Revista Libros
Amos Gitai estudiaba arquitectura, siguiendo los pasos de su padre, pero la guerra de Kippur interrumpió sus estudios. Acostumbrado a usar una cámara Super 8 para rodar desde un helicóptero, se convirtió en realizador. Tiene en su haber cerca de 40 películas de ficción y documentales, lo que representa una obra muy variada en la que explora la historia de Oriente Próximo y su propia vida a través de temas recurrentes como el exilio y la utopía. Entre finales de los setenta y principios de los 80, filma varios documentales entre los que mencionaremos LA CASA y DIARIO DE CAMPAÑA. En estos años, también obtiene un doctorado en arquitectura por la Universidad de Berkeley, California.
Después de la controversia levantada por la emisión de DIARIO DE CAMPAÑA, se muda a París en 1983. Durante los diez años siguientes, realiza documentales como ANANAS, una visión satírica del cultivo y comercialización de la piña por las multinacionales, o BRAND NEW DAY, un documental acerca de la gira de Anny Lennox y Eurythmics por Japón.
También durante este periodo empieza a rodar películas de ficción sobre el tema del exilio como ESTHER, BERLÍN-JERUSALÉN (Premio de la Crítica del Festival de Venecia) y la trilogía GOLEM. Durante los noventa, después de la elección de Isaac Rabin como primer ministro, regresa a Haifa. Será el principio de la época más fértil de su carrera.
Durante los diez años siguientes rueda quince películas entre ficción y documentales. DEVARIM (1995) celebra su regreso y su reencuentro con la luz y la geografía de la ciudad de Tel Aviv. Es la primera entrega de una trilogía sobre ciudades que incluye YOM YOM sobre Haifa y KADOSH sobre Mea Shearim, el barrio más ortodoxo de Jerusalén. El regreso a Israel también significa el regreso a su historia. Rueda KIPPUR (2000), EDEN (2001), KEDMA (2002), ALILA (2003) y TIERRA PROMETIDA (2004).
Le han dedicado varias retrospectivas en países como España, Brasil y Francia. Pronto tendrán lugar sendas retrospectivas en el Lincoln Center de Nueva York y en el Kunstwerk de Berlín. En 2003, la editorial Gallimard publicó «Monte Carmelo».
Entrevista
¿Existe realmente la Zona Libre?
Sí, hay un lugar al este de Jordania que es una Zona Libre sin aduana ni impuestos. Los habitantes de los países vecinos, de Irak, Egipto, Siria e Israel van para comprar coches. Me interesan estas bolsas de libertad en las que gente de países y orígenes diversos se conocen y hacen cosas juntos. Estas cosas me fascinan: observar cómo la gente de la zona entra en contacto a través actividades cotidianas y no gracias a gestos políticos. Los políticos no han dejado de desilusionarnos. Ahora es necesario empezar a partir de pequeños detalles y quizá con ellos podamos cambiar algo. Comprar un coche, arreglarlo, preparar la comida, compartirla, contarse una historia... Me interesan las zonas de libertad donde se puedan tener lugar estos gestos.
¿Hay paz en la Zona Libre?
Sí, una paz absoluta. Incluso se ve a saudíes o a sirios comprando autobuses israelíes. Son países que no tienen relaciones diplomáticas ya que, oficialmente, están en guerra. Pero en la Zona Libre, gracias al comercio, la gente tiene una actitud muy pragmática, menos cargada de nacionalismo. Quizá esto nos permita salir de la situación actual. Me interesa cualquier punto de encuentro. Hay gente que abre las fronteras para cooperar y llevar a cabo proyectos con un objetivo económico.
Las fronteras tienen un papel importante en la película.
En Oriente Próximo, las fronteras son un auténtico problema. Hay fronteras físicas, fronteras políticas, pero cualquier frontera implica una barrera mental. Es un tema que me apasiona. ¿Quién y qué cruza esas fronteras? ¿Cómo? Mi anterior película, TIERRA PROMETIDA, hablaba del tráfico de mujeres en la frontera entre Egipto e Israel. En ZONA LIBRE se trata de que un coche cruce la frontera entre Israel y Jordania.
