Revista Diario

¡Zas!: en todo el ojo

Por Una Mamá (contra) Corriente @Mama_c_corrient
¡Zas!: en todo el ojo
Anoche no me podía dormir pensando en una cosa que nos pasó en el puente de diciembre. Quizá fuera una tontería, pero desde entonces no he dejado de darle vueltas.
Habíamos ido a pasar la tarde a una zona de juegos, una sala grande, donde habían puesto juguetes y allí podían ir a jugar los niños libremente. Mi hijo se lo pasó fenomenal, todo el tiempo de un lado para otro, y fue nuestra primera experiencia de juego en familia en un espacio con más niños y padres. Hasta ahí todo bien.
En un momento dado, mi hijo se acercó hasta un bebé bastante chiquitito que estaba jugando con una pelotita muy llamativa. No sé qué edad tendría el bebé, pero su padre le ayuda a sostenerse sentado en el suelo, así que era chiquitito. Mi primer instinto fue apartarle inmediatamente de ahí, pero el bebé miraba encantado a mi hijo, incluso se río cuando mi hijo le quitó la pelota sin miramientos. El padre tampoco decía nada así que me parecía de ser un poco seca llevarme al niño de allí sin más, aunque yo estaba en tensión por la más que evidente diferencia de edad entre ambos.
Pasan unos minutos, todo parece ir bien. El bebé chiquitín mira sonriente a mi hijo mientras éste manipula la pelota como si nada. A veces le arrima la pelota a la boca, algo que también hace con nosotros. Yo estoy pegada a mi niño, literalmente, mientras les digo cosas a ambos e intento estar pendiente de los instintos de mi hijo, que ya me los conozco. En un momento dado, sin tiempo a reaccionar... ¡zas! mi hijo le pega un pelotazo en todo el ojo al bebé.
Mierda, mierda, mierda. Me subió un calentón desde la punta de los pies hasta la raya del pelo que no podía contenerme. Por favor, que no llore, que no llore, que no llore. Primeros segundos de silencio, llegué a pensar que hasta le había hecho gracia al bebé. Pero no, claro, es que van con cierto retardo. Por supuesto que lloró. Y mi hijo más y más alto, que otra cosa no, pero no soporta ver a nadie llorar, ¡qué desconsuelo!.
Si se hubiera abierto la tierra en ese momento lo hubiera agradecido. ¡No sabía dónde meterme!. Si se estaba viendo venir, yo sabía que iba a acabar mal, ¿por qué no me llevé a mi hijo a tiempo?. Si estaba justo a mi lado y no puede evitarlo...
El padre, aparentemente, no se lo tomó a mal. Me deshice en disculpas, me puse a parir en voz alta  (verbalizando lo que probablemente estuviera pensando) pidiendo perdón por la lenta que había estado y me marché de allí con la cabeza gacha. 
Si en ese momento me preguntan, hubiera preferido sin dudarlo que el pelotazo se lo hubieran dado a mi hijo. Son cosas de niños que no me preocupan... salvo que venga un niño de 10 años y le arree con un palo, pero eso ya sería otro cantar...
No sé si estoy preparada para la "etapa parque" que se nos avecina esta primavera-verano.

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