Revista Opinión

10 perlas cotidianas

Publicado el 20 febrero 2019 por Vigilis @vigilis
Entre la confusión es complicado distinguir las tendencias. A esta complicación se le suman las limitaciones impuestas por la esfera de experiencias personales. Aún así tratemos de hacer el ejercicio de distinguir ciertas perlas, ciertos espíritus semióticos que nadan en el proceloso mar de la inmediatez, el narcisismo y el absoluto terror en el que se desenvuelve la vida de gran parte de la gente.
Quejarse por una huelga.
La idea de que los huelguistas molestan a uno personalmente. Pedir que hagan la huelga sin molestar. Esta extraña idea de que una huelga no es la expresión de un conflicto que no ha encontrado resolución en una negociación. Una huelga siempre es una medida de presión que se realiza en el espacio público y siempre va a molestar a gente ajena al conflicto. Yo aquí no quiero construir un altar moral y ay de mí si quisiera dar consejos al personal pero yo sólo quiero recordar que la vida obtenida por la persona que se queja de lo molesta que es una huelga la ha obtenido precisamente gracias a que otros han hecho huelgas antes. El tema de la protesta en la calle es espeso especialmente en un momento en que todas las ideas se aceptan por igual en una suerte de papilla moral y política así que no quiero extenderme más.
La mejor política social es el empleo
Este es un lema del Partido Popular sin embargo la idea creo que es compartida ampliamente en otros sectores. Incluso yo hasta cierto punto puedo llegar a defender algo parecido (distinguir las propias contradicciones es un ejercicio sano). Esta frasecita de 0.60 encierra una trampa terrible en lo político: dejar la política social en manos de quienes crean empleo. ¿Quiénes crean empleo? Empresarios y gente que crea su propio empleo. Es decir, todos aquellos que viven fuera del sistema permanecerán fuera del sistema. Se me ocurren pocas ideas más regresivas en lo social ya que la prioridad en la política social debe ser precisamente la gente que está fuera del sistema.
Eso es fascismo
Todo lo que no gusta estéticamente a ciertas tribus urbanas pasa a llamarse como la ideología creada por los veteranos italianos de la Gran Guerra y sus compañeros socialistas. En realidad esto viene de lejos pero dejo constancia de que no se ha movido la cosa ni un ápice desde que George Orwell escribiera "¿Qué es el fascismo?", creo que alrededor de 1948. Una estrategia empleada por la URSS de la posguerra para hacer entrismo en los parlamentos de Europa occidental.
Eso es progre o comunista
El mismo fenómeno que con la palabra fascista se produce en la otra dirección. Seres de la misma sustancia. Aquí me gustaría apuntar algo muy curioso porque dentro de las tribus urbanas del espacio estético que llamamos "derecha" todo lo que se salga de una línea que parece cada vez más extrema recibe la acusación de ser progre o socialdemócrata o comunista o jipi. Cosas como defender las pensiones públicas, la sanidad pública, los derechos laborales en situaciones de abuso de poder, etc. son calificadas de izquierdistas cuando ni en su origen ni en su desarrollo participó la izquierda. Bueno, adelante si uno quiere llamar a Bismarck a León XIII o a Lloyd George comunistas. El caso es que en lugar de discutir las políticas objetivas, se tira el globo de agua de un epíteto y se corre a esconder tras los árboles. Me parece estúpido y en gran medida coherente.

