboradores de Zapatero, hasta el extremo de que la mayoría de sus ministros ni siquiera conocen el tema. Por eso, cuando Jaime Mayor Oreja denunció recientemente que el gobierno estaba negociando con ETA, Zapatero y los suyos lo estigmatizaron y lanzaron contra el político vasco del PP todos los caballos, arietes y furias de la izquierda mediática.
Sin embargo, aunque parezca increíble, mientras España, plagada de parados y de pobres, destruye sus empresas y se hunde, víctima del mal gobierno de Zapatero, el presidente y los suyos tienen la esperanza puesta en esa espectacular victoria final contra el terrorismo etarra y en que ese destello de éxito les abra, una vez más, las puertas del poder, por cuatro años más, una desgracia que si llegara a ocurrir acabaría, probablemente, con lo poco que queda de España.
El optimismo, incluso cuando parece irracional, es el lema favorito de Zapatero y su equipo. Zapatero y sus asesores creen que, a pesar del desastre económico de España, de la marea de parados que su mandato ha producido y del hundimiento de su credibilidad y de su prestigio como político, todavía sería posible una victoria si en vísperas de las próximas elecciones ETA abandona las armas y se rinde.
De ese modo, una vez más, Zapatero sería aupado hasta el sillón presidencial por la manada de asesinos terroristas que ha sembrado de dolor y de miedo la historia de España en las tres últimas décadas.
Triste victoria, pero victoria al fin y al cabo, dicen los amigos de Zapatero, que cada día ven más posible el "milagro", dada la creciente debilidad, aislamiento y desmoralización del sector etarra partidario de la lucha armada y de la lucha eterna contra el Estado español.
La política española, estrechamente sincronizada con la acción de la Justicia gracias a jueces "amigos", está acusando y persiguiendo con especial ahínco al sector duro de los etarras, mientras se muestra blanda y comprensiva con los partidarios de la paz. Si a esa estrategia se une la labor de los servicios de inteligencia, que están infiltrando a la banda y minando la moral del colectivo de presos, cada día más dividido y proclive a la paz, es lícito pensar que la idea de Zapatero de auparse de nuevo sobre el terrorismo para mantenerse en el poder no es, en modo alguno, una quimera irrealizable.