Para su segundo trabajo la directora italoargentina Maura Delpero relata en Vermiglio una historia universal mostrando la dureza del mundo rural, el aislamiento, especialmente en los largos días de invierno. La pequeña vida en comunidad gira en torno a la iglesia, la escuela y el bar como centros de reunión. La rutina se rompe con el regreso a esta pequeña aldea de un primo de la familia que ha desertado de la guerra y que viene acompañado de un forastero siciliano, Pietro (Giuseppe De Domenico) que no tarda en enamorarse de Lucía (Martina Scrinzi), una de las hijas de la familia numerosa Graziadei y que cambiará la vida de todos para siempre. Heredera de Ermanno Olmi, Delpero apuesta por un cine austero, un tanto lento, completado con una cuidada fotografía de un entorno que no cae en lo bucólico de las cumbres de los Alpes. Para hacerla más auténtica y bebiendo sus orígenes del documental muchos de los actores, como los niños no tienen experiencia ante las cámaras.
Entre los actores profesionales Sara Serraiocco a la que descubrimos en Salvo y Cloro y Tommaso Ragno que encarna al maestro y patriarca de la familia. Dotado de un poder casi supremo impone con sus calificaciones el destino de su prole, decidiendo que, a falta del entusiasmo de Dino, y a pesar de los esfuerzos de Ada (Rachele Potrich) solo Flavia (Ana Thaler) podrá seguir los estudios académicos. Un drama de época en el que DelPero continúa ahondando en la maternidad ya tratada en su anterior trabajo Hogar y en otros temas universales como la perdida de la inocencia, el lesbianismo en entornos rurales, el patriarcado y los diferentes roles de familia.