Por entonces, aún no existía esa hiperconectividad. Ahora sí. Hasta que comenzó el gran auge de los smartphones, la definición de hiperconectividad era relacionada con el sistema de neuronas cerebrales o las redes mundiales de comunicación. Hoy se acerca más a una enfermedad que al privilegio de disponer al instante de cualquier información o de subministrarla y mantenerse comunicado. Aunque me parece muy poco usual que no exista una definición en la Wikipedia de hiperconectividad sobre este asunto.
Mis gadgets
Tuve mi primer teléfono con internet por el año 2007, un Nokia N95 8GB para se exactos. Desde el momento que me di de alta en una tarifa de datos desde ese smartphone, nunca dejé de usarla, incluso no era muy común tener internet en los móviles por entonces, tampoco era muy práctico la verdad. Pero para mi, con mis aficiones era muy interesante y necesario.
Mi última adquisición fue un HTC Desire HD, con el que estoy muy contento y sigo disfrutando de un smartphone que lo tiene todo, aunque sigo esperando esa novedad en baterías móviles que haga olvidarme de ella. También comienzo a ver ciertos movimientos por parte de las compañías, en actualizar las aplicaciones convirtiéndolas en "no compatibles" para mi dispositivo, indicando que mi smartphone está obsoleto, o simplemente dejándome sin actualizaciones futuras. La verdad, es que, prefiero esto último.
Sin Internet
Me despedí el día 1 de Julio de 2013 de la tarifa 5 céntimos y 555MB gratis en Simyo por la básica de 8 céntimos y sin datos (en caso necesario, podía consumir datos a 3 céntimos el MB).
El primer día tras quedarme sin datos, prácticamente dejé el móvil a un lado y me olvidé de él. ¿De qué me sirve un smartphone de última generación sin conexión a internet? Francamente, lo substituí por el portátil aunque no es lo mismo cargar con él hasta el sofá. Y tampoco es la misma experiencia y comodidad.
Al poco tiempo necesitaba de ciertas habilidades del smartphone que el portátil no te da y ya estaba acostumbrado a usar. Por ejemplo el botón de compartir, los mensajitos tontos del WhatsApp, los cotilleos en las redes sociales, en definitiva: el acceso rápido al resto de aplicaciones.
En situaciones de ocio
Durante las semanas siguientes al salir con los amigos, en pareja o con la familia, me encontraba en situaciones imposibles para compartir, de hacer fotos y subirlas al Facebook, hacer check-ins en Foursquare, twittear alguna noticia. Pero me fue imposible e intenté recurrir a accesos WiFi gratuitos de los locales donde hacía algún tipo de consumición. Tenía necesidad de ver qué había pasado en este corto plazo, de participar, de subir alguna foto, etc.
Por otra parte e importante, ya no estaba en comunicación constante con las personas más cercanas. Las aplicaciones de mensajería como pueden ser Line, WhatsApp, Skype, Viber, o las de chat como la de Facebook, eran inservibles. Cuando conseguía conectarme a un punto de acceso WiFi me llegaban todos los mensajes de golpe y ya eran retrasados o inútiles de contestar.
El único recurso que me quedaba era volver a realizar llamadas telefónicas y enviar SMS con el coste que ello supone y la no constancia de estas.
En un viaje que realizamos a los Gorgs de la Mola (Corbera de Llobregat) realicé multitud de fotografías y disfruté de la ruta de principio a fin, ya que no había cobertura en ningún lugar.
Aunque deseaba encontrar señal, en ningún caso fue así y siempre acabé guardándolo, hasta el punto de olvidarme de él a la vuelta.
Otra de las utilidades que dejé fue Google Maps. Sin datos no hay nada. Lo substituí por documentarme bien de la ruta y por el GPS de toda la vida. Cargar con 2 gadgets que hacen lo mismo no es muy ventajoso.
En las comidas con la familia o amigos siempre ha habido ese momento en el que estaban casi todos con los smartphones. Incluso yo en diferentes ocasiones deseando de llegar a algún lugar con WiFi.
Siempre acabábamos advirtiéndonos los unos a los otros, que dejásemos los móviles. Da igual la edad, desde el más adulto al más joven, todos acabábamos ciegos delante de la maldita pantalla.
Una de las situaciones con las que me encontraba a menudo, eran aquellas que mientras mantenías una conversación con alguien que estaba delante tuyo, te paraba o dejaba de mirar para contestar a alguien por el chat... Algo que me parece una falta de respeto. O el contagio de grupo. Comienza uno por dejar de intervenir en la conversación para coger el smartphone y sucesivamente, uno tras otro, todos con el dispositivo en nuestras manos y un silencio en la mesa. Sí, la solución para hablar era ¿crear un grupo de chat por WhatsApp y hablar por ahí?
La necesidad de compartir cualquier momento al instante es una adicción palpable. Cualquier mirador, rincón, paisaje, o bocadepato... era suficiente para una foto y un "Qué bonitas vistas con mi querida media naranja".
Casi a final de mes
Cerca de acabar el mes sin internet en el smartphone únicamente lo usaba en momentos ocasionales, ya fuera en locales con WiFi o en mi propia conexión de casa. Incluso en las situaciones con más posibilidades de compartir fotos (por ejemplo), seguía sin usarlo.
También he visto cómo, mucha gente prácticamente no hacían otra cosa que apretar los botones de la pantalla de su smartphone, sin ni siquiera mirar al cruzar la carretera o pedir al camarero sin quitar los ojos de la pantalla.
Ya no lo necesitaba, aunque echaba en falta algunas de sus múltiples utilidades sociales.
A finales de Agosto publicaron este vídeo en donde plasma la situación real de una persona que convive el día a día con personas hiperconectadas. Es todo un ejemplo de lo vivido por mi el mes de Julio 2013.
Conclusión sin Internet durante 1 mes
Al acabar el mes sin internet, me di cuenta de lo mucho que había ganado y de lo muy poco que había perdido.
Ahora veo a la gente que va a todas partes con el smartphone en las manos, constantemente usándolo. Me encuentro casi a diario con gente que falta el respeto a otros por darle más atención a un dispositivo que a los que le rodean.
Otras personas llegan a un local o a su casa con ansias de conectarse a su WiFi y seguir machacando la pantalla sin prestarte ni un mínimo de atención.
En muchos casos, puede llegar a tal punto que se convierte en una gran estupidez irracional.
Este efecto de la hiperconectividad me recuerda a la TV, te quedas embobado con ella y por mucho que te hablen, estás inconscientemente dedicado al 100% con todos tus sentidos a ella.
A los que más afecta son los jóvenes. Con solo asomarte a la calle, ves a la juventud cómo lleva consigo un smartphone y lo usan sin control alguno. Las generaciones avanzan, pero deberían apreciar lo que cambian u olvidan.
Por el contrario, con una cierta medida, estar hiperconectado nos ayuda y mucho a estar más cerca de nuestros conocidos, a estar siempre informados de los últimos cambios y noticias sobre ellos, etc. De una manera instantánea y muy barata.
Como bien dijo una vez Albert Einstein: "Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad. El mundo solo tendrá una generación de idiotas".
¿Vosotros qué pensáis sobre la "hiperconectividad"? ¿Os habéis percatado alguna vez de ello?