También yo me sonrojo cuando algo me embaraza. De niño puede resultar divertido sentir ese fuego ligero quemarte las mejillas, pero de adulto es vergonzoso embarazarse en ese modo.
Así, con el libro entre mis manos, apenas en el prólogo, me encuentro con este Pequeño Príncipe y veo esa pincelada de acuarela en sus mejillas y me sonrojo.
También yo dibujaba cuando era pequeña ¿sabes? Hacía caricaturas. Y parecía que a los adultos les divertía verme dibujar, al menos hasta cuando les dije que quería ser una artista; en ese momento, y con la frente arrugada, me dijeron que los artistas en mí país solo pintaban las paredes de las casas, y que con este oficio no me alcanzaría para darle de comer a la familia, ni pasando un día. Entonces decidí que un día sería Presidente de la República; estaba segura de que con ese empleo daría de comer a todas las familias de mi país, y no solo a la mía; esta vez con las arrugadas que les atravesaban la frente de una sien a la otra, escuché decirme - no te hemos educado para asaltar al pueblo subida en un Mercedes y con corbata.
Los grandes no entienden nunca nada por sí solos y los niños se cansan de tener que explicarles todo cada vez*.Sí. Yo también lo creo, Antoine. Cuánto nos parecemos los dos. Tú no respondes nunca a las preguntas y yo no me canso nunca de hacerlas...
¿Por qué un cordero? ¿Por qué no un conejo, o un perro?...
Ayer traté de dibujarme para que me conocieras. No tengo capa, ni vestido de princesa, pero tengo mis botas. A mí también me encantaban y las llevaba siempre puestas. Me recordaban los calcetines tejidos que me pusieron al nacer, mi primer contacto físico que abrazó mi cuerpecito con cariño verdadero.
¿Te sentías solo en el desierto Pequeño Príncipe? - como Antoine y como yo...
A mí también me gusta el atardecer, los dibujaba siempre.
*Prólogo de El Principito - Tascabili Bompiani.