La vida son raticos. Destellos de luz. De risas. Tomar una copa de vino con queso. Charlar animadamente sin estar pendiente del reloj. Dormir hasta tarde. Llegar a casa. La siesta de los domingos. El primer baño en la playa. El primer beso, de cada boca. Parece sencillo pero no sabemos. No nos acordamos de cómo se hacía. De cómo era disfrutar, de reír a mandíbula batiente. Cómo era aquello de no tener miedo. Esta vida atropellada que nos ha tocado vivir no deja tiempo para lo importante porque usted, ¿puede ser feliz 100 días seguidos? ¿O no tiene tiempo para eso?
Su estheticiènne –que viejuno es esto- le comentaba que llevaba unas manos horribles. Y que por el ritmo, se veía obligada a bloquearse citas en su agenda para quedar consigo misma, es decir, para poder pintarse las uñas o depilarse las cejas. Delirante. Si nos autoexigimos tanto ¿por qué no obligarnos a buscar un instante feliz cada día y, además de inmortalizarlo, a disfrutarlo si la apuran? No. No se ha vuelto loca. Todavía.
Foto: 100happydays.com
Les habla del reto #100happydays. Consiste en darse de alta en una plataforma y capturar el instante feliz y subir la foto con la etiqueta #100happydays. Puede ser cualquier cosa. Porque todos los días tienen algo bueno aunque hagamos espeleología para hallarlo. Un reencuentro. Un email. Un café. Un spinning.
Le llamarán ñoña y no les faltará razón. El reto #100happydays es el nuevo “abrazos gratis” que en España no llegó a cuajar. Porque si usted va por la calle y un desconocido amenaza con regarle un abrazo se cruza de acera.
Con todo, no le negarán que se trata de una loable iniciativa fundamentalmente por dos cosas: porque el reto lo propone una fundación. Y dos: porque el hombre es un animal de costumbres y, si se obliga a ser feliz durante más de tres meses, igual hasta le coge el gusto. Vaya usted a saber.
Foto: 100happydays.com