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180. El rostro del mal

Publicado el 20 octubre 2022 por Cabronidas @CabronidasXXI

    Una vez osé mirar al rostro del mal con el anhelo de descubrir un gran secreto...

    Si os cito a Hannibal Lecter, tan formidable psicópata le roba en todas las secuelas el protagonismo a la agente Clarice Starling. Si os nombro Star Wars, la quintaesencia de tan irrepetible saga es Darth Vader. Lo mismo que aquel terrorífico octavo pasajero que nos estremeció en la nave Nostromo. 

    Frankenstein, Dorian Gray, Michael Myers, Drácula, Jekyll y Hyde, Jason Voorhees... Cada uno en su universo particular, fascinan. Quién no se ha estremecido de admiración ante la malignidad que posee Jigsaw para enfrentarnos contra nuestras más ocultas bajezas. Quién no ha sentido alguna vez malsana reverencia por la demencia excesiva del Joker.

   Las mujeres fatales, maestras de la manipulación o fanáticas de cualquier utensilio con un filo peligroso, resultan arrebatadoras. Ya sea una rubia ensañándose con un picador de hielo, o una enfermera solitaria que acoge en su casa al accidentado escritor de sus novelas preferidas. Todas ellas, de una manera u otra, seducen y te invitan a traspasar el umbral de lo prohibido.

    La realidad, sin embargo, es mucho más espantosa y no conviene detenerse en ella más tiempo del necesario. Estremece el caso de Gilles de Rais, el cual, durante su juicio, se atribuyó la tortura y posterior muerte de doscientos niños con los que mantuvo, con los cadáveres aún calientes, espantosos episodios de necrofilia.

    Del mismo modo que Érszebet Báthory, la condesa húngara que, obsesionada con la juventud eterna que creía obtener bañándose en la sangre de mujeres vírgenes, desangró los cuerpos de seiscientas dieciséis desvalidas en un reinado de terror que duró cerca de treinta años.

    Semejante malevolencia fascina. Porque ¿quién no ha estado a punto de abandonarse al insidioso abrazo del morbo más abyecto? ¿Nadie ha sentido alguna vez el deseo inconfesable de caer en la más truculenta de las tentaciones y romper ese tabú que siempre vemos por el rabillo del ojo?

     Si leéis esto desde una moral encorsetada, aun aceptando que locura y cordura son un fino hilo que rompe con demasiada facilidad, me condenaréis. Seréis como la inquisición que mató a cientos de miles de inocentes. Como los necios que se confabulan ante la aparición del que contradice la versión oficial.

    En algún lugar del mundo, alguien muere, y en ese mismo momento, alguien nace; esa es la enormidad de existir. La diosa fortuna girando sin parar, repartiendo a su antojo placer y dolor, risa y llanto, alegría y desgracia. 

    Vida y muerte.

    Una vez osé mirar al rostro del mal con el anhelo de descubrir un gran secreto... pero no contemplé más que la fealdad de nosotros mismos.

    



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