Recientemente me he leído el libro El fantasma en el libro, de Javier Calvo. El libro es un ensayo sobre el oficio del traductor a lo largo de la historia. Calvo, novelista y traductor literario, ha traducido obras de grandes escritores como Don DeLillo, Zadie Smith o Coetzee. Vamos, que sabe de lo que habla. El libro lo considero de lectura obligatoria para todos que se dedican al noble arte de la traducción. Cuenta cientos de anécdotas y lo documenta con libros conocidos por todos.
He querido sacar el máximo partido posible al libro y seleccionar nueve curiosidades sobre la traducción. Podrían haber sido muchas más. De hecho, el libro tiene muchos párrafos que haría las delicias culturetas de vuestro grupo de lectura. Aquí voy con algunas:
➧ LOS TRADUCTORES SE CONSIDERABAN ESCRITORES
Este hecho ocurrió entre el Renacimiento y finales del siglo XIX, cuando la mayor parte de los traductores eran escritores. ¿Por qué? Porque escribían propia versión del texto que traducían. ¿Esto era lícito? En aquella época sí, pero ahora se piensa que no mostraban el respeto que les concedemos hoy a los textos que se traducen. Ello se consideraban escritores modernos, ya que su tarea consistía en mejorar a los autores de épocas anteriores y corregir sus errores. Con lo cual, cada periodo adaptaba los textos a sus gustos. Geoffrey Chaucer, por ejemplo, inauguró la literatura inglesa en el siglo XIV haciendo traducciones libres de Bocaccio. Es cierto que siempre existió un debate sobre la fidelidad de la traducción, pero lo cierto era que cada escritor producía una traducción radicalmente distinta de sus predecesores, con variaciones de tono y estilo. Esto ocurrió con la Odisea de Homero, con la versión de Buckley, Cowper o Chapman. Cada una presenta un tono y un estilo diferentes. Ejemplo hay muchos, ya que esto era el pan de cada día.
➧ LOS AUTORES SE TRADUCÍAN A SÍ MISMOS
La autotraducción es un fenómeno muy antiguo, pero es en la Edad Moderna donde aparecen más casos célebres, como Tagore, Karen o Green, que se tradujeron a sí mismos. En el siglo XX tenemos a Nabokov y Samuel Beckett. Nabokov, de hecho, tuvo una educación trilingüe desde niño, y se dice que aprendió inglés antes que ruso, de hecho, ya de mayor trabajó como traductor en tres idiomas. Él fue una gran defensor de la traducción literal, ya que la consideraba la menos infiel posible. Por supuesto, no se fiaba de que nadie tradujera sus obras. La paradoja es que sus propias traducciones no eran ni fieles ni precisas. Por ejemplo, cuando traducía del ruso al inglés, intensifica los elementos sexuales, humorísticos o grotescos, y se volvía más irónico.
➧ TRADUCTORES EN PELIGRO DE MUERTE
Uno de los casos más famosos fue el de Hitoshi Iragashi, traductor al que mataron a puñaladas en el año 1991. ¿La obra que no debió de haber traducido? Los versos satánicos, de Salman Rushdie. Hagamos resumen. En 1989, el ayatolá Jomeini de Irán emitió una fetua llamado a matar «al autor del libro Los versos satánicos, que atenta contra el islam, el profeta y el Corán, y contra todos quienes estén involucrados en su publicación y conozcan su contenido». A Rushdie no le asesinaron, pero no ocurrió lo mismo con dos de sus traductores. El 3 de julio de 1991, Ettore Capriolo, traductor de Los versos satánicos al italiano, fue atacado con arma blanca en su casa de Milán, pero consiguió salvar su vida. No tuvo tanta suerte el traductor de la novela al japonés, Iragashi, cuando recibió puñaladas mortales en la cara y en los brazos. En 1993, el traductor de la obra al turco, Aziz Nesin, murió en un incendió en el hotel Madimak, provocado por islamistas, donde murieron treinta y siete personas.
