Desde Aristóteles, sabemos que la política es el conjunto de reglas que se refieren al buen gobierno de la polis, o sea, del Estado, concepto que la ciencia ha ido puliendo hasta llegar a ese autor que le ha apuntado a Zp eso del principio de realidad, que suena tan bien o mejor que aquello otro de que la política es el arte de lo posible.
El problema, el gran problema, el problema seguramente irresoluble que tenemos los españoles es que nuestra clase política no tiene de tal sino el nombre.
Ayer, en la tertulia Hora 25 de la Ser, ese tipo, Fco. Mz. Alemán, que ha sustituido a aquel otro carca que respondía por Carlos Mendo, decía, con toda la cara del mundo, que un partido político no tiene otra función que alcanzar el poder, de modo que así justificaba la actitud del PP que no ha hecho, que no hace otra cosa que no se encamine directamente a la consecución del poder, sea como sea y a costa de lo que sea, o sea, trampeando, encanallando, de mala manera una actividad que debería ser tan noble como la que trata del gobierno, del buen gobierno del Estado.
Y algún cafre a lo peor me dirá, “no, señor, del gobierno del Estado sólo debe de ocuparse y preocuparse el partido que se halle en el poder político, ganado como consecuencia de una elecciones generales".
Este cafre, si es sincero, que yo lo dudo mucho, será el más completo de los ignorantes porque no sabrá nada de la dialéctica hegeliana precursora de la marxista, que postulan que al conocimiento verdadero se llega mediante la dialéctica de contraponer una antítesis a la tesis para que, mediante el juego dialéctico de la confrontación lógica, surja la conclusión, no otro es el fundamento de una institución como la del Parlamento, existente en todos los regímenes democráticos, que no busca otra cosa que poner en práctica la dialéctica multipartidaria en orden al establecimiento de una verdad política que no será otra cosa que la conclusión obtenida mediante el planteamiento y la discusión lógica de los problemas del Estado.
Pues, bien, para un observador imparcial de la actividad parlamentaria española, cualquier parecido entre lo que ocurre en nuestro Parlamento, el Congreso de los diputados, y esta concepción ideal de lo que debe de ser no es que sea mera coincidencia sino que ni siquiera debe intentarse porque en él participa, con un gran número de diputados, un partido, el PP, que traiciona de raíz la misión que le encomienda no sólo la teoría sino también la legislación española sobre la materia.
El PP, que ha entrado en la política democrática, no por convicción, que no la tiene, sino cumpliendo fielmente la formula de Lampedusa de hacer como que todo ha cambiado para que todo siga realmente igual, actúa políticamente como un simple filibustero que no trata de otra cosa que de arrimar el ascua a sus mezquinos y canallescos intereses de clase.Por eso, desde el mismo instante en que Zp ganó las elecciones dio órdenes a todos sus afiliados de no hacer otra cosa que afirmar que de todo lo que ocurre en el mundo, incluso en el físico de las ciencias naturales, tiene la culpa este prototipo de político absolutamente inefable, que es Bambi.
¿Por qué? Porque el PP no tiene como objetivo entrar en esa dialéctica que decíamos es el objetivo de la política en su recto concepto sino llegar al poder como sea, lo antes posible, no para gobernar sino para hacer todo lo contrario, defender esos intereses de clase que pretenden aumentar su poder económico, perpetuándolo a costa de perpetrar esa injusticia suprema que supone la explotación de las clases trabajadora y media en su propio y exclusivo beneficio, todo lo contrario, como se ve, de la verdadera actividad política.
Es por eso que el M15M y Democracia real, ya, han gritado a los 4 vientos y con toda la fuerza de sus pulmones que ellos no se sienten representados por los políticos, en una generalización que, como todas, es injusta ya que sí que hay políticos que tratan de defender el bien común.
Y, así, hemos llegado al momento de hablar un rato de Zp. Ayer, en la medida que me lo permitían mis obligaciones familiares que, por la enfermedad de mi mujer, son muchas, atendí al debate sobre el estado de la nación y vi a Zp fajarse con todos, menos con el PP.Hubo intervenciones realmente brillantes como la del representante de ERC, Joan Ridao, que, entre otras cosas, provocó que Zp hiciera intervenir en la dialéctica el principio de realidad*, manifestando que él, Zp, estaba de acuerdo con todo lo que le decía Joan Ridao, pero que, en virtud de dicho principio, que tiene plena vigencia si consideramos la política como el arte de lo posible, él, Zp, que había seguido una trayectoria casi impecable desde el punto de vista de una política encaminada a la mejora del estado del bienestar, no había tenido más remedio que plegarse a los dictados de la UE, el FMI y a los Usa, si no quería que todos estos organismos hubieran abandonado a nuestro país frente a los irresistibles ataques no sólo de los mercados financieros sino de los especuladores que hubieran arruinado a nuestra deuda soberana cerrándonos esta fuente de financiación sin la que nuestro Estado no hubiera podido sobrevivir de ninguna de las maneras. Se trataba, pues, de la asunción de un estado de necesidad en el que no se podía hacer otra cosa que la que se hizo, principio de realidad. Y a mi, que no soy socialista, pero sí realista, este razonamiento me convenció.
* Principio de realidad:
Concepto psicoanalítico. La realización inmediata de todos los apetitos haría imposible la vida del sujeto. El principio de realidad es un principio del Yo y permite al sujeto posponer o sustituir dichos apetitos en función de las presiones de la realidad y con la finalidad de la adaptación y supervivencia del sujeto.