1 de marzo, nada nuevo bajo el Sol
Nanni Moretti lo predijo, aunque casi nadie le creyó y Fellini (La Dolce Vita) filmó muchos años antes lo que ayer ocurrió (en el caso del cineasta, un helicóptero también sobrevuela Roma). El cine se adelanta a la realidad, -¿la realidad supera a la ficción o es al contrario?-. En cualquier caso películas que quizá pudiera revisar o reflexiones que debería también hacer el actual rey de España mientras que otros reyes (parlamentarios o no) deciden abdicar, o renunciar que es casi lo mismo. Y ahí el ejemplo reciente de la reina de Holanda y el monarca absoluto del pequeño reino -monarquía electiva- vaticano.
No me gustó la elección de un papá de 78 años, anciano como ya era, y enormemente conservador. Pero yo, al fin y al cabo, soy católico renegado -bautizado estoy, eso sí-, practico (y posiblemente nunca lo volveré a hacer) y mi opinión (como la de muchos, por otra parte), es completamente irrelevante para una iglesia (la "católica, romana") antigua y medieval. Por otro lado, ya ni siquiera vivo en Europa y es improbable (ojalá me equivoque) que el próximo Papá sea latinoamericano (aunque debería serlo, por otro lado).
Me resulta curioso, por tanto, comprobar que ha sido con su inesperada decisión, como ha empezado a caerme bien un personaje -Benedicto XVI- al que nunca tuve el menor interés en oír: lejano, viejo, aburrido, ..., pero sobre todo obsoleto, inquisitorial (condenó y excomulgó, no lo olvidemos) y -perdón a quien corresponda- excesivamente alemán para mi gusto.
En cualquier caso la iglesia católica es importante, muy importante, para muchísimas personas y también para personas vinculadas a mí. Ojalá encuentre el camino que Hans Küng se atreve a escribir (¿puede salvarse la Iglesia). Dice él (The New York Times, 2013):
"Soy el último teólogo en activo de los que participó en el Concilio Vaticano II (junto con Benedicto) y, como tal, me pregunto si no será posible que haya al comienzo del cónclave, igual que hubo al comienzo del Concilio, un grupo de cardenales valientes que se enfrenten a los miembros más inflexibles de la jerarquía católica y exijan un candidato dispuesto a aventurarse en nuevas direcciones. ¿Tal vez a través de un nuevo concilio reformista o, mejor aún, una asamblea representativa de obispos, sacerdotes y seglares?
Si el próximo cónclave elige a un papa que vuelva a lo de siempre, la Iglesia nunca experimentará una nueva primavera (en referencia a la primavera árabe), sino que caerá en un edad de hielo y correrá el peligro de encogerse hasta convertirse en una secta cada vez más irrelevante".
Luis Cercós (LC-Architects)