Revista Cultura y Ocio

Zizek: el amor y el sexo

Publicado el 12 octubre 2014 por Polikracia @polikracia

El universo es un gran vacío pero es un vacío cargado positivamente. Cuando el equilibrio del vacío es perturbado -y aquí me siento particularmente cercano a la física cuántica- y algo emerge de él, es lo que nosotros llamamos creación, que no es más que un error en el equilibrio. Debemos asumir ese error e ir hasta el fin, y el nombre de ese error es el amor. ¿El amor no es acaso un desequilibrio cósmico? Personalmente odio las opiniones del tipo “Amo a todo el mundo”… Yo no se si odio a todo el mundo o soy indiferente hacia todo el mundo. El amor es para mi un acto extremadamente violento por el cual selecciono algo (la idea de desequilibrio) frágil como una persona y lo pongo por encima de todo lo demás. Eso es el amor: el amor es el mal.

¿Qué clase de aparente sociópata (con todo el cariño que me merece) o retorcido pensador define algo tan reiteradamente bonito como es el amor?

Él es Slavoj Zizek, nacido en Liubliana capital de la Eslovenia socialista, es actualmente el filósofo más mediático, enérgico y extravagante en algunos casos de todo el panorama occidental. Es conocido por sus trabajos sobre la ideología, el pensamiento revolucionario y el cine, pero sobre todo es conocido por su método divulgativo: humor negro (¿o realista?), ejemplos ilustrativos que entiende todo el mundo y un dominio de las plataformas virtuales impecable, entre ellas Youtube.

En varios de sus vídeos podemos encontrar todo tipo de pensamientos de lo cotidiano con una alta carga filosófica, aquí nos centraremos en sus opiniones sobre el amor y Hollywood, basándonos en los diferentes análisis que ha hecho sobre el cine en “Arte, ideología y capitalismo”.

En esta obra, Zizek elabora un análisis de una serie de documentos audiovisuales y literarios con el objetivo de desgajar el componente ideológico de las manifestaciones del arte aparentemente asépticas e insípidas y de esta manera define lo Real su relación con el Arte. Para ello, se arma de una doble metodología que lo caracteriza: por un lado el análisis de clase marxista y su concepción de ideología como instrumento de dominación de una clase sobre otra y por otro lado el psicoanálisis de Lacan y su conocida Trinidad (lo real, lo imaginario y lo simbólico), todo amalgamado con la dialéctica hegeliana.

Zizek expone claramente su tesis en el primer párrafo del texto:

“La percepción de lo Real histórico en términos de una narración familiar es una operación ideológica básica, en virtud de la cual un conflicto que enfrenta grandes fuerzas sociales se reelabora desde las coordenadas de un drama familiar”.

En otras palabras, la maquinaria de producción ideológica que es Hollywood utiliza los códigos familiares (una amistad, pero sobre todo una relación amorosa de tipo edípica), más cercanos y entendibles para un consumidor pasivo de discursos como es el auditorio del siglo XXI, para edulcorar y transmitir grandes mensajes como acontecimientos históricos o lo Real Histórico.

Para ello recurre al prototipo de producto hollywoodiense: Titanic, de James Cameron. El autor identifica muy rápidamente el tema principal del filme que no es el Gran Acontecimiento del hundimiento histórico del Titanic, sino la relación interclasista (aquí vemos el componente marxista en el análisis de Zizek) entre el personaje principal obrero y su amante aristócrata. Con la premeditada escena final, donde parece ser que por fin se han desdibujado los antagonismos de clase a través de un amor náutico, James Cameron nos pone los pies en la Tierra y condena la transgresión de los personajes mediante una separación deus ex machina con el conocido Iceberg. Zizek nos pregunta si se trata al fin y al cabo de la prevención de una catástrofe social, como sería el fin de las desigualdades a través del amor.

Veamos otro ejemplo: Reds de Warren Beatty, lo Real histórico (Revolución Rusa de 1917 vista por los ojos del periodista John Reed) es abrumado y conducido hacia lo banal y familiar: la formación de una pareja. Una vez más se intenta despojar el contenido propagandístico-didáctico con una relación de amor edípica y a la vez este mecanismo se consigue dar como aceptable (desde un punto de vista del consumo de imágenes) un producto alejado de la realidad ideológica del consumidor como es la Revolución Socialista. Como dice Zizek

“Hasta la Revolución de Octubre es aceptable si sirve para reconciliar a una pareja”

Encontramos también al otro lado del muro (con La caída de Berlín, filme épico bélico estalinista, lo que resulta sorprendente), este emborronamiento del discurso ideológico mediante una relación de amor que “humaniza” e instrumentaliza la Gran Guerra Sagrada (Segunda Guerra Mundial para los soviéticos) y al líder de la guerra Stalin. La Guerra juega el papel de dragón que el príncipe azul (rojo, si se me permite), un soldado raso, debe derrotar para unirse con su pareja con la ayuda inestimable de Stalin, que resulta ser un consejero amoroso antes que el Gran Líder de la Guerra.

