Parece que ya terminó la teleserie gringa, al menos el... no lo sé, ¿segundo capítulo? Falta la tercera parte: la agonía del payaso, una agonía que ojalá no arrastre consigo víctimas innecesarias. El payaso parece dispuesto a todo, ¿no? En lo personal estuve unas horitas asustado porque ayer encontré un libro rarísimo y deseadísimo por mí, a muy buen precio, un regalo prácticamente, y lo compré de inmediato, pero la puta página no cargaba y por lo mismo, por seguridad, luego no me dejaban comprar el maldito libro, así que cancelé la compra y luego lo compré otra vez, y lo mismo. Por lo tanto decidí que debía pagarlo no con transferencia, sino que con efectivo en modo depósito, pero luego la dueña del libro canceló la compra. Así las cosas, me fui a dormir, amargado, amargado con todo, tan amargado que estuve tres putas horas dando vueltas en mi cama. Cuando desperté, a primera hora de la mañana, volví a comprar el libro y por fin funcionó la maldita transacción, ¡por fin!, por lo que tranquilo, me fui a dormir de nuevo, hasta las 13 horas, claro que sí. Qué otra cosa se puede hacer, salvo dormir. Qué otra cosa, si no puedo (ni quiero, me da cosa) ir a nadar, tampoco ir a la Biblioteca Nacional (que abrió pero con aforo reducido y con reserva de horarios, pero demonios, no voy a ir allá en transporte público), y tampoco voy a trabajar todavía, primero por razones obvias, segundo porque por el maldito toque de queda (¡todavía toque de queda!) obviamente los bares o pubs o restaurantes nocturnos no pueden abrir en horarios decentes, y ese es el horario que más me acomoda para trabajar, no de día. Ya veremos qué tal las cosas el otro año, puto 2020. Mientras pueda volver a la piscina y encontrar un buen trabajo que pague bien por hacer lo que sé hacer bien (es decir: lavar platos, utensilios de cocina, vasos, cubiertos), me doy por conforme supongo, así me financio mis bajos placeres y mis elevados placeres (como los libros), después de todo, cuando ya no quedan grandes sueños, uno debe disfrutar de los pequeños placeres de la vida. Como tomar un vasito de agua helada, o hablar de Stray Bullets, la obra magna, la obra maestra de David Lapham. O jugar Among Us, lo que dicte el momento. Después del salto, por supuesto.
David Lapham tuvo una infancia y adolescencia algo turbulenta, aunque no se sabe mucho al respecto, salvo que muchas de las historias suyas tienen componentes autobiográficos, o, en su defecto, se basan en situaciones y personajes que él mismo vio de cerca, porque al parecer no vivió en un hogar ideal que digamos. El padre de un día para otro se marchó con el televisor a cuestas y adiós, si te he visto no me acuerdo. De la madre se sabe menos, pero pudo haber sido prostituta o quizás no, quizás una ninfómana que se codeaba con el bajo mundo criminal. Quién sabe. Lapham no lo deja claro, pero a veces juega con ello en esas secciones de cómics en donde los autores hablan algo de sí mismos. Lo que sí se sabe es que era un muchacho pendenciero, arrestado varias veces, canalla y ladrón. Pudo haberse ido por el mal camino, hay mugshots suyas por ahí (de hecho es la foto de su perfil de twitter), pero le gustaban los cómics y a los veinte años consiguió trabajo, no sé si como dibujante o como ayudante, pero de a poco, comenzando desde abajo, hasta que la experiencia lo hicieron ir subiendo puestos y todo eso. Jim Shooter vio su talento y lo apadrinó, Lapham comenzó a crear cómics para ese sello editorial independiente. Valiant Comics y Defiant Comics, creo que se llamaban las editoriales que lo acogieron al inicio de su carrera, pero de todas formas no estamos haciendo una biografía exhaustiva. Lapham nació en los 70, quiero decir el año 1970, por lo que el año 1990 se "encarriló". El 95 fundó su propio sello editorial, El Capitan Books, para publicar de manera independiente y libre su gran obra maestra, su gran saga criminal del submundo de Baltimore, "Stray Bullets". Entre medio se tomaba descansos para publicar otras historias propias, como Murder Me Dead. El 2005, luego de 10 años publicando Stray Bullets (y luego de haber ganado un par de premios Eisner, por mejor cómic y mejor arte o dibujo: los Eisner son como los Oscars del mundo del cómic, como los Oscars mezclados con Cannes), debe dejar de publicar Stray Bullets, porque publicar de manera independiente no era rentable por desgracia. Para entonces llevaba 40 números, y de hecho quedaba sólo uno, el 41, para terminar el arco