20 años no es nada

Kubrat y yo nos casábamos un 2 de julio de 1993. Una ventosa tarde  ponía fin a 7 años de noviazgo y daba comienzo a una nueva etapa.

El matrimonio es una lotería. Nosotros tuvimos suerte. Una gran base de amor para los cimientos sobre los que luego se asentaron la tolerancia, el respeto, la comprensión. Grandes momentos compartidos, aficiones comunes, conversaciones y mucho sentido del humor. Ningún día desde entonces ha sido igual a otro. Veinte años después y tres estupendos hijos. Parece que fue ayer. Sólo espero poder celebrar otros 20 y muchos más con quien es el hombre de mi vida.

En este tiempo también hemos pasado malas rachas, no por falta de cariño, sino porque la vida te pone trabas de vez en cuando. Han sido esos momentos difíciles los que más nos han unido. El paro, la muerte de seres queridos, las enfermedades de quienes tenemos más cerca, las decepciones con amigos, el sufrimientos de quienes tenemos más cerca, el sufrimiento propio. Siempre juntos, de la mano. Esos momentos duros y los que nadie desea, han sido los que luego hicieron que los ratos de alegría y felicidad fueran más intensos.

Kubrat, padrazo y mejor marido, te quiero.

¡Gracias por aguantarme!

Si la dicha es buena, veinte año no es nada.