Por último, el autor saca a relucir la excepción que confirma la regla: El código Da Vinci, una película que justamente se presenta como un best seller desideologizado para todos los públicos. Siguiendo la trama en la que se ven inmersos el personaje principal y Sophie todo parece indicar, incluso la asexualidad de la personaje francesa, que la sucesión de acontecimientos llevará inexorablemente a la unión amorosa de los dos personajes como forma de completar la película. No obstante aquí reside la excepcionalidad del filme: no sucede nada entre los agentes. Podría resultar un “fallo freudiano” que no encuentra explicación en la asexualidad de la película o bien una explicación asceta cristiana de una sexualidad colectivizada y abstracta. En cualquier caso la película parece inacabada y por ello resulta confusa para un público que esperaba otra cosa.

El amor como el máximo error, como el mal o el amor como enzimas digestivas para el consumidor de imágenes ideologizadas que tienen un discurso histórico-ideológico tan grande para ser entendido que deben ser canalizadas por una relación amorosa. Zizek consigue abrir nuestras mentes e indagar aspectos del amor que nunca nos hubiéramos preguntado. Pero ¿qué opina sobre el sexo, la tradicional y anquilosada culminación del amor?

Basándose en la película Persona de Ingmar Bergman donde una joven le cuenta los detalles de una orgía a su amiga, Zizek plantea que el sexo para los hombres, desde un punto de vista falocéntrico y estándar de la sexualidad, no es el sexo con una mujer sino con nuestra fantasía:

“La mujer es reducida a un accesorio masturbatorio”.

En otras palabras, la mujer nos excita en la medida en que entra en el marco de nuestra fantasía, la cumpla o no. ¿Duras palabras verdad? En cambio, Zizek plantea una lectura femenina del amor muy diferente y algo más profunda:

“El verdadero goce no está en hacerlo sino en hablar de ello después”.

No es que no disfruten en el momento del sexo sino que cuando ellas lo están haciendo, ejercen una distancia narrativa mínima, de modo que ellas ya están observándose a sí mismas y narrativizando la experiencia.

Zizek concluye que la sexualidad aunque parezca una cuestión de cuerpos, no se trata realmente de ellos, sino en la experiencia de fantasía por un lado para el hombre y lo erótico de la palabra para las mujeres (y su base en la fantasía también). Se trata al fin y al cabo de una extraña conexión entre la realidad y la fantasía cuya expresión exagerada es la pornografía.

La pornografía, género profundamente conservador como lo llama Zizek, que parece basarse que todo está permitido, está basado en una interdicción fundamental. Allá donde esta práctica se muestra como la más desinhibida y libre de prohibiciones de todas las relativas a la sexualidad, cae en la prohibición de centrarse exclusivamente en lo real: necesita una fantasía, está obligada a crear una narrativa fantástica (de lo más cutre e increíble pero obligatoria) para que sea considerada pornografía.

Aquí entra en escena, nunca mejor dicho, la situación de la joven ama de casa solitaria que es visitada por un fontanero que le pregunta si tiene algún agujero que arreglar. Esta narración ridícula no debe justamente ser tomada en serio pese a que justifique la acción sexual. Se debe tomar como el momento previo, que es el único que permite identificarnos, sentir y acercarnos emocionalmente a la narrativa, a la censura del acto sexual que rompe con esta historia y que no nos permite involucrarnos emocionalmente.

“Esta es la tragedia de la pornografía, ella intenta ser tan realista como sea posible pero necesita mantener un soporte fantástico mínimo”.

El trabajo de Zizek, como buen filósofo de la escuela psicoanalítica, es la de buscar explicaciones del subconsciente que expliquen las motivaciones y acciones en lo cotidiano. El amor y el sexo son de esta manera separados de los relatos y explicaciones universales y mil veces repetidos. Muchas veces puede parecernos que va demasiado lejos en sus explicaciones filosóficas pero, ¿acaso no se trata de eso?

zizek-byn


Volver a la Portada de Logo Paperblog