que había comenzado en el #31. Pasaron nueve años. Es decir, el 2014 Image Comics, luego de hacer un trato con los Lapham (Maria Lapham, esposa de David, también es considerada autora importante de Stray Bullets), publicó ese número 41, y de paso comenzó con Stray Bullets: Killers, una miniserie de ocho números. De esta forma comenzaría una nueva vida para esta obra y además en nuevo formato, en formato de miniseries. Los primeros 41 números, si bien se separaban en arcos y todo, eran publicados uno a uno, quizás de manera ininterrumpida de no haber sido por esa pausa de nueve años en donde Lapham debió trabajar en proyectos más comerciales, sin que esto lo disgustara del todo (de hecho habla bien de esos procesos más de artesano, si bien deja claro que la libertad artística a veces era algo impensado en esos círculos). Luego de Killers, comenzaría Stray Bullets: Sunshine and Roses, de 42 números, una miniserie de interrumpida y accidentada publicación (problemas de salud de los Lapham al parecer), aunque ya entraremos un poco en detalle. Sunshine and Roses terminó hace un par de meses, de hecho. La próxima miniserie se titula Stray Bullets: Virginia, y aún no hay fecha de publicación ni pistas de cuántos números serán.
Stray Bullets es una genialidad. Una obra maestra. Para qué hablar de la calidad gráfica. Ya hemos sido claros al hablar de otros cómics de Lapham: su trazo, su manejo del blanco y negro, de las luces, de las expresiones faciales, del cuerpo humano, de las arquitecturas, de las texturas, es magistral. Verdaderamente magistral. Eso por una parte. En segundo lugar, tiene una gran cantidad de atractivos y memorables personajes. No sólo en apariencia, todos estos personajes, en mayor o en menor medida, son tridimensionales y gozan de personalidad propia, de algo que los hace reconocibles, aunque no los veamos en más de diez números a veces. Son personajes con los que uno se puede identificar, humanos y terroríficos, brutales y frágiles, que son como el bestiario de la amplia gama de emociones y vicios humanos. Personajes íntimos y extremos. Personajes que cambian con el tiempo, con el paso del tiempo. Que crecen, o se deterioran, pero que no son exactamente los mismos: se hacen peores o mejores, pero el mundo y el tiempo no les son indiferentes. En tercer lugar, Lapham demuestra gran maestría para crear atmósferas y lugares. Todo esto, personajes y espacios, existen. No importa en qué momentos nos encontremos aquí o allá, con él o con ella o quien sea, palpita una sensación de vida innegable: uno sabe que estos personajes no salieron de la nada para suplir huecos argumentales (como en Dark, por ejemplo, que se me viene a la mente porque no comprendo que gente "seria" y "adulta" alabe algo tan infantil y mal escrito), que siempre han estado ahí, que se conocen esas calles y conocen las reglas no escritas que delimitan la vida de quienes se marginan de las leyes escritas. Lapham de alguna forma subvierte el relato noir o relato criminal: lo hace cotidiano, le da un nivel realista de existencia, le quita glamour u oscuridad, o mejor dicho le quita toda impostura y deja algo desnudo, desprovisto de artificios, pero que pega fuerte como un mazazo o un puñetazo en la nariz porque es su pura fuerza inherente. Es un mundo oscuro, sí, oscuro y negro y violento. Pero lleno de amistad, sentido del humor, sueños, fiestas, tragos, borracheras, etc. Quienes se mueven dentro de este mundo son personas como tú o como yo, con sus gustos y principios, pero que tienen una línea de trabajo más, digamos, peligrosa. Con lo anterior ya vamos dejando claro que, a diferencia de un Ed Brubaker, Lapham también subvierte todo código genérico, se adueña de ellos y les da un rostro callejero y real y humano. Cuarto, por la multitud de registros narrativos y estilísticos y estéticos y argumentales que Lapham utiliza. Desde un realismo sucio a un surrealismo onírico o directamente a parodias alocadas. Lo mejor es que lo hace con habilidad y talento, y sale airoso en toda empresa. Y tiene un planteamiento y desarrollo temporal tan preciso que es una delicia. Tan bien pensado que algo o alguien en apariencia anecdótico, tiene resonancias profundas en el resto de las historias y personajes. Simplemente no podemos olvidar, aunque haya sido cosa de un sólo número. Pero lo que hace grande a Stray Bullets es que es justamente eso: una épica, una épica criminal que abarca, que sepamos por ahora, unos 25 años.