La guerra es mala
En términos generales la guerra es una cosa horrible. Ojalá las guerras se dirimieran con desfiles militares y dejando que la gente vote el que más le gusta. El caso es que en el mundo real no importa lo pacifista que sea uno mientras el vecino no lo sea. Esto de la guerra es mala o que el ejército debe servir para bajar gatitos de los árboles es parte de un pensamiento muy blando que se engloba en la idea de que existe la humanidad como ente político. En el conjunto humano que se organiza políticamente en estados hay conflictos. Hay conflictos entre humanos y conflictos entre estados (y conflictos entre humanos y estados). Una forma de resolver estos conflictos es mediante la imposición de fuerza. En cierto modo defiendo la ley del más fuerte pero sabiendo que fortaleza no es sinónimo de abuso o de autoritarismo. La fortaleza es una virtud ligada a la templanza y a la prudencia. Ahora bien, si tienes un mercado de esclavos no importa en qué cueva del desierto te escondas que te va a visitar un dron. Si estás abusando de tu población no importa cuánta soberanía tenga tu país porque hay delitos que trascienden las fronteras. Esto está muy relacionado con trasladar nuestra moral a otros lugares del mundo. Pues claro.
Los políticos tienen que tener experiencia en el sector privado, muchos títulos, bajarse el sueldo, etc.
Estas ideas decimonónicas sobre la clase política están muy presentes en nuestros días y creo que por dos razones: la primera, el descrédito de la política es paradójicamente una posición política que busca puentear el proceso democrático (eso de que el voto de un pobre valga tanto como el de un rico nunca gustó demasiado a los ricos) para conservar privilegios de origen; la segunda razón puede estar en la tendencia populista. El populismo puede verse como una consecuencia de la extensión de la participación democrática. La democracia lleva en el pecado la penitencia. Discutir mucho sobre cómo arreglar los problemas de representación política nos puede llevar a lugares oscuros. Lugares oscuros que son reflejo de las demandas de la propia sociedad. Hoy está mal visto decir que la gente no debe decidirlo todo. Hoy cada peatón se ha creído el cuento de que es un superhéroe y sacar a la gente de su delirio es una amarga píldora que en algún momento habrá que tragar.
Tal cosa es de sentido común
Me gusta mucho esta perla porque combina en pocas palabras estrategia y objetivo. La estrategia consiste en hacer que una visión política particular de un sector concreto de la población pase por ser demanda global. El objetivo es conseguir apoyos incluso de entre quienes se ven perjudicados por esa demanda de "sentido común". En política no existe el sentido común. Por definición las demandas de la sociedad son contradictorias. Puede haber demandas muy extendidas, defendidas por una abrumadora o aplastante mayoría pero aún en ese caso a la minoría hay que escucharla y dejar que esté representada. ¿Por qué? Porque hay infinitos asuntos en los que todos nosotros somos minoría. Si seleccionamos un conjunto de demandas para construir un sentido común llegará el día en que otros puedan hacer eso mismo y dejarnos fuera. Además esto tiene el peligro añadido de que estamos trascendiendo la política y entrando en lo moral. No hablaríamos de dónde poner un impuesto o construir una carretera sino de lo que está bien o mal (observad cómo yo defiendo esta idea en la dialéctica entre estados pero no en la de estado-ciudadano).
Estamos destruyendo el planeta
Más allá de las etiquetas prácticamente toda la política medioambiental deriva en una subvención de los pobres hacia los ricos. Cuando en el siglo XIX se podía pagar para no ir a la guerra, los pobres subvencionaban la defensa de los intereses de los ricos. Hoy pasa eso pero encima tenemos que aguantar homilías laicas. Antes, si protestabas te daban unos porrazos y te metían en el tren a empujones, te ahorraban las homilías. Hoy si protestas es que odias a la madre naturaleza. Hay que promover los automóviles sin gasolina así que vamos a tirar de chequera pública. 5.500 euros públicos de subvención para la compra de un coche de pila de combustible como el Hyundai Nexo que en España se vende por 69.000 euros. Ojo, y la gente no le está prendiendo fuego al país. Si tiramos del hilo podemos hablar de los espacios protegidos para conservar esos bonitos topos y serpientes y de paso para que esas casas que ya están construidas sigan teniendo buenas vistas y se eviten tener nuevos vecinos. Toda la política medioambiental es regresiva pero se ha logrado que se relacione con el progresismo (sin que esto sea óbice para ser defendida por los conservadores). Tomemos los viajes en avión por ejemplo, el medio de transporte que con mucha diferencia más contamina. Pues la propia concepción de los viajes en avión, que se dividen en clases según lo que paga el viajero, beneficia al que más paga. Ojo, una empresa puede cobrar más por un servicio distinto, ese no es el problema. El problema es que esas compañías reciben subvenciones. Subvenciones que, nuevamente, acaban siendo pagadas por la mayoría de la gente para disfrute de unos pocos. Sí, sé el contraargumento de esto y por eso vamos a pasar a la siguiente perla.

Tener derechos en función de los impuestos que se pagan
La mayor parte de la recaudación viene por las grandes compañías y por las grandes rentas. Los ricos, tomados de forma individual pagan más impuestos que los pobres. Claro. ¿Esto significa que tienen que tener privilegios? ¿Esto significa que deben aspirar a tener unos derechos diferentes? Otra vez volvemos a ideas del siglo XIX. Ideas regresivas que no ayudan ni a un mejor gobierno, ni a un mejor entendimiento, ni al mayor número de gente posible. Hay gente en sus cabales que defiende el voto censitario. Ese voto que hubo que quitar en una época en la que los jefes de gobierno caían como moscas y los conflictos laborales se resolvían a tiros. La idea loca de que el que recibe ayudas es una especie de gorrón. Esto es muy curioso porque esta idea no es defendida por los ricos sino por la gente que aspira a ser rica. Una derivada de esto es cuando la gente habla en nombre de los empresarios, como queriendo hacerles un favor, y dicen que el problema que tienen son los impuestos/cotizaciones. Claro, esas cosas son un problema en el sentido de que son un coste pero en realidad en las encuestas que se hacen a los empresarios los problemas están relacionados con la burocracia (papilla contractual) y la formación (nuestro sistema educativo superior es una broma de mal gusto).
Nacionalismo
Sip, sigue siendo cotidiano. Dos guerras mundiales. Y seguimos. Nos va la marcha.

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