La víspera de nuestra partida de Galicia amaneció lluviosa “a la gallega”, es decir, cielo gris u oscuro, lluvias intermitentes, descenso de temperaturas…
Pero como era nuestro último día en A Casa Antiga do Monte y en la zona del Barbanza, nos resistimos al confinamiento (Ya habíamos tenido demasiado por la pandemia) y salimos en nuestro coche, con destino a la cercanísima ciudad de Padrón, que apenas si habíamos visitado.
Pudimos aparcar no con demasiada dificultad en las cercanías del Centro Social Padrón y comprobamos los productos de elaboración gallega que se vendían en supermercados próximos, y aun compramos unas botellas de aguardiente de orujo, aunque desistimos de comprar quesos porque en Valencia era fácil obtenerlos.
Entre chaparrón y chaparrón comprobamos que los supermercados gallegos no difieren demasiado en cuanto a calidad y productos de los del resto de España, y están igualmente bien surtidos.
Pese al tiempo poco grato, aun dimos unas vueltas bajo nuestros impermeables y visitamos los parques y otras zonas (que se describirán más adelante) en la medida en que los charcos de agua no pugnaban con nuestro calzado veraniego.
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Padrón es un municipio de la provincia de La Coruña, en la comarca del Sar, Galicia, España.. Su superficie es de 48,37 km².Su población es de 8 384 habitantes (INE 2019)
Etimología
El topónimo de la villa procede de la palabra pedrón, probablemente una pseudointerpretación
ambigua en la lengua gallega de la palabra piedra (de origen griego), que a su vez ya fue deformada etimológicamente hablando en el latín vulgar. Dicha palabra es la fuente de inspiración para darle nombre no solo a la villa sino al municipio. El pedrón en sí es un altar de origen latino dedicado al dios Neptuno y que hasta el siglo XV se encontraba situado en el margen izquierdo del río Sar (si miramos de norte a sur); actualmente, está colocado en el interior de la iglesia parroquial de Santiago de Padrón.
Historia
Hasta la llegada del ejército romano en el último cuarto de siglo antes de nuestra era (hacia el 26 a. C.), apenas se tiene constancia de restos (2014), en la villa de Padrón, que hayan dejado los nativos galaicos. Sobre la base de los estudios y hallazgos arqueológicos realizados en el área de la comarca del Sar, tenemos la certeza de la presencia de dichos pueblos, así por ejemplo tenemos las mámoas de la Paradegua y los petroglifos de Bouza Abadín en el ayuntamiento colindante de Dodro, castro de Picadizo, en el municipio de Rois o castro Valente en la parroquia de Herbón en Padrón. La llegada de los pobladores latinos es la primera prueba fehaciente de la existencia de unos habitantes en dichas tierras. Posiblemente, una de las razones que disuadió a las tribus galaicas en su asentamiento en el valle fuese la característica de ser una zona sumamente pantanosa, tal es así que la villa de Padrón está levantada literalmente en cieno. Al margen de esta breve explicación orográfica, debemos destacar la fundación por esa misma época de Iria, más tarde Iria Flavia (dinastía de los Flavios 69 al 96 d. C.) en el alto imperio. Actualmente el pequeño pueblo de Iria Flavia se encuentra a un par de kilómetros en dirección noreste con respecto a Padrón.
Ciertamente la pesca y el comercio fueron las actividades de los primeros pobladores, y así lo demuestran los restos arqueológicos hallados en las sucesivas excavaciones realizadas (Eladio Oviedo Arce, Sánchez Cantón, Filgueira Valverde y García Alén) a lo largo del siglo XX en los alrededores de la villa, más concretamente en Iria Flavia, en el propio pueblo de Padrón y en las orillas del río Ulla en la zona de Porto de abaixo. En ellas se encontró cerámica sigillata, bronces, tegulas y pondus
La historia posterior del ayuntamiento está unida de forma genuina a la de Iria Flavia, y eso es así, debido a su importancia como puerto, ya no solo pesquero, sino también comercial. La supuesta llegada de Santiago el Mayor hacia el 34 d. C., desde Tierra Santa es el punto de partida de la tradición Jacobea.
Después de su muerte (hacia el 44 d. C.) en la ciudad de Jaffa (Israel), la tradición dice que sus restos fueron trasladados por barca desde allí hasta el Padrón (una columna de granito existente hoy bajo el altar de la iglesia de Santiago marca el lugar donde la barca encalló), y posteriormente depositados en lugar remoto, en el monte Libredón, donde hoy en día se levanta la catedral de Santiago (Santiago de Compostela).
Desde el descubrimiento en Compostela de unos restos que en seguida fueron identificados como los del mismo Apóstol Santiago, Padrón se convierte en el principio de la ruta hacia el sepulcro para los peregrinos que llegan por mar. También se convierte en objetivo para los saqueadores vikingos y normandos entre los siglos X y XI, por lo que Alfonso V ordenó reconstruir las Torres del Oeste, el antiguo Castellum honesti de origen romano, a principios del siglo XI y, de este modo, la villa dejó de ser asaltada, disfrutando de una gran prosperidad durante los siglos XII y XIII.
El arzobispo Diego Gelmírez, nacido en las Torres de Oeste, fue uno de los artífices de esa prosperidad. Él fue quien construyó un muelle a orillas del Sar –ya que Padrón tuvo puerto hasta el siglo XVII, cuando los aluviones del río Sar produjeron la retirada de la ría–, donde está ahora la iglesia de Santiago y la calle Murgadán, y de sus astilleros salieron las primeras galeras de la Marina española. El arzobispo Rodrígo de Luna, en el siglo XV, moró dos años enteros en Padrón con todo el cabildo compostelano, con el fin de protegerse de los condes de Altamira..