El primer arco de los 41 números originales se titula Inocencia del nihilismo, y va del 1 al 7. Comienza en el año 1997, con un muchacho algo tocado de la cabeza y un criminal ya viejo y experimentado, deshaciéndose de los cuerpos de unas víctimas que no sabemos quiénes son. El jefe es Harry, y con Harry no se juega. Eso es lo primero que queda claro. La noche se pone sangrienta, y algo sabemos: sabemos que el muchacho tocado de la cabeza, según su cabeza, tenía algo con una de las víctimas. Pista. Sabemos que, ahora, quiere matar a Harry. Suspenso. Luego, en el número 2, nos vamos para el año 1977. En este número ya comenzamos a conocer personajes importantes y un poco de cómo va la cosa. Spanish Scott y otro sujeto hablan de que un tal Harry se está creyendo más de lo que es, y que alguien debería advertirle al jefe, un tal Lonnie. Estos dos sujetos esperan a otro sujeto para darle su merecido, pero en ello, Spanish Scott aprovecha el impulso y mata a su compañero, pues con Harry, que no es el jefe pero aspira a serlo, no se juega. Testigo de esto es Virginia, una muchachita de menos de diez años que queda traumada por tal hecho de violencia. De tal forma que, como veremos, determinará el resto de su vida, que será una espiral oscura y brutal. Ya en el número tres nos encontramos en el año 1980, con Harry ya instalado en la cima de la cadena alimenticia del bajo mundo de Baltimore, y con todos sabiendo que con Harry no se juega. Vamos conociendo más personajes, nos metemos en el ambiente y en el estilo de Lapham, que suele hacer saltos temporales según el personaje que protagonice cada número. No todos los personajes se cruzan necesariamente. Virginia, la niña traumada por Spanish Scott, vive su propia historia de violencia, crisis familiares y problemas escolares que, sumado a ese asesinato que atestiguó, la dejan marcada para siempre. Por otra parte vamos viendo los chanchullos de los hombres de Harry (a quien nunca vemos y, según Lapham, nunca veremos), pero también las fiestas que hacen, en donde está Beth, la muchacha de armas tomar, con su amiga Nina, novia de Harry y drogadicta, atrapada en esa relación tóxica de la que no puede salir, porque con Harry no se jode. Está Orson, un joven de vida regulada que conoce por accidente a Beth y boom, ya no puede salir y de hecho es el catalizador de grandes episodios que luego conoceremos. Está Rose, la hermana de Spanish Scott, una ninfómana buena para el trago y las drogas (¿como la madre de Lapham?) que descuida siempre a su hijo, Joey, el muchacho tocado de la cabeza del cómic #1, que crece entre medio de su madre desnuda teniendo sexo con otros hombres que se burlan de él, porque qué madre le ha tocado. Está Monster, un tipo gigante que te puede partir en dos con sus manos desnudas, que trabaja para Harry (es uno de sus lugartenientes, Spanish Scott sería el underboss). Así, entre la complicada infancia de Virginia y las turbulencias del ambiente criminal de Baltimore, además de conocer el alter ego de Virginia, Amy Racecar, llegamos al segundo arco o volumen: Somewhere Out West, que va del 8 al 14. Estos números los protagonizan mayoritariamente Orson, Beth y Nina, que tienen maletas llenas de dinero y de cocaína, y que están escondidos en un pueblo de mierda en mitad de la nada, esperando que pase el tiempo y Harry deje de perseguirlos, porque a Harry es al que han jodido. Acá vemos las complicaciones de estos tres para ajustarse a este lugar en donde nada pasa, cuando ellos estaban acostumbrados a grandes acontecimientos. Estos tres harán que este pueblo también sufra grandes estallidos, de paso conociendo a otros personajes, algunos bastante escabrosos. Pero ojo, que también exploramos en las personalidades de estos personajes y en cómo se relacionan, y lo frágil de estas relaciones, pues nunca se habían puesto a reflexionar seriamente al respecto en Baltimore, pues el