- Highdell, dice. Sí, no tiene pérdida. Siga por el camino, sin salirse o detenerse. Bueno, si tiene que detenerse puede hacerlo, y si se sale pues acuérdese de volver que luego se pierde y pasa lo que pasa, que no será usted el primero ni el último.
- Ya.
- Pues eso, como le decía. Siga el camino y llegará a un poste de esclavos. Tan sólo restarán tres jornadas hasta que llegue a Highdell.
- ¿Un poste de esclavos?
- Sep.
- Pero la esclavitud está prohibida.
- Sep, pero no abolida. En algunas tierras aún la practican, sobre todo en las altas cumbres donde los clanes bárbaros no entiende de otra ley que no sea la suya o de otras costumbres que no sean las que aprendieron de sus padres. Alguna vez se deja ahí atado a algún reo, o rea, y que Thrôm se apiade de su alma.
- ¿Por qué?
- ¿No lo sabe? Siéntese, hombre, que apuramos el vino mientras le cuento para qué sirve realmente el poste de esclavos.
Una esclava, lánguida y atractiva.