Revista Cultura y Ocio

14-Dicbre-30 Jaca

Por Rennichi

NUESTRA ÉPOCA-19311212_14-Dicbre-30 Jaca_titular

Artículo publicado por Luis Hernández Alfonso el 12 de diciembre de 1931 en el semanario político de izquierdas madrileño «Nuestra Época». Texto y titular proceden de la Biblioteca Nacional de España, entidad en la que se conserva el correspondiente ejemplar, y a la que va todo nuestro agradecimiento por haberlo puesto a nuestra disposición.

Aniversario de la sublevación de Jaca, fecha en que todo revolucionario rinde fervoroso homenaje a los mártires que sucumbieron en la gallarda aventura, prólogo del movimiento del que salió, meses más tarde, la segunda República española.

Galán y García Hernández no sucumbieron estérilmente: las leyes que rigen los fenómenos universales se cumplieron en su fusilamiento. Por dolorosa paradoja, los vencidos triunfaron al caer más que lo hubieran hecho victoriosos. Fué necesario el crimen del 14 de diciembre de 1930 para que los ciudadanos que cual meros espectadores contemplaban el triste panorama de la política nacional abandonasen sus rincones de abulia y acudiesen al lugar en que la dignidad y la hombría los esperaban.

Millares de monárquicos sintieron súbita aversión a un régimen podrido que así manchaba una vez más su ya vergonzosa vida. No se trataba sólo de política, sino también —primordialmente— de sensibilidad.

El Gobierno Berenguer y Alfonso de Borbón fueron, a más de criminales, torpes. Ignoraban que, en la ingenuidad de la masa, hacen mella más fácilmente las circunstancias nimias que el hecho cruento. El fusilamiento se realizó en domingo, rompiéndose así la costumbre religiosa, respetada hasta entonces. A la infamia repulsiva se agregó el desprecio a la tradición piadosa; y acaso no hizo más aquéllo que esto en el ánimo de las denominadas «gentes de orden». Los detalles del monstruoso Consejo de guerra… hasta el accidente automovilístico que obligó a víctimas y victimarios a recorrer a pie largo trecho del camino, penetraron en las conciencias dormidas y las conmovieron.

Galán, García Hernández, Salinas, Manzanares y los demás comprometidos en el movimiento de Jaca, no son —no eran, por lo que a los mártires se refiere— aventureros de la Revolución ni pretendieron ejercer caudillajes. No; hombres de sano patriotismo, conscientes de que había que optar entre la quietud y la dignidad, alzaron bandera de rebeldía dos veces santa: una, porque era la eficaz protesta contra las bajezas y los crímenes de un régimen vergonzoso; otra, porque los rebeldes salían al campo a pecho descubierto, jugándose la vida y sabiendo perderla sin palidecer ni hacer temblar en la mano serena la voluble llama de un encendedor.

El momentáneo fracaso de la sublevación hizo que no pocos republicanos creyesen estéril e incluso imprudente el movimiento, que tuvo como instantes decisivos un combate en Cillas y un fusilamiento en Huesca. Nosotros jamás incurrimos en tan aguda miopía política. Una gota de sangre injustamente derramada por un déspota es como una herida leve, pero dolorosa, en un cuerpo de fiera dormida, que no la inutiliza para atacar, sino le da bríos insospechados. Las sublevaciones, o se sofocan sin rigor, o se ahogan en torrentes de sangre; en el primer caso, el déspota, al mostrar lo que algunos llaman «clemencia», gana mayor fervor en sus adeptos. En el segundo caso, se aleja un poco el final, a cambio de convertir en drama en tragedia.

Procediendo como el Gobierno Berenguer en diciembre de 1930, el final es rápido, ineludible y carente de gloria para el tirano vencido. Por eso la monarquía se derrumbó sin un resplandor de llama que se extingue, con brúsquedad de crepúsculo [de] invierno; desapareció a hurtadillas, escondiéndose, en bochornosa huida, sin merecer siquiera las iras violentas del pueblo. Como muere un régimen que ni siquiera es grande para sus infamias…

* * *

«Ha llegado el momento de luchar por la libertad, imponiendo la justicia que anhela la nación, tantas veces burlada. Soldados: ¡Viva la República!».

Estas palabras, pronunciadas por Fermín Galán en el cuartel de la Victoria, de Jaca, a las cinco y cuarto de la mañana del 12 de diciembre de 1930, hallaron eco de entusiasmo cuatro meses más tarde en todas las poblaciones españolas.

Digámoslo, aun exponiéndonos a incurrir en el enojo de altas personalidades por nosotros muy respetadas y queridas: sin la sublevación de Jaca, posiblemente sufriríamos aún el yugo humillante del Borbón emborbonado (como hubiera dicho Quevedo, de vivir en nuestros días). La pasividad de elementos importantísimos del proletariado, la indecisión —llamada prudencia por muchos— de parte del Ejército, las delaciones incalificables que, partiendo de las alturas, llegaban hasta los más humildes…, todo cuanto ocurrió una y otra vez durante los ocho años indignos nos hace pensar en que la Revolución española, hecha acaso en las conciencias desde tiempo atrás, no hubiera tenido realización práctica en las calles si, en la noche del 11 al 12 de diciembre del 30, no se hubieran reunido en el Hotel Mur, de Jaca, unos cuantos hombres abnegados que sentían la imperiosa necesidad de pagar la deuda que voluntariamente habían contraído con la posteridad.

