Autor: Facundo Cabral. De entrada, lo primero es preguntarte si confías en ti. ¿Lo haces?, ¿Crees en ti mismo? Genial, porque esa y no otra es la base de la vida. Si confías en ti mismo incluso puedes ahorrarte leer la entrada de hoy. Estás disculpado.
Si tu respuesta ha sido que no confías en ti mismo, comentarte algo obvio y que ya debes saber, y es que así resultará imposible que el resto del mundo te tenga fe. Siendo racionales, si la persona que mejor te conoce, o sea tú mismo, no cree en sus posibilidades, resultaría poco menos que milagroso que alguien lo hiciera… y la gente, créeme, no está dispuesta a conceder este tipo de milagros.
Si tenemos que definirla, podríamos decir que la confianza es el convencimiento que alcanzamos sobre nuestras propias capacidades y cualidades y que se consigue y se desarrolla a medida que vamos afrontando retos o situaciones que acabamos finalmente superando.
Lo primero que debemos hacer es evaluar nuestras fuerzas para saber exactamente con qué contamos a la hora de afrontar cada desafío. Es decir, tener muy claro para qué estamos bien preparados y qué es por el contrario, aquello en lo que debemos mejorar. O sea, aprender cuáles son nuestras capacidades y nuestras limitaciones. ¡Conocernos!
La confianza, utilizando un ejemplo gráfico, no se gana intentando batir el récord mundial de maratón, si lo más que hemos corrido en nuestras vidas son doscientos metros para coger el autobús que se escapaba. Confianza es no mentirse y saber que si bien hay cosas que no podemos hacer hoy por hoy de ninguna forma, con la preparación y el estímulo adecuados, estaremos más cerca de lograrlas.
Y así, ir creciendo en cada reto. Los que nos planteemos al principio, suaves, como pequeñas laderas que nos servirán al coronarlas de estímulo y garantía de que vamos en el buen camino y después, montañas cada vez más altas hasta que encontrarnos un ‘Everest’ suponga más una alegría que no un duelo.
Y para terminar, algo muy importante: sé capaz de juzgarte tú mismo y no delegues esa función jamás. Tú estableces el nivel o la calidad de lo que haces, porque nadie mejor para determinar su valor real… independientemente de la ‘nota’ que te otorguen los demás.
Reflexión final: “La confianza en uno mismo es el resultado de un riesgo que superamos con éxito”. (Jack Gibb) Afronta riesgos, no importa su tamaño, y supéralos. Un día al levantarte te darás cuenta de que para cada problema tienes una solución.
Revista Coaching
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