No obstante, estos casos ya ocurrieron en la antigüedad. En el año 1415, el teólogo y profesor de Oxforf John Wycliffe fue declarado hereje por haber traducido la Vulgata de san Jerónimo al inglés en 1385. Su castigo fue la hoguera, y sus restos fueron dispersados. ¿Su salvación? Que Wycliffe ya estaba muerto, así pues, sus huesos fueron exhumados y quemados, y sus cenizas arrojadas al río Swift. ¡Así aprendería la lección! En 1535, el académico y protestante William Tyndale fue detenido y quemado en la estaca por haber hecho una traducción del Nuevo Testamento demasiado cercana al luteranismo. Todavía me sorprende que haya gente que opinen que el ser humano no ha evolucionado.
➧ LAS BELLAS INFIELES
Estas eran correcciones para no escandalizar y subyugar el pueblo llano. Fueron famosas en la Francia del siglo XVIII. Los traductores corregían los originales para que cumplieran unos requisitos de cortesía que eran moda en la corte de Versalles. Los adaptaban al público de su época para que «sonara bien». Todo lo que pensaban que podía aburrir a los lectores se lo saltaban, lo mismo si era indecoroso o inmoral, palabras malsonantes, bebidas, homosexualidad o infidelidad marital. Vamos, todo lo que hoy está a la orden del día.
Fuente: La trobe university
➧ EL NACIMIENTO DE CLÁSICOS PENGUIN
Cuando terminó la segunda guerra mundial, los lectores empezaron a cambiar. La enseñanza de las lenguas muertas estaba de capa caída, por lo que nadie podía leer a los clásicos en el original. A Emile Victor Rieu (1887-1972), se le ocurrió la colección durante el bombardeo de Londres, ya que todas las noches les leía a su mujer y a sus hijas pasajes que él mismo traducía de la Odisea. Tanto fue así, que en 1945 consiguió que Penguin le comprara su traducción en prosa de la Odisea. Este se convirtió en el primer título de la colección, y vendió más de tres millones de ejemplares en cuestión de meses. Aunque sí que es verdad que simplificó la obra y le quitó toda la poesía; de hecho, la épica había dejado de ser relevante para los lectores contemporáneos.
➧ SOMERSET
Durante los primeros años del franquismo, muchos editores sobrevivieron gracias a publicar libros acordes con el régimen, estos eran autores alemanes e italianos. William Somerset Maugham fue un clásico durante el franquismo. Como hecho curioso, la red española de paradores nacionales se promocionaba con una cita de Somerset: «España es deliciosa».
➧ TRADUCTORES FALSOS
En la historia de la traducción, hay libros que se han hecho pasar por traducciones pero han sido completamente inventados. Una de las más antiguas se remontan al siglo XVII, se trata de Cartas de amor de una monja portuguesa. Las escribió la monja portuguesa Mariana Alcoforado a su amado, el marqués de Chamilly, y el diplomático Gabriel-Joseph de Lavergne las tradujo al francés. Lo curioso del caso es que nunca existió tal monja, y fue todo una invención de Lavergne. Pero nadie se enteró de eso, y su obra se hizo tan popular que en Francia el adjetivo «portugués» pasó a usarse como sinónimo de «apasionado».
Más ejemplos. El poeta escocés James MacPherson se inventó al bardo Ossián. Poesía épica en gaélico, entre 1760 y 1765, con el título de Las obras de Ossián, que MacPherson encontró como un hallazgo de una serie de manuscritos antiguos de baladas y poemas bárdicos de su Escocia natal. MacPherson nos hizo creer a todos que Ossián había escrito estos versos épicos ya de anciano y ciego. ¿La realidad? Había sido el propio MacPherson quien se había dedicado a recopilar baladas en gaélico, y había introducido episodios de su propia cosecha. Se inventó una truculenta colección de batallas, amoríos y conjuros. Pero desde el primer momento se supo que él había sido el artífice de tal patraña. Pese a ello, los poemas fueron traducidos por toda Europa.
