Revista Psicología

1110 días para morir

Por Carolina Guzman Sanchez @RevistaPazcana
Continua leyendo 1/15 Cada semana encontrarás una nueva parte de la historia “1110 días para morir”Carol J Angel @CarolJAngel

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Querido destino,

Llego el día y he de empezar mi camino. Después de largas noches y cortos días, la maleta está hecha y el alma está vacía. Sólo me resta reconocer que al final de esta larga estancia que más bien se ha sentido como una condena injusta, mis ojos han atravesado la penumbra y han visto la luz.

Hace dos semanas y dos días,
Su mirada se ha cruzado con la mía,
Sin meditarlo él,
Sin saberlo él,
Sin proponérselo él.

Fue en ese bar, el de siempre dicen muchos, el de casi nunca dicen otros. Entrada la noche en medio de algarabía, cantos y alcohol, escuche una voz que interrumpió todo el barullo, como un susurro de corto alcance que tal vez –pensé- se dirigía a mí. Advertí también en ese sonido un acento foráneo, es decir, no muy cerca de aquí, pero tampoco muy lejos de allá. Un acento del medio. Y esa voz decía, ¡que sea un motivo! Giré mi cabeza en todas direcciones y no pude localizar de que esquina o centro del bar provenía. Por entonces, en mi mesa dije: ¡que sea un motivo! esperando que la voz me escuchara, como intentando brindar con esa voz de corto alcance, sin que ella –la voz- me notará pero tarde o temprano, sabía que yo la encontraría. Otro aficionado al karaoke, otro silencio de dos segundos en el bar, y otro brindis ¡Qué sea un motivo! -Bingo- la encontré. No sólo su voz, no sólo su cuerpo, no sólo su cabello, no sólo sus manos que sujetaban un vaso de vodka. El bar se abrió en dos y sólo quedo él, en medio de la nada y acompañado del todo, sólo él.

-No dude en acercarme e involucrarme en su conversación y dije: ¿en verdad eres cuentero?

Últimamente no dudo en involucrarme con algo que llene de interés la corta vida que me queda. Son pocos los meses que me han dado desde el último diagnóstico, el médico dijo que me quedaban algunos años, y que si me mantenía alejada de todo y en solitaria paz apartada del mundo terrenal y melancólico, sufrible y fútil, alcanzaría al menos los 35.

He hecho una apuesta con el destino, desde el primer diagnóstico hace 8 años, 6 meses, 2 semanas, cuando los médicos pronosticaron que me quedaría al menos 1 año de vida, con tratamientos y cuidados específicos, así que para ellos, solo sería mi último cumpleaños: el número 25. Cada vez se equivocan más, o tal vez, mi cerebro terco y obstinado no para de gritarme y recordarme la apuesta de necesitamos un día más. Un día más. En el último diagnóstico, no menos de 9 meses atrás, el médico dijo:

-Te quedan 3 años, 2 semanas y 1 día.

Cómo podía saberlo. Así que cruce todo el bar y me involucre en su conversación, me involucre en el movimiento de sus labios, me involucre en su sonrisa y en su cara de niño nervioso pues pude ver que no estaba acostumbrado a que una mujer se involucrará sin su permiso, sin intimidad previa, sin presentación y de improviso, por entonces…


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Tagged: autoestima, cáncer, terapia de pareja
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