Zombeavers (Castores zombies), terror ochentero

La década de los ochenta fue muy prolija en películas del género del terror que alejadas de grandes presupuestos presentaban unas propuestas cercanas a la serie B. Zombeavers (Castores zombies) bebe de esas fuentes pero adecuándolas al siglo XXI. Aquí no encontraremos una historia que nos haga pensar, una historia original sacada de un fenómeno guionista. Todo lo que aquí se muestra es una fórmula repetida hasta la saciedad.

Tres jóvenes sexys deciden hacer una escapada a un lugar alejado del mundanal ruido, en este caso la siempre terrorífica y peligrosa cabaña en el bosque. Ese es el punto de partida de esta loca y disparatada historia de jóvenes con las hormonas disparadas. No encontrarán solo sexo en tan recóndito lugar. Allí comenzará su terrorífica lucha contra ¡zombies castores!

Parece que está de moda convertir a cualquier animal, persona o cosa en muerto viviente. ¡La sombra de Walking Dead es alargada! Sin duda no se nos pondrán los pelos de punta con ninguna de las escenas del film, más bien todo lo contrario pues la comedia salpica todo el metraje incluso más que la propia sangre del mismo que es bastante numerosa.

No por ser las bromas más conocidas tienen menor efecto sobre nosotros. No faltarán los tropezones en las escaleras, los golpes cómicos a los protagonistas, herederos de la factoría Scary Movie o las escenas más surrealistas y delirantes que últimamente se han visto en el cine. ¡Atención con el ataque de los castores a la cabaña y la defensa que hacen dos de los protagonistas armados con martillos que nos recuerda a una atracción de feria!

Zombeavers (Castores zombies) es un catálogo de situaciones que ya hemos visto pero que consigue su objetivo, hacernos pasar un buen rato entretenidos con lo que estamos viendo. Es un revival de los años ochenta y de los nunca olvidados clásicos ochenteros como Posesión infernal, La Cosa, Critters o Creepshow 2 al que se le unen unos diálogos al más puro estilo Apatow o Kevin Smith para rematar la faena. ¡Y quién soy yo para criticar a los clásicos y a los nuevos genios de la comedia más gamberra!