Ha escogido una forma original para contar la historia de ZONA LIBRE.
La película empieza en Jerusalén, delante del Muro de las Lamentaciones, que en realidad son los restos de un recinto sagrado de un antiguo templo destruido por los romanos. Una mujer joven, Rebecca (Natalie Portman), está sentada en el asiento trasero de un taxi que conduce Hanna (Hanna Laslo). Aún no sabemos adónde van ni quiénes son, pero aquí comienza la historia. Para que el espectador vea sus recuerdos y descubra el porqué están juntas, superpongo varios estratos de imágenes. A veces, hasta ocho a la vez. Me apetecía insertar fragmentos de recuerdos no sincronizados en una historia. Seguimos a Hanna y a Rebecca camino de la Zona Libre, pero el viaje está lleno de recuerdos y de alusiones a las razones que las ha reunido en esa bolsa móvil que es el coche.
Tres mujeres: una estadounidense, una israelí, una palestina. ¿Cómo describiría a esos personajes?
Hanna, la israelí, es una mujer fuerte, carismática, pragmática. Un poco apabullante, pero encantadora. Lo es todo a la vez, como a menudo son los israelíes. Así nos veo, autoritarios, pero sinceros. No siempre respetamos a los demás, pero en cierto sentido, somos refrescantes. Es lo que me gusta y no me gusta de los israelíes. Supongo que también soy así, como los míos. Me otorgo el derecho de ser más crítico con mi pueblo que con los otros. Leila, la palestina, es más reservada, respeta el espacio de los demás. Le molesta la actitud informal y espontánea de Hanna. Rebecca es la joven estadounidense que intenta comprender este mundo desconocido para ella; busca una identidad. Su padre es israelí, pero su madre no es judía. Según la ley judaica, ella no lo es, pero se siente judía, incluso israelí.
¿Escribió el papel de Rebecca para Natalie Portman?
El guión sufrió diversas transformaciones. En la primera, eran dos hombres y una mujer. Luego decidí que serían tres mujeres. Cuando Natalie Portman aceptó participar en el proyecto, hablamos y me entraron ganas de incluir elementos de su biografía en la historia. Pensé que podría ser interesante tener su punto de vista, verlo a través de sus ojos, escuchar su modo de entenderlo y de interpretarlo. Contrario al personaje, tanto el padre como la madre de la actriz son judíos. Pero tengo la impresión de que, como su personaje, intenta entender el mundo en el que vive. También creo que para ella, el cine representa una forma de explorar y entender el mundo. Lo mismo me pasa a mí.
También utiliza la historia de los lugares en los que rueda.
Sí, a veces. Me gusta mucho la idea de que el lugar donde se rueda pueda tener un eco en la historia. El oasis de ZONA LIBRE es de hecho el lugar donde un palestino, Mussa Alami, fundó un orfanato para los huérfanos palestinos después de 1948. Recuerdo haber leído cosas acerca de él cuando tenía 16 ó 17 años. La granja estuvo a punto de ser quemada dos veces, una por los palestinos, otra por los israelíes. Es una historia real de la que me sirvo para enriquecer la película.
Cuando Leila, Rebecca y Hanna llegan al oasis, la granja está ardiendo. A partir de este momento, ¿qué cambia para esas tres mujeres?
Leila es una mujer moderna. No quiere crear un conflicto entre ella y la sociedad en la que vive, pero quiere ser libre e independiente, a lo que se opone categóricamente el hijo de su marido. A partir de ese momento, la relación entre los tres personajes femeninos evoluciona. Una relación basada en el pragmatismo y en las necesidades mutuas se convierte en una relación solidaria en el plano humano. Hanna decide ayudar a Leila a cruzar la frontera y a entrar en Israel.
¿Por qué escogió a tres mujeres para los personajes principales?
