Revista Psicología

1110 días para morirme

Por Carolina Guzman Sanchez @RevistaPazcana
Continua leyendo 1/15 Cada semana encontrarás una nueva parte de la historia “1110 días para morir”

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No mamá, no te preocupes, todo va a estar bien.

Sí, ya estoy esperando el taxi.

¿Qué? ¿Que si llevo las vitaminas? Mamá por Dios! Claro que sí. Pero igual no voy para un campamento, si se terminan se compraran en alguna farmacia.

No mamá, nadie me va acompañar.

¿Que porque no me lleva el chico que conocí hace dos semanas? Ay mamá, eso no fue nada, sí, yo pensé que algo había pasado, pero no.

No mamá no tengo tanta suerte como tú y papá.

Esta bien mamá. Dale saludos de mi parte, tan pronto como llegue al aeropuerto de Ezeiza, les llamaré.

Como ocho horas.

Mamá, pero yo te dije que viajaba hoy.

No es mi culpa que no puedan dejar su trabajo abandonado un rato y vengan a visitarme.

Mamá, te llamo luego, llego el taxi.

¿Ya estás en el aeropuerto?

– Sí, ya hice el checking, estoy en sala de espera.

-Perdona, en serio quería despedirme. Pero te confieso algo, odio las despedidas. Nunca han sido mis favoritas, creo que te lo alcance a decir la última vez que nos vimos.

-¿la última vez? Lo dijiste desde el comienzo “estoy bien solo y no quiero compromisos con nadie” y a pesar de que yo te dije que tampoco está buscando comprometerme, si estaba esperando encontrarte.

-Pero, yo te dije por favor no te vayas. Te lo dije al oído mientras dormías.

-Ves muchas películas.

-Puede ser. Pero ya me han dejado otras veces. Y no quería decírtelo mientras desayunabas.

-Mira, no quiero herirte, ya estoy en sala de espera y lo único que tengo por decirte es que no juegues a la melancolía conmigo. Sabes que si me lo hubieras pedido, podría haber aplazado mi viaje un par de meses, como para probar algo contigo, pero no fue así. Yo, sólo tengo mi día, mi presente, mi momento y no pienso jugarme una partida de ajedrez en donde tú seas las blancas y yo tenga que estar del lado de las negras, mirarnos frente a frente, y esperar el turno. No! Lo lamento pero no!

-Lucía, levanta la vista y mira hacia el fondo

-¿Qué?

-que te levantes de la silla y mira hacia el fondo de la sala

-¿Arturo? ¿Qué haces aquí? –ambos cuelgan el teléfono celular.

-que ¿qué hago aquí? hago lo que nunca hice con mis dos únicas novias de la vida, que me dejaron, se fueron porque me negué a seguirlas. Voy contigo.

Lucía se despertó. Se había quedado dormida en un microsueño mientras el taxi llegaba al aeropuerto el dorado. Era un día de tráfico infernal. Ya llevaban al menos 35 minutos y aún no se veía de cerca el aeropuerto. Por un momento Lucía sintió que era verdad lo que estaba soñando.

Estuvo esperando los últimos tres días por la llamada de Arturo. Si bien se conocieron hace un mes, y no dos semanas como creía su mamá. Desde que se conocieron, se frecuentaron la mayor parte el tiempo, hasta hace cuatro días cuando él recibió una llamada y salió del apartamento sin despedirse de Lucía. Pensó que ella estaba dormida. Lucía solo alcanzó a escuchar el golpe de la puerta al cerrarse cuando grito ¡Arturo!

No lo llamó en todo el día. Esperaba que él le diera una explicación. La noche anterior habían estado hablando de muchas cosas, de sus sueños, de sus vicios, de sus paredes y sus muros, y en un momento Lucía le dijo “no puedo más, te adoro y creo que me estoy enamorando de ti” Arturo enseguida la separo de su cuerpo y le dijo que eso no podía ser así, que ella aún no lo conocía y que él no estaba dispuesto a perder su vida de lobo solitario. Un rato después volvieron a estar juntos, se acariciaban como si fuera la última vez, y más él, quien se aferraba al cuerpo de Lucía para absorberla, poseerla y no dejarla marchar nunca.

Por fin llegaron al aeropuerto, el taxista le ayudo con las maletas a Lucía, y de esta manera, Lucía una chica que jamás daba propina, le parecía una ofensa capital, le dio un abrazo al taxista y le dejó el doble de propina acostumbrada. Se dirigió al mostrador con una sonrisa melancólica, caminaba pausadamente esperando, dándole tiempo a su teléfono celular para que Arturo la llamara antes de pasar sus documentos y registro ante la aerolínea, un paso detrás del otro, le hubiera gustado tener dibujado bajo sus pies una rayuela…


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Tagged: autoestima, cáncer, terapia de pareja
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