La llegada de Zlatan Ibrahimovic a la Ligue 1 para ser la estrella del PSG fue tomada como muestra más del poco apego que siente el delantero sueco hacia los clubes para los que ha jugado, incapaz de desarrollar un lazo afectivo hacia ellos y siguiendo sólo el rastro de aquellos que pueden garantizarle un sueldo mensual mayor del que cobra en ese momento. Su representante, Mino Raiola, tiene bastante que ver, ya que, en parte, come por la capacidad que tenga para mover a 'Ibra' por el mercado, más allá de pensar en si es buen momento para su carrera en lo meramente futbolístico. Su paso casi fugaz por Barcelona, en el gran reto de su carrera, o haber goleado para los principales equipos de Italia hablan de un delantero que no entiende la parte sentimental del fútbol.
Pero por otro lado, no sólo es admirable el abanico de recursos técnicos de los que dispone para llevar el balón a la red y, en esta última etapa, ser un generador de juego ofensivo, también lo es la ambición deportiva que muestra en cada proyecto de los que ha participado. Cierto es que en Barcelona no pudo soportar vivir a la sombra de Messi, pero más allá de la resistencia que le presenta la Copa de Europa, Ibrahimovic es parte importante de los éxitos a nivel local de los equipos por los que ha pasado logrando ocho Ligas en sus doce últimas temporadas como profesional. Una garantía que pocos jugadores puede ofrecer en los principales torneos nacionales del Viejo Continente. En París, lejos de acomodarse y disfrutar de sus últimos años de carrera con un buen sueldo y en un sitio fantástico para vivir, se ha erigido como líder del faraónico proyecto capitalino y firmando una primera campaña realmente escandalosa, va camino de repetirla si no puede mejorarla en lo individual.
Anoche jugó la Champions, la competición que tiene entre ceja y ceja, y despachó al Anderlecht haciéndoles cuatro de los cinco tantos con los que el PSG castigó a los locales. Unos días antes se inventó un nuevo remate acrobático para abrir la lata ante el Bastia en Ligue 1 y, con seguridad, mientras pasen los próximos partidos en Francia no piense en otra cosa que no sea eliminar a Portugal en la repesca UEFA para el Mundial, jugar el que puede ser su última fase final con Suecia y, que no se nos olvide, darle una alegría a sus compatriotas. Allí le estará esperando otro jugador que bien merece una entrada por su cambio de actitud que no de impacto en el juego: Cristiano Ronaldo.
Ibrahimovic un futbolista de élite del Siglo XXI donde el sentimiento pierde protagonismo para ceder ese espacio a la ambición al servicio de quien la quiera comprar.