Por Jennifer Delgado
La zona de confort es ese espacio en el que nos sentimos cómodos y relativamente seguros. No se trata únicamente de un espacio físico, sino que también incluye una forma mentis y, por supuesto, una disposición emocional. Por tanto, todos tenemos una zona de confort emocional en la que pasamos la mayor parte del tiempo.
¿Qué es el confort emocional?
El confort emocional es una sensación de bienestar, un sentirse a gusto en el ambiente y con uno mismo del que emana cierta comodidad. Implica la prevalencia de emociones agradables y generalmente positivas, pero sin caer en extremos como la euforia, aunque también pueden existir emociones negativas a las que nos hemos acostumbrado, de manera que su efecto disruptor ha disminuido.
Experimentar ese confort emocional es fundamental para establecer lazos con otras personas. Solo cuando nos sentimos seguros y gozamos de cierto equilibrio afectivo podemos abrirnos y entablar relaciones auténticas con los demás.
El confort emocional también es clave para nuestro desempeño. Mantener un estado afectivo basal nos permite enfocarnos en las tareas que debemos realizar, de manera que las emociones no se convierten en un obstáculo sino en facilitadoras de la actividad. Sin embargo, todo no es color de rosa. Vivir en la zona de confort emocional también tiene inconvenientes.
Cuantas más emociones experimentemos, más resilientes nos volveremos
La zona de confort emocional está compuesta por una serie de estados afectivos que se mantienen más o menos estables. Eso significa que no potencia la granularidad emocional, que es la capacidad para experimentar y reconocer una amplia gama de emociones y sentimientos.
De hecho, experimentar diferentes estados afectivos, incluyendo aquellos desagradables, nos permite ser más eficaces en la gestión de nuestras emociones y evita que asumamos estrategias destructivas para lidiar con las situaciones que nos desbordan, como confirmaron psicólogos de la Universidad de George Mason. En su estudio descubrieron que las personas capaces de detectar y comprender sus emociones eran menos propensas a refugiarse en las drogas, el alcohol o la comida usándolas como vías de escape o fuentes para liberar la tensión.
Otra investigación realizada en la Universidad de Kentucky confirmó que las personas con granularidad emocional mostraban un mayor autocontrol y eran menos propensas a responder de forma agresiva ante las circunstancias difíciles, aunque estuvieran muy enfadadas. En práctica, ser capaces de experimentar un amplio rango de emociones y sentimientos es un indicador importante de resiliencia y autocontrol emocional que nos ayuda a afrontar los obstáculos sin venirnos abajo.
La trampa que nos tiende la zona de confort emocional
La zona de confort emocional también nos tiende otra trampa: la evitación experiencial. Cuando nos sentimos demasiado cómodos con ciertos estados afectivos, podemos comenzar a evitar las situaciones que nos generan emociones "aversivas", de manera que terminamos convirtiéndonos en "esclavos" de las emociones, situaciones o pensamientos que intentamos evitar a toda costa.
Irónicamente, la evitación experiencial termina alimentando la angustia que pretende eliminar porque cuando intentamos escapar, negar o reprimir los sentimientos o sensaciones desagradables, en realidad lo que hacemos es crear un campo de batalla interior. Es como si nos declarásemos la guerra. Generamos una profunda tensión interior. Y en ese contexto no hay ganadores, solo hay un perdedor: nosotros mismos.
De hecho, usar la evitación experiencial para lidiar con las situaciones estresantes de la vida se ha asociado con más problemas de salud, tanto a nivel físico como psicológico. Psicólogos de la Universidad de Stanford revelaron que dichas estrategias terminan reduciendo los afectos positivos y potencian un estado de ánimo negativo, en comparación con estrategias de evaluación y afrontamiento más asertivas.
Salir de la zona de confort emocional sin perder el equilibrio
Obviamente, no se trata de volvernos masoquistas, pero necesitamos aceptar que a lo largo de la vida tenemos que atravesar diferentes experiencias para crecer. Algunas serán agradables, otras no. Aferrarnos a nuestra zona de confort emocional no nos permitirá experimentar plenamente esas experiencias, aprender y salir fortalecidos de ellas.
Es comprensible que, ante una situación desagradable, intentemos negarla o escapar de ella refugiándonos en nuestra zona de confort emocional, pero esa estrategia evitativa solo servirá para convertirnos en personas más rígidas e intolerantes, cada vez menos capaces de lidiar con los golpes o imprevistos de la vida.
Para no acostumbrarnos demasiado a la zona de confort emocional, podemos salir de ella de vez en cuando atreviéndonos a asumir nuevos desafíos. Exponernos progresivamente en entornos controlados a experiencias que nos generen cierta dosis de temor, incertidumbre o ansiedad no es negativo. Al contrario, nos ayudará a familiarizarnos con esas emociones y con sus reacciones fisiológicas para poder afrontarlas mejor en el futuro.
En realidad, el secreto radica en ampliar cada vez más esa zona de confort emocional, de manera que no nos sintamos excesivamente incómodos con los estados afectivos calificados tradicionalmente como negativos sino que los aceptemos y comprendamos que son tan necesarios como las emociones positivas a las que intentamos aferrarnos.
Fuente: https://rinconpsicologia.com/zona-de-confort-emocional-que-es/