Debido al paso del río Sar pegado al casco urbano, en el pasado eran frecuentes las riadas que inundaban las calles por completo.4 Para evitar esto, en 1994 se construyó un canal de derivación, lo que sin embargo causó la falta de agua y la muerte de numerosas truchas y escalos.
Patrimonio ycultura
Padrón está vinculado a importantes figuras de la literatura gallega, como Macías el Enamorado, Juan Rodríguez de Padrón, Camilo José Cela o Rosalía de Castro, cuya casa, llamada "A Matanza" donde vivió sus últimos años y murió, y convertida hoy en museo, se encuentra en las afueras del pueblo. Se pueden visitar también la iglesia de Santiago Apóstol, en la que se guardan dos epígrafes, uno romano, sobre la tradición del santo y el otro del año 1133, sobre la reconstrucción de la iglesia iniciada por el obispo Gelmírez.
En los alrededores de la población se pueden ver numerosos pazos de nobles y antiguas familias y a unos cuantos kilómetros, sobre una colina entre grandes peñas se encuentra la ermita de "Santiaguiño do Monte", a la cual, según la leyenda, se retiraba a rezar el apóstol tras sus predicaciones. Todos los años, el 25 de julio fiesta de Santiago Apóstol, se celebra allí una popular romería amenizada después con concursos de muñeiras y donde se consumen algunos platos tradicionales de la cocina gallega.
Pimientos de Padrón
A pesar de que su denominación pueda indicar su procedencia geográfica, lo cierto es que
este fruto principalmente se cultiva en un pueblo colindante a la villa de Padrón: Herbón. Esta variedad la trajeron miembros de la orden franciscana desde las indias, probablemente en el siglo XVI o XVII. Su buena adaptación al terreno (pH ácido), ha sido de gran ayuda para los agricultores de la zona.)
(De Wikipedia y otras fuentes)
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Cuando llegó la hora de la comida nos presentamos, a modo de despedida en la Pulpería Rial, cuyo interior estaba a rebosar y sin plaza alguna en las mesas, y hubimos de esperar un turno al exterior, para poder comer en la terraza bajo las
lonas que protegían bastante de la lluvia cuando al fin obtuvimos lugar para el condumio, nos vimos frustrados al decírsenos que el caldo gallego (tan apreciado por nosotros) se había agotado, sin duda porque los comensales habían recurrido a sus propiedades caloríficas en un día fresco.Así que repetimos el delicioso pulpo a feira con cachelos y unos bien sabrosos calamares, que, regados con el agradable viño do ribeiro en taza fueron un poco nuestro adiós a la apreciada cocina gallega.
La lluvia estaba remitiendo, pero pensamos que lo mejor era volver a nuestra residencia para preparar el equipaje (era poco y de fácil organización) y sobre todo descansar para la jornada del siguiente día, porque el vieja de retorno a casa iba a rondar los mil kilómetros.
La mañana siguiente el habitual buen desayuno nos proporcionó alimento y fuerzas para cargar nuestras valijas, y, tras despedirnos de la atenta y eficaz
Carmiña, “alma mater” del establecimiento –y repetir nuestra satisfacción por haber descansado en tan excepcional alojamiento-, enfilamos por la AP9 la ruta hacia Santiago de Compostela, en cuyos aledaños empalmamos con la autopista que se dirige a Ourense (la AP53, en la que hay un tramo de peaje y, sin solución de continuidad, el resto es gratuito) para enlazar en las cercanías de Barbantes con la A52 (denominada de las Rías Bajas, que une Vigo con Benavente y la A6 Madrid-A Coruña.La lluvia fue remitiendo, de manera que ya en Ourense (que apenas se vislumbraba a los lejos en su circunvalación) la lluvia comenzó a dejar paso a un al principio tímido sola, que unos kilómetros después se tornó en fuerte solana, al tiempo que los bosques iban desapareciendo y las tierras gallegas iban tornándose marrones y cubiertas de cereales, hasta que en las Portillas de Padornelo y La Canda, las tierras de Castilla y León nos acogieron en nuestra ruta descendente hasta Madrid.
El tráfico no era demasiado intenso, por lo que alcanzamos la capital de España poco después de las tres de la tarde, cuando ya iba asomando el apetito, y por eso a la altura del kilómetro 126 de la A3, en dirección a Valencia, en Zafra del Záncara, Venta San José (siempre acogedora y de muy buen servicio de bar y restauración) nos permitió comer un sabroso bocadillo de lomo y así acopiar fuerzas para en poco más de dos horas y algo llegar a Valencia, a nuestro hogar, en el que, eso sí, nada más entrar, conectamos el aire acondicionado, porque nuestra vivienda era algo similar a un horno de pan cocer.
Aun nos quedó tiempo para comprar en un supermercado próximo algo para la cena, e iniciar de esta manera el que podíamos llamar “descanso del retorno a casa”.
Y de esta guisa, repasando los recuerdos de los bellos días vividos en Galicia, en el Barbanza, en la Costa da Morte, en las rías, en A Casa Antiga do Monte, iniciamos otros días de descanso.
Nuestras vacaciones habían resultado estupendas.
Por eso han quedado narradas y por eso se publica todo ello en este blog.
Ojalá los lectores haya gozado, y sigan gozando en el futuro, viajes deliciosos “de acá para acullá”
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA