Hace tiempo te hablé de la importancia de tener una lista de cosas que dejar de hacer . A ese post le di un enfoque para cosas más grandes o pasiones más importantes y claves en nuestra vida. Sin embargo, las cosas que tenemos que dejar de hacer, pueden ser cosas muy pequeñas que, acumuladas, suponen un gran cambio.
10 cosas que dejé de hacer
Así que hoy te traigo mi lista personal de 10 cosas que dejé de hacer, y por las que ahora soy más feliz. Porque desde hace un año estoy trabajando mucho en conocerme. Porque llevo mucho tiempo conociendo la importancia que tienen nuestros pensamientos para configurar nuestra realidad. Y porque, aunque no nos demos cuenta, nuestra vida se compone, básicamente, de decisiones. La mayoría de ellas son decisiones pequeñas que desencadenan una serie de consecuencias y acciones posteriores. Y no les damos la importancia que tienen. No hasta que empezamos a deshacernos de ciertas cosas que son lastres, no hasta que nos planteamos cambiar.
¿Y tú? ¿Qué cosas has dejado de hacer?
1. Multitasking:Era una fan de la multitarea. Creía que eso me hacía más productiva. Sin embargo, lo único que hacía era estresarme. Aprendí a hacer una cosa cada vez y dedicarle mi atención plena a cada cosa que hacía. Eso me enseñó a trabajar desde la calma, a no angustiarme, a no mirar el reloj cada dos minutos, a darle cada cosa su importancia y nada más que su importancia.
2. Minimizar mis logros:Esta sociedad nos ha enseñado que quien destaca (aunque sea para bien), es un déspota, que la ambición es mala y que la persona que se alegra de sus propios logros, es un egocéntrico presumido hijo de Satán. Pues se acabó. Me gusta celebrar cada uno de mis logros , por pequeños que sean. Me hace sentir más fuerte. Esas pequeñas cosas que consigo, ya sean una nueva postura de yoga o algún objetivo laboral, son igual de importantes que haberme sacado una carrera. Y valorarlos como tal me hace más feliz.
De la mano con el aspecto anterior, cuando sentía que no estaba lo suficientemente ocupada o cuando me veía más descargada de trabajo, me agobiaba. Porque pensaba que no estaba haciendo suficiente. Pero, ¡qué mierda! Que no tenga estrés no significa que esté rindiendo menos o que esté siendo menos productiva, sino que me organizo bien y que empleo de forma efectiva mi tiempo.
Había veces que me dedicaba tanto a los demás (no quiero parecer Teresa de Calcuta, pero casi), que a veces me preguntaba: ¿Y cuándo me voy a dedicar a mí? Después, analicé el problema: no era sano hacer míos los problemas de los demás. Si alguien te pide ayuda, bríndasela, por supuesto, pero no hasta el punto de anular tus propias necesidades.
Esto es algo que dejé de hacer hace mucho tiempo, cuando necesitaba que alguien me reafirmara en todo lo que hacía, que me dijera que lo estaba haciendo bien, y que me aprobara cada cosa que llevaba a cabo. Con el tiempo aprendí que hago lo que me gusta porque quiero, que no necesito la aprobación de nadie y que quien quiera estar, estará para mí. Haga lo que haga. Os voy a poner un ejemplo ligero: cuando abrí un blog, hablaba mucho de política y daba mi opinión sobre la actualidad. Era un proyecto universitario, en el que años después, seguí escribiendo. Pero fui evolucionando y terminé hablando de marketing y marca personal. Hoy ese blog no existe, porque no me representa. He tenido que empezar de cero y sé que hay mucha gente que me sigue desde entonces, que echará de menos ese contenido, pero yo escribo sobre lo que es importante para mí. Y en este momento de mi vida, el autoconocimiento o las nuevas creencias o filosofías que estoy adoptando e intentando aplicar, son mi realidad.
6. Forzar mis relaciones:Cuando tienes que esforzarte por quedar o llamar a alguien, no es una relación sana. Igual que si alguien te reprocha que llevéis mucho tiempo sin hablar, en vez de aprovechar que por fin estáis juntos. La verdadera amistad, o la gente que de verdad quiere a otra gente, no se fuerza, no se obliga. Es cierto: estamos muy ocupados, cada día más, y en cierto modo hay que "esforzarse" por encontrar un día para quedar. Pero forzarte a ser amigo o a tener una relación con alguien que no te aporta, es un error.
7. Comprar ropa cuando me sentía mal:Hace no tanto tiempo, cuando había tenido un mal día, me bajaba del autobús en el que volvía de trabajar y me metía a la primera tienda de ropa que pillaba a mano. No necesitaba ropa (tengo más de la que necesitaría, de hecho), pero compraba para "alegrarme el día", porque "me lo merecía" después de un día tan duro. No era consciente o quizá sí, de que eso desencadenaba que no tuviera control sobre mi dinero y que mi forma de consumir fuera puramente emocional, lo cual me hacía sentirme peor, después de haber comprado.
Si discutía con mi pareja, aunque hubiera sido en parte culpa mía y a pesar de ser consciente, nunca iba a pedir perdón o nunca ponía de mi parte para zanjar la conversación. Mi ego me gritaba que no cediera, que ceder me haría débil. Pero en realidad, ceder me hace cada día más fuerte. Me hace estar en calma .
9. Automachacarme:Hace tiempo que me acepté tal y como soy. No soy perfecta y no quiero serlo. Tengo mis luces y mis sombras, mis defectos y cosas que sé que quiero cambiar y mejorar, pero ya no me juzgo por ello. Ya no pienso "estas cosas te pasan por idiota", sino "a ver qué puedo aprender de esta situación". Cuando algo me preocupa demasiado, intento que mi mente fluya. Escribo, escucho música, leo, hago yoga... Me quiero.
10. Acostarme tarde:Puede parecer una tontería, pero ganar horas de sueño me ha ayudado a sentirme mejor. Gran parte del estrés que tenía, se debía a que siempre estaba cansada, y en parte eso era por la alimentación y por el sueño. En la alimentación sigo trabajando, pero acostarme más temprano (a las 22:30 como tarde) entre semana, me ha ayudado a ver las cosas con mucho más claridad.