Revista Comunicación

«11,4 sueños luz» de Nicholas Avedon

Publicado el 17 abril 2019 por Carmelo Carmelo Beltrán Martínez @CarBel1994

El artículo «11,4 sueños luz» de Nicholas Avedon es propiedad de Carmelo Beltrán.

Conocía a Nicholas Avedon en el Celsius de 2018 y se convirtió en una de las personas más interesantes con las me crucé. Pasamos bastante tiempo juntos, sobre todo de la noche, y hallé en su mirada los ojos de una buena persona, que, al final, siempre es lo más importante. Por ello, y también por alguna cerveza, no dudé en comprarme su libro a través de Amazon para que me llegara a casa cuando volviera. Ahora, más de trescientas páginas después, he descubierto que también es un gran escritor. Habrá que darle más oportunidades a sus historias. Hoy te traigo la reseña de su primera novela: 11,4 sueños luz. Prepárate para viajar por muchos mundos.

11,4 sueños luz de Nicholas Avedón

Esta es la historia de Ariel de Santos, uno de los artistas vivos más reputados de los Estados Europeos del Sur, un hombre atormentado por sus pactos con el diablo y adicto al Trank, la droga universal. A través de sus ojos, seremos testigos de una huida del pasado en la empresa humana más ambiciosa de la historia, un viaje sin regreso hacia un destino en las estrellas.

Ciencia ficción, España y literatura autopublicada

La ciencia ficción no vive su mejor momento en la literatura española. Si bien es cierto que cada día aparecen más propuestas, y no hace demasiado que hablamos de El imperio del sueño de Laura Tárraga en estas páginas, se necesita un impulso mayor.

La mayor parte de sus exponentes surge en pequeñas editoriales dedicadas al género o a través de la autopublicación y, si bien es bonito, tengo la sensación de que están acotadas a un público muy definido. Si no llegan a más gente, es en parte porque el resto de personas que podrían enamorarse de sus historias no le dan una oportunidad a causa de sus prejuicios. En otros muchos casos, ni siquiera llegan a saber de ellas.

Por ello creo que la apuesta por la escritura de este género y su autopublicación es tan valiente. No es el primer caso que se trata en este espacio. Hace unos meses tuvimos el placer de hablar de David Monedero y Escape de 21-13 y hace unos cuantos años más, César Colomer y La cinta de Moebius fueron los protagonistas.

Todo ello son gotas que van llenando un vaso que espero que desborde, que llegue a las personas y que el mundo pueda disfrutar de estas historias. Yo siempre he tratado de aportar mi pequeño granito de arena y en esta ocasión vuelvo a esta tarea con la reseña de 11,4 sueños luz de Nicholas Avedon.

Un mundo roto para unas personas que necesitan escapar

Lo primero que me atrajo de esta historia fue la realidad que proponía. Nos encontrábamos en París, pero no en la ciudad que conocemos. Es un mundo distópico, situado unos cuantos siglos más adelante, donde, si bien la sociedad humana seguía siendo tan estúpida y superficial como ahora, se dejaba claramente entrever que el mundo había cambiado por completo.

El futuro, dirían algunos. El progreso, seguramente elegirían otros para definirlo. Sin embargo, yo lo que veo es un atraso. Una sociedad vacía, donde el dinero cada vez tiene más poder, las clases sociales se miden con diferentes rasgos y hay una necesidad incipiente de hallar el placer en cada instante.

Se ha desarrollado una droga sin efectos secundarios que marca la pauta de la vida de cada uno de los ciudadanos. La utilizan para disfrutar, para relajarse, para dormir o, simplemente, para matar el aburrimiento. Da la sensación de que todo es totalmente artificial, de que si golpeas una piedra ni siquiera el polvo será real.

A todo ello se suma la inmensa nueva gama de formas de contar historias. Se ha desarrollado tecnología que más allá de ver, te permite sentir mucho de lo que sienten los protagonistas. La realidad virtual es algo ya casi anticuado y, en una tesitura en la que se podrían crear miles de historias innovadoras, aquellas que predominan son, en exclusiva, las dedicadas a la pornografía y al placer inmediato.

Necesitamos placer y lo necesitamos ipso facto. Se ha perdido la capacidad de trabajar para lograrlo. Un reflejo de un mundo actual que no está tan lejano y que, si nada cambia, acabará por chocar. En este sentido, me ha recordado mucho a la idea que rodea a la historia de WallE, la historia de Pixar.

Un protagonista que podrías ser tú en tu peor momento

Todo ello se nos narrará desde el punto de vista de Ariel. Protagonista de la historia, no tardaremos en darnos cuenta de que no se halla en su mejor momento.

Se encuentra en una búsqueda constante de cariño que trata de compaginar con sobrellevar una extorsión a la que le someten por haberse acostado hace unos cuantos años con una menor de edad. Un error que le ha acompañado toda su vida y que está trastocando cada plan. Todo el dinero que gana tiene que emplearlo en que no le delaten. Además, el hecho de no ser europeo y venir de un país musulmán implica que toda la credibilidad que podría tener desaparezca.

