No hacía falta coger el coche para llegar a la escuela, estaba bastante cerca, además aquel paseo le serviría para relajarse antes de llegar.
Estaba en una nueva ciudad, nueva casa, nueva escuela, y nuevos alumnos a los que conocer. Llegó pronto, a su clase, era una regla que se imponía siempre: conoce el entorno, familiarízate y siéntete a gusto.
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Miró a través de las ventanas y vio a los niños chapotear con los pocos charcos que quedaban tras la tormenta de hace unos días. Estaba preparado, quería volver a enseñar a una y cada una de aquellas personitas que serían el futuro.La sirena sonó y todos los niños corrieron a sus clases, y allí estaba él, recibiéndolos con ilusión y una gran sonrisa.