Revista Opinión

La trampa del pañuelo

Publicado el 21 junio 2010 por Eowyndecamelot

A veces los árboles no me dejan ver el bosque. Lo reconozco, aunque no deja de ser lamentable para una guerrera tan avezada (y tan poco eficaz) a perderse entre los procelosos caminos de la vida. Y es que para sobrevivir en este oficio hay que saber interpretar todas las capas de los símbolos, no sólo la más superficial, no sólo la más evidente, no sólo la que más rentable resulta a quien nos la quiera vender.

La semana pasada, en uno de mis paseos por este ámbito, vi un pañuelo colgado de un árbol. No era un pañuelo común y corriente, era una negra capa de las que condenan a las mujeres a la reclusión completa aunque estén rodeadas de gente, de los que aprisionan el cuerpo y también el alma. Sin pensarlo dos veces, arremetí contra él, para ir a parar de cabeza a una trampa preparada por mis enemigos (y los vuestros) de siempre, que con esa picardía cruel que les caracteriza pensaron utilizar el odioso símbolo no para rescatar a todas las mujeres presas en las garras de la religión, la educación y la costumbre, sino para recluirlas más, para desterrarlas más, y con ellas a todo lo que llevan aparejado: su mundo.

Me arrepiento de mi error y valgan estos enlaces como propósito de enmienda (1 y 2, aunque no digo que suscriba de forma total y absoluta todos los párrafos). Pero no quisiera despedirme sin dejar claro un punto: que no cuenten conmigo para defender el derecho de tod@s a la propia cultura y religión: cuando la cultura relega a una parte de la población y la religión no es más que instrumentalización de algún poder (o sea, siempre), el único derecho que le otorgo a estas entelequias es el de desaparecer a la mayor velocidad posible sin que su mayor o menor antigüedad, prestigio o primermundismo les dé privilegios para hacerlo más tarde que las demás.


La trampa del pañuelo

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