Todo ello le ha llevado a caer presa de la droga. Si esta no tiene efectos secundarios a simple vista, una sobredependendia de la misma te destroza como persona. Por ello existen centros de desintoxicación donde se generan las segundas oportunidades. Él parte de uno y este es el comienzo de su historia.

Una vez salga tratará de rehacer su vida, pero no le costará darse cuenta de que no va a ser una tarea fácil. Los cimientos están rotos, él no sabe quién quiere ser. Por ello se unirá a tantos proyectos como encuentre, con el único objetivo de crecer, hallarse y luchar por ser él mismo. Sin embargo, esta necesidad y prisa hará que sea presa de engaños, que le utilicen y acabe en todavía más problemas.

Creo que no es difícil encontrarse a uno mismo en esos momentos en los que está perdido en este personaje. Sentirse parte de las decisiones que se toman sin pensar cuando el torbellino es tan grande que ya no puedes escapar de él. La oscuridad se cierne sobre el personaje como alguna vez habrás sentido sobre ti.

La realidad virtual como vía de escape

En todo este ecosistema en el que parece que no hay esperanza, que todo es superficial, Nicholas Avedon nos presenta dos vías de escape. Dos mundos a los que los personajes huyen para tratar de ser quienes realmente son. Dos realidades que no son tan diferentes a las que podríamos encontrar hoy en día.

Una es una especie de videojuego. Una realidad virtual. Un lugar donde una persona que no es nadie o que se siente sola en el mundo real puede convertirse en lo que quiera ser. Su baldía existencia que no le convence se tornará mucho más especial. Allí se sentirá pleno.

Creo que es algo que le ha pasado a mucha gente. ¿Quién no conoce a alguien que haya vivido un videojuego como si hubiera sido su propia vida? ¿Que se haya enganchado tanto a esos mundos irreales que se haya olvidado del de verdad?

Y me parecería injusto hablar solo de videojuegos. Estaríamos pareciendo la prensa generalista que los culpa de todo. No, aquí hay mucho más. Quiero expandirlo a cualquiera que se refugia en el cine, las series o la literatura, el que no puede dejar de hacer deporte porque es lo único que le mantiene en pie. A todas esas personas que tratan de escapar de la realidad porque no pueden soportarla, se refugian en su propia burbuja y no se dan cuenta de que en algún momento tendrán que volver al exterior.

Una colonia en otro planeta distinto

La otra vía de escape es una colonia que se está montando en otro planeta. Hay un proyecto en marcha para colonizar otros lugares. La Tierra ya no puede albergar a más personas y muchos están buscando nuevos comienzos. Se piden voluntarios para emprender esta aventura y, por circunstancias que no quiero desvelar para escapar de los spoilers, nuestro protagonista se verá dentro de esta tesitura.

Me parecía muy curioso el contraste entre la realidad virtual y este mundo. Al final, ambos no dejaban de ser dos caras de la misma monedas. Promesas de otros lugares donde podrían ser lo que quisieran. Dejar atrás tu vida y tener una segunda oportunidad, la ocasión de comenzar de cero.

Sobre todo, me ha gustado de todo este planteamiento lo normalizado que estaba en el mundo. Todos aceptan ambos caminos y es que parece que la necesidad de escapar, de dinamitarlo todo y seguir hacia delante es una constante. Desde luego, una de mis partes favoritas de la novela ha sido las diferentes etapas del proceso por el que han tenido que pasar para llegar a cumplir sus objetivos.

Otro mundo, otra filosofía y otra realidad.

El ritmo de la novela

Antes de concluir esta reseña me gustaría tratar, aunque fuera de una manera superficial, el ritmo que plantea esta novela. Si bien es cierto que en un primer momento se me hizo algo pesado entrar en el mundo, una vez las bases de la narración están sentadas, la acción discurre de una manera en la que se hace muy complicado parar de leer.

Con este comentario no quiero afirmar que el principio de la historia sea aburrido. Tampoco lento. Solo que la historia comienza a cobrar todo su sentido cuando los tres pilares alcanzan su posición. Solo entonces se puede comprender con certeza qué significa cada dato. A partir de ahí, todo fluye. Como el mismo escritor me comentó, bienvenido al tobogán.

Conclusiones sobre 11,4 sueños luz

Hasta aquí la reseña de 11,4 sueños luz de Nicholás Avedón. Me ha parecido una historia entretenida y que merece la pena disfrutar. Es cierto que no cambiará el mundo de la ciencia ficción, pero, ¿qué más da si nos hace pasar un rato muy bueno alrededor de la literatura?

Como decía al principio, necesitamos de más autores que se atrevan con el género. Más historias que nos permitan reivindicar su valor. Que no se olvide entre una maraña, pues ha sido durante mucho tiempo uno de los más destacados.

El artículo «11,4 sueños luz» de Nicholas Avedon es propiedad de Carmelo Beltrán.


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