Otros casos fueron el de Richard Francis Burton, que tradujo el poema sufí La casida (1870) al inglés, de un tal Haji Abdu El-Yezdi. Para que la cosa fuese más real, introdujo cuarenta páginas de notas falsas, pero pronto se le descubrió la mentira. O el del poeta victoriano Edward Fitzgerald con las Rubaiyat de Omar Jayam. Tuvo un éxito increíble, con ediciones lujosamente editadas e ilustradas, y se crearon clubes de lectura por toda Gran Bretaña. Fitzgerald debió de pensar que no le hacía daño a nadie con tal mentirijilla, y siguió adelante con el plan. De hecho, su fama también llegó a América.
➧ PROHIBIR TRADUCIR EXPRESIONES IDIOMÁTICAS
En los años 80, muchos traductores hispanoamericanos tuvieron que exiliarse a España y trabajaron en editoriales. Fueron tratados con arrogancia, y se les prohibió toda expresión idiomática. Los correctores españoles purgaban sus textos, y después, paradójicamente, estos textos se vendían en el mercado latino. Ramón Buenaventura dijo: «A nadie se le ocurre esperar que un escritor mexicano, argentino, colombiano, peruano, español, escriba en español neutro». Lo cierto es que es una ironía intentar imponer un español estándar o neutro en las traducciones, porque se destruye una parte importante del contenido del original o regionalidad, ya que se crea una versión neutralizada y empobrecida del español y porque finalmente lo que se acaba imponiendo a los lectores es una versión ajena de su lengua.
➧ QUE LA TRADUCCIÓN SUENE EXTRANJERA
Hasta el siglo XIX, cuando se traducía una novela extranjera, se buscaba que el texto traducido sonara extranjero. ¿Como por ejemplo? Pues dejar palabras en el idioma original. Esta práctica se ha abandonado porque a los lectores no nos gusta encontrarnos con expresiones extranjeras. ¿Pero qué ocurre con las novelas, como Guerra y paz, que están en dos lenguas? En este caso, es porque en el siglo XIX se usaba el francés como lenguaje de sociedad y para mostrar refinamiento. Oh là là!
➧ LA FANTRADUCCIÓN
Este fenónemo tiene su origen hace tres o cuatro décadas, cuando los primeros fans occidentales de animación japonesa empezaron a organizarse para subtitular los animes japoneses que todavía no habían sido traducidos ni comprardos para emitirlos en sus países. Esto se denominaría «fansub». Todos estos traductores se organizaban en grupos capaces de subtitular los episodios de las series americanas más populares del momento. Estos capítulos se dividen en minutos y cada uno se encarga de una parte. Otra persona se encarga de sincronizar el subtítulo con la imagen. No es que tengan mucha calidad, pero priman más las ganas de ver la serie que la calidad de la traducción.
En la actualidad, la fantraducción está relegada a las sagas literarias de fantasía, la novela juvenil y las series románticas. En el caso de Harry Potter, un grupo de fans alemanes llegó a colgar la traducción de seis capítulos, y ya estaban trabajando en los nueve siguientes cuando la editorial alemana de Harry Potter, Carlsen Verlag, amenazó con emprender acciones legales contra ellos. Rápidamente retiraron su traducción. En la versión china, por ejemplo, sesenta estudiantes de secundaria muy bien organizados tradujeron en tiempo récord Harry Potter y las reliquias de la muerte. Se hicieron llamar en las redes «Escuela Hogartws de Traducción». Como veis, hay negocios de todo tipo.
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El mundo de la traducción es tan amplio como hermoso. Yo valoro mucho el trabajo que realizan en las editoriales, para que todos tengamos un acceso a la lectura con menos trabas. Los traductores han facilitado nuestra vida lectora. Invaden las páginas de créditos de los libros, y muchas librerías estarían practicamente vacías sin su labor. Sin embargo, es complicado acordarse de dos o tres traductores de novelas. Pero quizá vosotros sí podáis darnos algún nombre. ¿Eres traductor?, ¿qué tipo de textos traduces? Si no lo eres, piensa si te gusta algún traductor en concreto, ¿alguna vez habéis elegido una novela por la persona que lo ha traducido?
*Fuente: Javier Calvo (2016), El fantasma en el libro, Barcelona: Seix Barral.