Este año, creo que por el mes de junio o julio cumplí 10 años desde que me diagnosticaron trastorno bipolar tipo 2. No es que quiera un pastel, que me canten las mañanitas o me den regalos. Aunque pensándolo bien, no estaría mal.
Más bien pienso en algo así como una reflexión. Diez años son muchos y aquel Chak que recibió la noticia era joven y sin tantas responsabilidades y experiencias que el Chak de hoy.
Si me lo encontrara saliendo del hospital, todavía cabizbajo y pensativo, le diría que todo va a estar bien, que se puede vivir con esto siempre y cuando se atiendan ciertas medidas de salud.
Fácil no será, pero después de 30 años en este planeta, estoy seguro de que nada lo es. Ni la vida familiar, ni la vida en pareja, ni la vida laboral o académica. Nada lo es. El trastorno bipolar viene a agravar la dificultad en la vida, sí
Sin duda, pero no más que un ciego, un lisiado o alguien con retraso mental. No lo minimizo, pero de ninguna manera me considero víctima o mártir de absolutamente nada. Basta salir a la calle y ver que hay miles de personas que verdaderamente sufren y están discapacitadas por alguna razón.
No te preocupes mucho, le diría al Chak de hace 10 años. Cuídate, cuida mucho a las personas que amas, no les hagas daño y disfruta lo más posible de estos años. Creo que eso le diría.
Quizás el Chak de hace 10 años me creería el 10% de las cosas que le contaría que me han pasado. Lo bueno y lo malo, lo memorable y lo aburrido, lo saludable y lo enfermizo, las altas y las muchas, muchas bajas...
Ese Chak me miraría confuso y escéptico. Confuso porque vería que físicamente casi no he cambiado y escéptico porque en aquel momento nada, absolutamente nada de lo que ha pasado, habitaba en su mente.
Los planes nada tienen que ver con el transcurrir de la vida, pueden guiarla, pero de ninguna manera la define. Y en aquellos años ninguno de mis planes se realizaron... bueno casi ninguno. Quizás los más generales, pero a veces ni esos.
De ahí que la reflexión a 10 años de padecer esta condición no sea un recuento de penas y malos momentos, más bien un balance de cómo la enfermedad ha influido en el devenir de los hechos.
Con certeza no lo puedo decir, ¿quien podría hacerlo?, pero la bipolaridad ha jugado sus piezas. Para bien y para mal. Por contadas ocasiones me ha dado el ánimo y la fuerza, la entereza para enfrentar situaciones decisivas, complicadas. Me ha dado la chispa para iniciar, aunque pocas veces para terminar proyectos. Por otro lado me ha hecho perder en muchas ocasiones la mente en cosas absurdas, miedos, bloqueos que me limitan. Eso es lo que más me ha pasado y lo que más me ha pesado. La inamovilidad, la certeza absurda de que cualquier cosa que haga estará mal hecha, la falta de valor para aceptarme y aprovechar quien soy.
Eso no ha cambiado. Me imagino a mí mismo como un chiquillo huyendo temeroso de un enorme sujeto con capucha negra, amenazante y mortal. Diez años después ese chiquillo ha crecido muy poco.
No puedo, como ya dije, lamentarme de este padecimiento, tampoco puedo sentirme bendecido. Lo que definitivamente sí puedo es dar gracias por la vida que tengo, por las personas amadas que están a mi lado, su paciencia y su amor.
No sé qué haría si un día de estos me encontrará al Chak del futuro, al de 10 años más adelante, no sé si quisiera escucharlo, pero estoy casi seguro de que no le creería las cosas buenas y malas que me esperan en los días por venir.