Los generales, los militares son hombres. Ellos son los jefes de Estado, exceptuando a Golda Meir. Ya se ve el resultado: la región está en guerra. Sería mucho más interesante que las mujeres tuviesen el poder. El conflicto sería más real, con una visión más humanista. Tampoco quiero idealizar a las mujeres, hay mujeres capaces de matar. No me considero racista ni sexista. Creo que todos tenemos la capacidad de ser ángeles o monstruos. Pero hoy en día, y dado que las mujeres todavía deben enfrentarse a actitudes sexistas, se convierten en los agentes del cambio. No tiene nada que ver con el ADN, es por el lugar que ocupan en la sociedad. Hasta ahora no han podido beneficiarse de una auténtica libertad. Es posible que el hecho de no estar en el poder les confiera una mirada crítica sobre la situación. Las mujeres pueden ser los agentes del cambio, pero deben asumir su papel, y no es nada fácil.
Para usted, es como si el coche fuese algo más que un simple medio de transporte.
Desde luego, puede decirse que el coche es el cuarto personaje de la historia. Define un territorio limitado. Cuando las tres, o las dos, están en el coche, no pueden distanciarse. El coche impone una cercanía que las obliga a entrar en contacto, a hablarse. Y aunque no lo hagan, también es una forma de comunicación. Me parece que ese viaje en coche es tan real como metafórico. Es la primera vez que rueda en Jordania... Es la primera vez que se rueda una película israelí en Jordania con la cooperación de la Comisión Real de Cinematografía. No hay acuerdos de coproducción entre los dos países, pero los jordanos nos ayudaron para el rodaje. Fueron muy abiertos y cooperaron con nosotros, incluso cuando les expliqué que quería rodar en una estación de servicio y en la Zona Libre en vez de un lugar turístico como Petra. En ningún momento intentaron cambiar el guión y pusieron a nuestra disposición todo lo que necesitábamos. Está claro que al principio, había cierta fricción entre los dos equipos, pero se disipó muy pronto. Al cabo de unas horas, las relaciones eran muy afectuosas. Creo que el rodaje de esta película es un buen ejemplo de cómo se pueden traspasar las fronteras políticas. Fue una gran experiencia.
Así que, en vez de mostrar la belleza del yacimiento arqueológico de Jarash, prefirió rodar en una gasolinera.
Me interesa mostrar la actualidad. Quiero enseñar cómo viven los israelíes, los palestinos, los jordanos. Creo que las relaciones se entablan en el contexto de la actualidad. En el contexto del pasado, cada uno se atrinchera en actitudes nacionalistas. La actualidad tiene cosas buenas y malas. Se han destruido los templos, pero en su lugar podemos tejer una tela en común, una comunicación. No me apetecía mostrar el lado exótico de Jordania, los camellos de Petra y las puestas de sol, sino la vitalidad, el pulso vital, mediante el tráfico en las autopistas, la animación en las calles de Amman. En mi opinión, la actualidad es el material que une estos lugares.
ZONA LIBRE parece ser más tranquila que sus anteriores películas.
Cada vez me siento más cerca del lado humano de mis personajes, de su forma de expresar su complejidad y sus contradicciones. Mis personajes son accesibles, cada uno tiene sus problemas, su ritmo propio, la capacidad de expresar ira, desacuerdos, amor, afecto. Me parece que la película quiere a cada uno de sus personajes. Es una forma de entender la noción de relatividad. Si se consigue plantear esta noción, los personajes se dulcifican. No todas las películas pueden basarse en la ira.
¿Es optimista en cuanto a la posibilidad de paz en Oriente Próximo?
Cincuenta años después de haber asolado el continente y haber matado a millones de personas, los europeos han entendido que puede haber conflictos sin tener que matarse. Nosotros aquí, en Oriente Próximo, no hemos matado a tanta gente ni hecho cosas tan horribles como se hicieron en Europa, pero es hora de que comprendamos que podemos estar en desacuerdo sin empezar una guerra. No estamos obligados a crear una sociedad uniforme en un Oriente Próximo uniforme. Podemos conservar nuestras diferencias culturales, nuestros idiomas. Podemos estar en desacuerdo y estar en paz. La madurez significa eso, estar en desacuerdo sin recurrir a la fuerza. Es válido para las relaciones personales y para las naciones.
Fuente: Golem