ruido de las drogas y el alcohol y las fiestas y las balas ocasionales como que lo distraían, pero acá, acá en la quietud y en la nadería de este pueblo desértico y caluroso, pues deben enfrentarse a sus culpas y fantasmas y pecados, aunque les duela. Acá, por cierto, el destino de Virginia se une algo más al de los amigos criminales de Baltimore. Other People es el tercer volumen, que va del 15 al 22. Se ambienta en Los Angeles, un par de años más adelante todavía, y aunque nos muestra cómo se la van arreglando Beth y Virginia (ahora juntas luego de lo otro), también conocemos personajes que en principio nada tienen que ver con Baltimore (y de hecho no lo tienen), pero como se relacionan a veces tangencialmente con Beth y Virginia, vale la pena conocerlos. Y vaya que vale la pena. Puede que de una falsa impresión, pero en Stray Bullets no todo es violencia. No gráfica al menos. Acá hay más violencias, violencias soterradas y disfrazadas y normalizadas. En cualquier caso, es aún más cotidiano. Vemos matrimonios apagados, fantasías contenidas o reprimidas, crisis de identidad, etc. Un hombre que sueña con que su esposa muera para poder ser libre y el héroe de la película. Una mujer que cuando su esposo no está en casa se convierte en una desalmada dominatrix. Una mujer que le gusta romper matrimonios. De alguna forma, todos tienen que ver con todos. Nada es forzado; naturalmente, todos se relacionan y se influencian en sus vidas, aunque no se den cuenta. Es brillante. Ya en Dark Days, que va del 23 al 30, volvemos a nuestros personajes más conocidos, ya sea en escenas del Baltimore de antes de "la gran jugada contra Harry", ya sea en Los Angeles de Beth y Virginia intentando llevar una vida normal. Si bien, ya en Los Angeles, ahora son Beth y Virginia las grandes protagonistas de uno de los arcos más oscuros y terribles que veremos (en serio), de secundarios tendremos a los protagonistas de Other People, lo cual es un complemento delicioso. Veremos, básicamente, a Virginia nuevamente siendo atrapada por la maldad de la gente. Y Amy Racecar, su alter ego, sin querer queriendo nos dirá sin decirnos las atrocidades que sufrió. Vidas rotas, varias vidas rotas, es el saldo de Dark Days. Del 31 al 41 veremos Hi-Jinks and Derring-Do, protagonizada casi plenamente por Virginia, ya de vuelta en Baltimore, pero en el colegio, aunque el colegio no será, por desgracia, un oasis en su vida de horror. De hecho, se reencuentra con algunos matones del pasado, y aunque ella se divierte siendo una especie de Yojimbo entre las pandillas del colegio, la cosa se pone siniestra cuando llega un nuevo alumno al colegio y al equipo de, ejem, "fútbol" "americano", un tipo que, en fin, ya lo verán, pero no es nada agradable. Y Virginia no se achicará ante él. Entre otras cosas, Lapham, creo, analiza a la vez que se ríe de esa estúpida masculinidad bruta de los gringos, especialmente en esos equipos deportivos de los colegios, en donde se premia ese comportamiento animal de macho alfa que es francamente ridículo. De paso conoceremos a Dez Fingers, un tipo que le gusta quitarles los dedos a quienes se meten con él, que algo tendrá que ver dentro de ese conflicto de pandillas escolares. Estos números me ponían tremendamente nervioso, me daban ansiedad tremenda. Me dan cosa cuando hacen que escolares hagan cosas malas; de criminales del bajo mundo me lo espero, pero ¿en un colegio? Uf...
Miren, he hablado harto, así que el resto lo dejaré para mañana, pues me siento algo cansado y quiero dormir. Espero que mis palabras y las imágenes les piquen la curiosidad. Confien en mi: Stray Bullets es una genialidad que deben leer. A mi me cambió la vida. Es una de mis obras favoritas a nivel general, de cualquier tipo de arte, junto con Hunter X Hunter, Ichi the Killer, Cosecha verde (del gran historietista argentino Carlos Trillo) y los cómics de Enki Bilal, se me apuran.