No hay, pues, que considerar a Galán, Hernández y sus compañeros, como protomártires únicamente. Es preciso reconocer que sin ellos la revolución tal vez no hubiese hallado momento propicio para comenzar su camino, en el que ya no habría de detenerse.

España fué República desde el 12 de diciembre: los españoles fueron republicanos casi sin excepción y más o menos conscientemente, desde el 14. La agónica monarquía entró en estado comatoso: la habían herido de manera incurable las balas que batieron aquellos dos cuerpos de héroes.

* * *

Mientras en Jaca y Huesca se decidía la consumación del crimen, ordenado por el Gobierno Berenguer, en la Cárcel Modelo de Madrid, un grupo de revolucionarios padecía el tormento de la incertidumbre.

Nosotros, que formábamos parte de ese grupo, hemos querido ahora recoger unas frases de algunos de aquellos hombres de acción que sufrían cautivero en horas de tan intensa emoción.

No es ello tarea fácil, porque unos ocupan cargos que absorben su actividad y otros se retraen, acaso por excesivo respeto a hechos y personas que son indiscutibles e insuperables.

Alcalá Zamora, que junto a nosotros va a hacer un año, recibió la noticia del crimen, nos habla hoy, emocionado por el recuerdo que tan honda huella deja en nuestra sensibilidad.

Pausadamente, reconcentrando en sus palabras el pensamiento, un poco derrotado ahora por el corazón que borra palabras y antepone afectos, el primer presidente del primer Gobierno republicano, tras la restauración, nos dicta las líneas que a continuación verán nuestros lectores.

Mientras las escribimos viene a nuestra memoria la galería de políticos de la Cárcel Modelo, de Madrid, donde un reducido número de presos sentimos, en la mañana del 15 de diciembre, el lanzazo de la noticia, brutalmente asestado por el general de la triste historia, derrotado ante el enemigo y lamentablemente victorioso contra la lealtad a la justicia y el amor a una patria noble, libre y grande…

Y nos dice así el ilustre político cordobés, que cuando estas líneas vean la luz será ya presidente de la República:

«Estos sucesos pertenecen ya a una historia lo bastante definitiva y gloriosa y, sin embargo, lo bastante próxima para que necesiten explicación ni permitan la serenidad del comentario. Las lecciones y consecuencias más claras a desprender de los hechos son éstas: Por desgracia, el régimen monárquico fué tan ciego que dejó la huella trágica e imborrable de crueldad sumada a la injusticia como única tristeza en el alba de la revolución; y por fortuna tuvo ésta en sus concursos frustraciones momentáneas, aplazamientos y forma de triunfo definitivo, la colaboración militar bastante para sellar de nuevo la identificación de la fuerza con la libertad del país y el medio de expresión legal que hiciera indiscutible en España y ante el mundo la voluntad nacional».

Nada más… y basta. Todo lo que sentimos sería intraducible, amigo don Niceto.

* * *

Giral nos relata cómo supo lo que ocurría. En el Ateneo le llegaron las primeras noticias. Y él, el actual ministro de Marina, inauguró la lista de los presos en Madrid por la sublevación de Jaca.

Suyas son estas palabras: «Ejemplo magnífico ante el cual se rinde nuestra alma y se postra nuestro cuerpo en plegaria fervorosa por la Libertad y por la Justicia».

* * *

Ortega y Gasset (E[duardo]) fué el más sorprendido, en la cárcel, por el fusilamiento. Hombre leal y sincero, no admitió el supuesto previo de que el crimen se realizase. Aún lo recordamos, cuando oyó leer la nota oficial. Sacudió su melena leonina, sus ojos relampaguearon, y barbotaron sus labios palabras terribles.

Hoy, sereno y sosegado, nos dice, refiriéndose a entonces:

«Quien en tales instantes no sepa recordar aquellas horas con el amargo paladeo que el trágico acaecimiento merece, será porque carece de conciencia como español.

Galán y García Hernández son un ejemplo clavado como una bandera en la más alta cima moral del país».

* * *

No hemos podido recoger otras opiniones que hubieran resultado especialmente interesantes. Don Miguel Maura no quiere hablar —ni aun acerca de lo de Jaca— hasta que se resuelva definitivamente la próxima crisis reglamentaria.

Don Santiago Casares Quiroga «está muy ocupado». ¡Lástima! ¡Hubiera sido tan importante su juicio acerca del movimiento revolucionario que presenció y que costó la vida a Galán y García Hernandez!

* * *

España entera ofrece hoy homenaje a la memoria de los héroes.

Que nadie olvide una enseñanza histórica: Ningún régimen, sea cual fuere, podrá vivir contra la Libertad y la Justicia.

Luis HERNÁNDEZ ALFONSO


14-Dicbre-30 Jaca
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