Revista Opinión
Soy rendido admirador de las capitales de provincia en España, todas tienen sobrados méritos urbanísticos y artísticos para disfrutarlas, son ciudades construidas lentamente, poco a poco, con el poso de los años, de las civilizaciones y culturas dominantes antaño y casi siempre salvadas de la especulación y su destrozo debido a su pobreza, a las pocas posibilidades de hacer negocio con su atraso, perjudicadas por sus comunicaciones y su pequeño tamaño. Entre las capitales españolas, -la mayoría son muy pequeñas- destacan por razones de mayor población, Madrid, la capital que dobla en habitantes a la siguiente grande, Barcelona que cuenta con 1.600.000 habitantes. En el extremo pequeño hay unas 20 capitales de provincia que cuentan con menos de 100.000 habitantes; otras 18 capitales pueden tener entre 100.000 y 200.000 habitantes; con un tamaño mediano entre 200.000 y 400.000 habitantes hay una decena de capitales; finalmente hay media docena que podemos considerar grandes capitales, por su tamaño relativo, entre 400.000 y 800.000 habitantes, que son de menor a mayor población, Palma, Murcia, Málaga, Zaragoza, Sevilla y Valencia. Zaragoza ronda los 700.000 habitantes, es una ciudad grande que genera suficiente vida propia, además está alimentada por su situación en el medio de las comunicaciones entre País Vasco y Cataluña, lo cual siempre influyó en el mestizaje de ideas y personas y el trasvase de productos. Todos conocen la ciudad por El Pilar, y su catedral La Seo, evidentemente conforman un gran espacio de disfrute y actividad lúdica, además de contener múltiples atractivos artístico-religiosos, aunque en muchos aspectos sean comunes a tantos lugares de España, salvo las diferentes cubiertas azulejadas de El Pilar y el mudejar.