Hemos comprado una caja de luz para poder hacer fotografía de producto con ciertas garantías. Lástima que aun me falta el equipo de iluminación, pero por ahora me conformo con tomar este tipo de imágenes, aunque, claro, los colores se los he dado yo en el post proceso, pero la bola y el fondo quedaron bastante bien en la toma. A veces pienso que debería hablar algo más de fotografía en el fotonauta, de una forma más técnica, no sé, pero tampoco es cuestión de hacer turoriales ¿no? para eso hay otras páginas. Me da la impresión de que, finalmente, lo que esperan encontrar los lectores del fotonauta son reflexiones sinceras y sin complejos que me salgan de las tripas y del alma.
Y eso haré.
Y eso haré porque es que, además, no sé hacer otra cosa más que gritar mis verdades a quien las quiera oír, así que parece que he caído en mi propia trampa. Una trampa dulce, eso sí, pero de la que me cuesta salir. No puedo ir por la calle sin fijarme con espíritu crítico en la gente. No es que me enfade, para nada, pero se encienden las alarmas ante la estupidez humana por ejemplo cuando veo los zapatos de tacón o los de plataforma.
A ver, chicas, a ver si de una vez por todas os enteráis de que los zapatos de tacón son para eventos elegantes a cualquier hora del día, pero exclusivos, fuera de lo normal, donde has de ir especialmente bella y hermosa. Sirven para haceos parecer más altas y para estilizar un poco los gemelos, pero nada más. Cualquier otro uso en cualquier otro momento es una soberana estupidez que, además queda horrible. Tanto los tacones de aguja como los de plataformas. Estos últimos solo tienen como función hacer que la persona parezca más alta, así que mira por donde ya todos sabemos que tienes un terrible complejo de bajita que tira de espaldas y yo detesto a la gente que va por ahí aireando sus complejos y sus miserias.
¿Quién les ha dicho a esas chicas que se ven bien vestidas con esos zapatones horribles o con esos tacones de aguja tan increíblemente poco prácticos? Porque que nadie me diga que ni unos ni otros son cómodos y apropiados para pasear por la ciudad, toda llena de agujeros y con suelos que son todo menos lisos. Los tacones de aguja necesitan suelos elegantes, finos, lisos, suelos y ambientes caros y refinados en los que vas a caminar despacio y poco, luciéndote sin prisas, igual que las plataformas, que para eso están diseñados. Y luego es que, para colmo, no combinan con nada que no sea un vestido de fiesta, algo elegante y fino, sensual y atrevido, distinto, no esos espantosos vaqueros o esos horribles shorts. Y eso que yo no entiendo nada de moda, pero es que tanto las plataformas como los tacones de aguja cantan muchísimo, destacan para mal, demuestran complejos e incultura y hacen daño a los ojos y a los pies cuando se supone que tanto el calzado como el colchón deben ser lo más cómodo posible porque soportan nuestro peso durante un montón de horas.
En fin, mira por donde, no me esperaba yo hablar de zapatos hoy, pero una vez más he de ceñir que así ha salido la cosa. Espero que ninguna de las lectoras de este blog use tacones de aguja o zapatones de plataformas cuando no corresponde, aunque somos tantos que me temo que alguna habrá. Si es valiente y me dice porqué los usa, sería un placer escucharla. Pero no vale decir que son comodísimos porque no me lo creo. Solo con ver a las chicas caminar por las calles de Madrid ya me doy cuenta de que eso jamás será más cómodo que unas zapatillas de deportes, o unos botines de trecking, o unas sandalias, o cualquier otro tipo de calzado que se te ocurra, así que quien se atreva a confesarlo será mejor que afine bien sus argumentos. Naturalmente todo esto lo escribo con una sonrisa en los labios, como no puede ser de otra forma. Jamás perdería el tiempo poniéndome serio ante un tema tan ñoño, pero si lo tomamos a broma, entonces ya sí que vale la pena debatir sobre ello.
En fin, zapatitos y zapatones. Buen tema para este domingo extraño en mitad del verano.