Revista Educación

¡Zas! En toda la boca

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Esta semana hemos sabido cuál es la ciudad más innovadora del mundo. Y no, señores, no es ni Nueva York ni Tel Aviv, dos de las finalistas. Ha sido Medellín. ¿Cómo se les queda el cuerpo? Sí, la patria de Pablo Escobar, donde muchos europeos y norteamericanos se creen que aún hay tiroteos en los tejados de las casas, los carros-bomba estallan cada dos minutos y para caminar por las calles hay que esquivar cadáveres y niños mutilados. Pues ya ven, la realidad es un tanto diferente.

La distinción la otorga el centro internacional Urban Land Institute (ULI) que tiene sede en Washington, Londres y Tokio. Con un jurado conformado por directivos del CitiGroup y el Wall Street Journal (WSJ), el ULI ha valorado en Medellín factores como el sistema de transporte masivo; la reducción de emisiones de CO2; los espacios culturales y el trabajo de la empresa de servicios públicos municipal (EPM).

Medellín es una ciudad preciosa, encallada en un valle, la “ciudad de la eterna primavera” la llaman en Colombia, donde el clima es idéntico al de Santa Cruz de Tenerife. Lo dicho, un paraíso. Azotada por su estigma de capital de la droga y el mal, los “paisas” (así se les llama a los que son de esta región) son las personas más orgullosas y luchadoras que conozco. Decidieron, tras dejar los horrorosos 90, con toda la violencia que esta población pudo soportar y más, demostrar que podían ser el centro del universo. Y pues no lo son, pero en 20 años han conseguido logros que otras ciudades con siglos de historia ni sueñan.

http://www.colombia.travel/

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Y eso se debe al carácter aguerrido de sus habitantes y a políticas a largo plazo, de esas que en España no hemos oído ni hablar. Cada administración que subía al poder quería aplicar su punto de vista, pero siempre se respetó el objetivo final: dotar a Medellín de recursos suficientes para salir del estercolero en el que la violencia, la miseria y muchos hijos de puta la metieron.

Para el desarrollo de la urbe ha sido fundamental el metro, un sistema como el del U de Berlín, un monorraíl con el que puedes disfrutar de la ciudad. Además tiene dos metrocables (dos funiculares vamos) que comunican la comuna 13 y Santo Domingo, zonas en su momento más allá de lo peligrosas. Yo he tenido el placer de caminar cámara en mano por esas comunas, con la única incomodidad de no caer rodando por lo empinado de la ubicación. Además cuenta con buses articulados que funcionan con gas natural, se han construido innumerables bibliotecas, parques, han puesto color donde antes todo era negro.

Estoy feliz porque esto ha sido un zas en toda la boca a las miles de personas que tienen estigmatizadas tantas cosas, y que no tienen ningún interés por corroborar o desmentir sus ideas preconcebidas.

Pero como todo, también Medellín tiene su lado oscuro. Lo sigue teniendo. Y no es la droga. Es la desigualdad. Sigue siendo de las ciudades más injustas en el tercer país más desigual del mundo, que ya es decir.

Así que felicito a mis paisas por su “berraquera” (podríamos traducirlo en este caso como coraje) para que sigan luchando por una ciudad cada vez más bella, pero también por una sociedad menos pobre y más humana.


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