Oscar Wilde falleció el 30 de noviembre de 1900, a los 46 años, desgastada su vida por las secuelas de la cárcel y la sífilis. El aniversario de la muerte de este genio me ha pillado leyendo El charlatán crepuscular, novela de Luis Antonio de Villena ambientada en un café de Paris en 1898, en la que Wilde, ya en la cuesta abajo que le conducirá a la muerte, charla con su viejo amor, Lord Alfred Douglas, sobre el amor, el deseo, la amistad, sobre la hipocresía de la sociedad... sobre, como tituló Luis Cernuda sus poesías completas, la realidad y el deseo, y sobre la dificultad, muchas veces, de conciliar ambas cosas. No me resisto a copiar aquí un breve fragmento de la obra, apenas unas frases tan sólo. Habla Wilde, o Wilde según De Villena:
El sabio sufre, también el primitivo. Y aunque parezcan distintos móviles y distintos colores, todo sufrir viene a ser lo mismo... Pero sigo teniendo el sueño -lejano- de que el mundo pudiera ser, como en los veranos del corazón, un lugar luminoso.