Lausanne, año 1989. Suiza acogía Eurovisión gracias a la apuradísima victoria en 1988 de una canadiense, la entonces desconocida Céline Dion, con Ne partes pas sans moi, tema romántico, apoteósico y perfectamente construido, que recogía el testigo de otra letra desgarradamente apasionada, el del irlandés Johnny Logan, vencedor dos años atrás.
La ganadora marca tendencia, y en 1989 Eurovisión se contagió de enternecedoras baladas que destilan nostalgia, almíbar y feroz desamor. Un tanto aburrida, Europa volvió su mirada hacia Riva, un grupo de desenfadados croatas que representaba a la extinta Yugoslavia, y aportaron tres minutos de baile y diversión. La vocalista, Emilia Kokic, vestida y peinada al estilo de los últimos estertores del ochenterismo, a punto estuvo incluso de caerse durante su actuación. El simplón bailecito al unísono con sus compañeros le produce una terrible asfixia desde el segundo inicial, y las primeras notas ya las da fuera de tono. Con todo, ella termina pletórica, interactuando con todo el grupo menos con la sosísima corista que aporrea de perfil uno de aquellos organillos dobles marca Yamaha.
La simplona derrotó por siete puntos al concursante inglés y a una decena de temas melódicos que reunían a priori muchos más méritos para ganar, incluidos mitos eurovisivos como Avrei Voluto (Italia), (Suecia) o la mismísima Nacida para amar (España). "Es la muerte del festival", sentenció el comentarista de la BBC, Terry Wogan, después de una humillante derrota británica más. Craso error el suyo.
Lo mismo este año también surge una canción pegadiza en un idioma que no sea el inglés, no necesariamente bien afinada, que logra un buen puesto en Eurovisión, como también pasó el año pasado con Finlandia. A sus 55 espléndidos años, y después de triunfar en Benidorm, Mery Bas, líder del dúo Nebulossa, se convierte en la persona de más edad que España haya enviado al festival, con el único tema que ha calado verdaderamente en la audiencia, . ¿Por qué negarle esa oportunidad? La receta del éxito no la conoce nadie y, por fortuna, el público es más abierto que muchos opinadores metidos de repente a expertos eurovisivos.
"Una canción que repite la palabra Zorra y que denigra a la mujer va a representar a España en Eurovisión". Hasta el último digital se hace eco del suceso, como pasó con el culo de Chanel y la teta de Rigoberta en 2022. Tanta evolución y somos más víctimas de la censura y la mojigatería que nunca. Me pregunto tantas cosas. ¿Se han parado a oír y entender el mensaje de Zorra? ¿Saben lo que realmente ven y escuchan sus hijos y nietos, cuando el porno se consume en España desde los ocho o nueve años? ¿Dónde están los votos de esa gente que se lleva las manos a la cabeza, a favor de cualquiera de las otras quince canciones que participaron en Benidorm y que no dicen "zorra"? ¿Por qué no dejamos de pagar subvenciones públicas a determinadas murgas que, con dudoso gusto, en pleno siglo XXI todavía cantan a los maricones y a los canariones? ¿Qué pasa con los políticos bocachancla que cruzan la raya cada día, profiriendo mamarrachadas e insultando al prójimo? ¿Denunciaremos cada tópico machista que aparezca en el deporte, las impertinencias continuadas de las religiones o los comentarios homófobos que escuchamos hace pocas semanas en el salón de plenos del Ayuntamiento de Santa Cruz? La cuestión es politizar todo y desprestigiar al de enfrente. No hay mucho más.
Tenemos meses de elucubraciones por delante, hasta que el 11 de mayo se celebre en Malmö la final de Eurovisión. Será entonces, y no ahora, cuando Nebulossa demuestre si es una apuesta ganadora, y segurísimo que más de uno tiene tiempo de empatizar con una canción que dice "cuando consigo lo que quiero (zorra, zorra) jamás es porque lo merezco (zorra, zorra) y, aunque me esté comiendo el mundo, no se valora ni un segundo". Cuanto más escucho Zorra más me divierte, más me empodera y más me llega su mensaje: Vive tu vida y déjame ser libre.
Por cierto, en el momento de cerrar esta entrada, a 6 de febrero, Zorra es la segunda canción más viral en la lista global de la plataforma Spotify con 3,3 millones de escuchas. Nuestra representante de 2023, un año después, suma 8,5 millones.